Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 1 de octubre de 2006 Num: 604


Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Una visita a Breendonk
MARCO ANTONIO CAMPOS
Fastos de Ulan Bator
LEANDRO ARELLANO
El largo aliento de Raymond Chandler
ADRIÁN MEDINA LIBERTY
Calles mezquinas . . .
BRADBURN YOUNG
El bueno, el feo y el malo
JUAN TOVAR
El Nobel y la prueba del siete
RICARDO BADA
Al vuelo
ROGELIO GUEDEA
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
Y Ahora Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Indicavía Sonorosa
ALONSO ARREOLA

Tetraedro
JORGE MOCH

Novela
Reseña de Jorge Alberto Gudiño Hernández sobre Colección de monstruos pretéritos


Directorio
Núm. anteriores
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Adrián Medina Liberty

El largo aliento de Raymond Chandler

Estados Unidos todavía es un lugar sin ley. No todas las ciudades poseen un sistema policíaco corrupto, pero en la mayoría la policia es tan corrupta como el infierno porque está dominada por los políticos y éstos por el deseo de enriquecerse.

Raymond Chandler

Ediciones Cátedra recientemente publicó El largo adiós, del escritor norteamericano Raymond Chandler en su colección Letras universales. Como todos los volúmenes de esta colección, éste contiene un amplio y detallado estudio preliminar. Quizá algunos lectores consideren una desproporción el permitir que un autor como Chandler, fundador y sobresaliente cultivador junto con Hammett del denominado género negro, goce de la selecta compañía de Faulkner, Hemingway o Balzac, entre otros muchos creadores considerados "serios".

Estas suspicacias, sin embargo, son por entero baldías. Desde 1999, por ejemplo, la prestigiosa colección norteamericana The Library of America, había incluido en cuatro volúmenes la obra casi completa de Hammett y Chandler, permitiendo una convivencia igualitaria con Edith Wharton, Eugene O’Neill, Mark Twain, Thurber y Steinbeck, entre otros muchos. Anteriormente ya había comentado, en relación con Hammett (La Jornada Semanal, núm. 534), que autores de la talla de Gide o Malraux no vacilan empatarlos con las destrezas narrativas de Faulkner y Hemingway. Es de celebrarse, entonces, que aparezca en lengua castellana una edición tan esmerada de la que, quizá, sea la mejor novela de Chandler.

Desde los párrafos iniciales, se hace evidente que con El largo adiós Chandler pretendía redimensionar la novela negra. Aunque, como en otras de sus obras, existen varios asesinatos por dilucidar, el motivo vertebral no gira en torno a dicha tarea de esclarecimiento, sino que –asunto que sorprende por entero en el mundo de la literatura detectivesca– refiere a la fidelidad y los límites de la amistad. La mayoría de los casos de Philip Marlowe, el emblemático personaje de Chandler, se inician con la visita de algún cliente que generalmente le inspira poca confianza y que lo involucra en una espiral de relaciones conflictivas e inconvenientes intrigas. En esta novela, sin embargo, la trama da comienzo con un episodio fortuito donde un hombre completamente ebrio, Terry Lennox, está tratando de acomodarse detrás del volante de su lujoso automóvil, pero "su pie izquierdo seguía balanceándose fuera, como si su propietario hubiera olvidado que le pertenecía". Su atractiva acompañante no hace ningún esfuerzo por ocultar su fastidio e intolerancia y termina por abandonarlo en plena calle. Este episodio, que podría inspirar repudio o benevolencia por la grotesca pero también inerme condición de Lennox, genera una reacción fraternal por Marlowe, quien decide ayudarle incondicionalmente.

Con esta acción inopinada comienza una amistosa relación de intensos claroscuros y funestas consecuencias. "No hay trampa más mortalreflexiona Marlowe– que la que se prepara uno mismo." Tanto Lennox como Marlowe son personas solitarias, desencantadas y destilan cinismo. Estas características los acercan y les permite compartir gimlets en un par de bares que comienzan a frecuentar. El tratamiento del tema de la amistad nunca había recibido tanta dedicación por Chandler y su exploración le permitió realizar su novela más ambiciosa y mejor lograda por la elaboración psicológica de sus personajes. Como nunca antes, la propia ciudad de Los Ángeles se manifiesta contundentemente como si fuera otro complejo y desilusionado personaje:

Allí fuera, en la noche entretejida por mil delitos, la gente moría, la mutilaban, se hacía cortes con cristales que volaban, era aplastada contra los volantes de los automóviles o bajo sus pesadas llantas. A la gente la golpeaban, la robaban, la estrangulaban, la violaban y la asesinaban; gente que estaba hambrienta, enferma, aburrida, desesperada por la soledad o el remordimiento o el miedo; airados, crueles, afiebrados, estremecidos por los sollozos. Una ciudad no peor que otras, una ciudad rica y vigorosa y rebosante de orgullo, una ciudad perdida y golpeada y llena de vacío.

Los asesinatos no dejan de intrigar al lector, sin embargo, antes que satisfacer la curiosidad de identificar al criminal, la trama seduce por el entrecruzamiento de los motivos y las razones que subyacen al comportamiento de cada personaje. Los gestos, las entonaciones, los movimientos del cuerpo y los propios diálogos se desempeñan como velos que pretenden disimular conjuraciones oscuras, añejos rencores o vicios inconfesables. Las relaciones entre todos se tejen sobre una superficie de neutral sociabilidad, pero, imprevisiblemente, los síntomas de sus equívocas motivaciones emergen para afectar dichas relaciones y forzar su recomposición.

Particularmente, la amistad entre Lennox y Marlowe se desenvuelve con aparente naturalidad, aunque el primero mantiene un incómodo secreto y el segundo se aferra a una lealtad que incluso lo enfrenta con la policía. A la postre se descubrirá la asimetría de su relación y la flaqueza de los andamios que la sostenían.

A lo largo de la trama, Marlowe va recolectando desengaño tras desengaño y, por ello, vemos que el personaje se va suavizando y manifiesta menos cinismo que en los otros libros. Incluso los editores de Chandler le enviaron una carta muy cortés, pero que manifestaba su discordancia por el nuevo sentimentalismo del personaje. En un principio, Chandler realizó algunas correcciones para endurecer a Marlowe, pero, después de un viaje a Inglaterra, prefirió romper con la editorial y mantener el giro romántico de Marlowe. Él mismo se reconocía, en esos momentos, como un sentimental: "Soy lo bastante anticuado para estar profundamente enamorado de mi esposa después de veintiocho años de matrimonio."


Ilustraciones de Diego Molina

Incuestionablemente, Chandler fue perfilando mentalmente las características de su personaje con cierta anticipación, pero al ponerlo dentro de las diversas circunstancias de las narraciones, éste fue adquiriendo cierta autonomía al quedar inmerso dentro de contextos determinados. Lo fascinante del proceso creador es que cuando un autor logra entretejer inteligiblemente las interrelaciones, las situaciones, los escenarios y los diálogos, constituye un mundo que insinúa una realidad posible. El comportamiento del personaje, por consiguiente, resulta, si no determinado, sí fuertemente influido por las propias características de esa realidad. Así, entonces, era casi inevitable que en la urdimbre creada por Chandler en el mundo de El largo adiós Marlowe hablara y actuara como lo hace. Como quiera que sea, Marlowe no deja de ser ese agente catalizador tanto de las desdichas como de los beneficios, éstos más bien escasos, de un sistema social desigual e injusto y donde la policía no desempeña más que un papel asignado por la gente poderosa. El capitán de la policía involucrado en el caso de Marlowe no es muy diferente de muchos otros, "y es de los que resuelven los delitos con el reflector en los ojos, la cachiporra blanda, la patada en los riñones, el rodillazo en el bajo vientre, el puñetazo en el plexo solar, el golpe en la rabadilla". Respecto a la legalidad de la sociedad, Chandler-Marlowe no es menos critico: "Se ha leído el códigodice un personaje–. Como mucha gente que lee un libro de derecho, piensa que la ley está ahí."

El libro abunda en comentarios irónicos y señalamientos lapidarios sobre los modos y los hábitos del norteamericano promedio y, sobre todo, logra problematizar con envidiable tino la línea divisoria entre el criminal y la persona corriente. "Calculoreflexiona el asistente de un juez–, que el sesenta o el setenta por ciento de los asesinos que acaban en la cámara de gas o en la silla eléctrica o al extremo de una soga son personas cuyos vecinos consideran tan inofensivos como un vendedor de enciclopedias."

Esta novela, la más extensa y la más ambiciosa, refrenda que Chandler era un escritor de gran alcance que no sólo procura el placer de un enigma, sino, particularmente, logra instigar en el lector la reflexión crítica de una realidad que, desafortunadamente, no ha cambiado demasiado.