Usted está aquí: domingo 10 de septiembre de 2006 Política La transición de las revoluciones sociales a las políticas

Guillermo Almeyra /IV y último

La transición de las revoluciones sociales a las políticas

En Venezuela, la desilusión de masas ante Acción Democrática y los demás partidos (que habían tenido gran apoyo en décadas anteriores y hasta derribado dictadores con acciones insurreccionales) abrió el camino a un desconocido militar revolucionario, nacionalista bolivariano, apoyado en los cuadros bajos y medios de un ejército dividido y despreciado por la oligarquía y las clases medias. Estas se opusieron desde el comienzo mismo al régimen de Hugo Chávez que, utilizando el aparato estatal trató de organizar a los oprimidos y de responder al poder económico, político y militar de sus enemigos, que se apoyan en Estados Unidos. Estos, en plena teoría de la "guerra preventiva" no pueden aceptar la actitud antimperialista, integracionista latinoamericana y de apoyo a Cuba de un país que, además, es una fuente importantísima de combustibles para su economía y, por lo tanto, conspira y conspirará continuamente para derribar a Chávez. Las clases medias y la oposición ni están unidas ni tienen un programa creíble: por lo tanto, les queda el asesinato del presidente u otro golpe con ayuda internacional. Pero Venezuela no es la Guatemala de Arbenz ni estamos en 1954. El movimiento obrero "chavista" está desunido y en parte burocratizado y depende también del Estado; éste reprime la independencia de los campesinos en la reforma agraria desde arriba y contenida que quiere hacer. El paternalismo estatal, la burocratización y la confusión política de Chávez y de sus múltiples asesores, así como la falta de claridad en la necesidad urgente de una discusión teórica para encontrar las bases del llamado "socialismo del siglo XXI" que Chávez proclama, son las trabas fundamentales. Venezuela se apoya hoy en una relación internacional de fuerzas mejor que la que tuvo Cuba en los 15 últimos años y tiene muchos más medios económicos para aprovecharla. El Mercosur es un aliado, aunque esté lejos de ser anticapitalista o siquiera antimperialista. Para no depender de la derecha de su propio gobierno y de sus propias fuerzas armadas, que en cualquier momento pueden pasarse al bando reaccionario, en Venezuela es necesario reforzar la autorganización de los trabajadores, su autonomía, su autogestión. Este es un problema político. Si se logra en la combinación entre los esfuerzos desde abajo y desde arriba (porque Chávez es un revolucionario nacionalista), eso dividirá aún más a las clases medias, dará más apoyo urbano a Chávez, pesará sobre el ejército.

Conclusiones:

En esta larga serie, necesariamente esquemática pues la comparación de las diversas experiencias históricas y de las mecánicas de las revoluciones democráticas requeriría un libro y no cuatro artículos, hemos hablado siempre de lo mismo.

O sea, del papel de las clases medias y de la necesidad de ganarlas con una política clara y viable, del papel de la organización independiente, autónoma, de obreros y campesinos y de su formación ideológica y programática, de cómo aprovechar las divisiones en las clases dominantes, del papel del ejército y de la necesidad de diferenciarlo internamente con una política bien estructurada, de la urgencia de tener un grupo de líderes sólidos, con ideas comunes en lo esencial (un "partido"), del recurso a la historia y a las reivindicaciones seculares de los indígenas y campesinos y, por último, de la importancia de la calidad de un dirigente con decisión, valor, ideas claras y la flexibilidad suficiente como para aprender con sus bases, así como también de la discusión táctica y estratégica lo más amplia posible entre todas las tendencias revolucionarias, para educar a quienes integran los movimientos sociales (que son heterogéneos y contradictorios) y evitar en ellos sea el caudillismo y el seguidismo, sea un comportamiento y acciones a destiempo, que no tienen en cuenta el interés general y responden sólo a la impaciencia local o a presiones anárquicas.

Por supuesto, no hay recetas. Pero la combinación entre los diversos "ingredientes" enumerados está siempre presente tanto en el éxito como en el fracaso. El arte de la política consiste en tener en cuenta la realidad, medir correctamente las fuerzas y divisiones en el enemigo, prever sus reacciones. Sobre todo, en trabajar para el cambio en la subjetividad de las masas, para desarrollar su autorganización, su creatividad. Las palabras de Danton, en otra revolución democrática, son siempre válidas: en un periodo revolucionario o prerrevolucionario se necesita, antes que nada, "audacia, audacia, siempre audacia". A ellas se debería agregar "análisis, conciencia, acción".

Como dijimos al empezar esta serie, en México estamos frente a la creación de un gran movimiento social nacional de masas democrático y antimperialista y en Oaxaca estamos frente al desarrollo de un poder paralelo (como el que nació en 1994 en Chiapas, en la selva y se ha desarrollado con las autonomías). Es evidente que junto a la batalla contra el fraude, para cambiar el país y evitar costosas derrotas, hay que dar también una batalla política y reflexionar a fondo sobre los grandes problemas que se plantean y sobre cómo encararlos.

 
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