Usted está aquí: jueves 3 de agosto de 2006 Política Ni tanto que queme al santo...

Octavio Rodríguez Araujo

Ni tanto que queme al santo...

Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre, dice el dicho popular, sabio como muchos otros. Igualmente sabios deberían ser quienes han convocado a la resistencia civil por el conteo de los votos. Me refiero a los campamentos en la ruta y destino de la marcha y concentración del domingo pasado.

Habré de insistir en este aspecto. Cuando la otra campaña y sus pocos seguidores bloquearon carreteras e intentaron cerrar universidades, la UNAM en concreto, escribí (18/05/06) lo siguiente:

"¿Han pensado Marcos y los de la otra campaña el enorme perjuicio que le ocasionan a miles y miles de trabajadores que por los bloqueos no pueden llegar a trabajar a tiempo y que les descuentan sus ya de por sí exiguos salarios? ¿Son ésos o son otros los trabajadores que quieren sumar a la otra campaña? ¿O de plano los trabajadores no les importan y sólo forman parte de su discurso? ¿Creen que perjudican a las empresas que contratan trabajadores? ¿Qué proporción de sus ingresos pierden los trabajadores y cuánto los empresarios? ¿Los empresarios, a diferencia de los trabajadores, se quedan sin comer porque ese día no hubo producción o comercio? Obviamente no, pero los trabajadores sí."

Algo semejante diría ahora, y no lo mismo, porque tomo en cuenta la enorme diferencia entre un movimiento y el otro. ¿Por qué no hacer los campamentos, por ejemplo, sin obstaculizar casi la totalidad de la vialidad de norte a sur y viceversa y dejando un carril de oriente a poniente y viceversa?

Entiendo, como debiera entender todo mundo, que es una medida política y de presión. Si la lucha no molestara a nadie pasaría desapercibida y no tendría efecto alguno. Pero, como toda lucha que aspira alcanzar un objetivo, la estrategia debe ser la adecuada y la conveniente al caso. Así como se ha hecho, por lo menos hasta el momento de escribir estas líneas, es en buena medida contraproducente: muchos que incluso votaron por AMLO se han visto ahora afectados en su vida cotidiana y probablemente en su trabajo y quizá hasta en sus ingresos por llegar tarde. El país y la ciudad, como todo conglomerado humano, no son homogéneos: unos están con López Obrador al costo que sea, otros sólo estarán de acuerdo en marchar con él solidariamente, otros más tal vez sólo estuvieron dispuestos a votar por él, y otros de plano han estado en su contra y ahora lo están más. A todos ellos hay que considerarlos, so pena de ver disminuidas las fuerzas de esta importante lucha.

La resistencia civil, la protesta ciudadana, una huelga contra una empresa, etcétera, son formas de acción ciudadana correspondientes a la democracia. Ejercer estos derechos, en una dictadura, supone muchos riesgos y hasta la muerte, producto de la represión estatal. Hay miles de ejemplos sobre esta diferencia entre regímenes totalitarios y dictatoriales y las democracias, por imperfectas que éstas sean.

Hace muchos años fui testigo de un hecho curioso en España. La democracia lograda después de la muerte de Franco fue un bien preciado, no siempre comprendido al principio por todo mundo. Una mañana una señora ya entrada en años bajaba las escaleras del Metro cargada con dos pesadas bolsas del mercado. Cuando llegó penosamente al final de su descenso se encontró con una reja que le impedía el paso a los andenes del tren, y una bandera rojinegra de huelga. La señora, indignada, soltó sus bolsas y dijo fuerte: ¡abajo la democracia, viva la dictadura! Me llamó la atención, pero entendí que en la dictadura no había huelgas, por lo que siempre funcionaba el Metro y nadie vivía la frustración de bajar las escaleras y encontrarse con que el transporte estaba fuera de servicio. Ella tenía razón en protestar porque después de su esfuerzo no sólo no podría tomar el tren, sino que tendría que volver a subir las escaleras con su pesada carga. Sí, pero se trataba de una situación individual, la suya, porque paralelamente los trabajadores del Metro ejercían su derecho de protesta con una huelga contra la empresa. ¿La posición de la señora, que seguramente no fue la única afectada, debería haberse impuesto por encima de los derechos de los trabajadores? No lo pienso. Así es la democracia: el ejercicio de los derechos de unos puede perjudicar los derechos de otros, y esto no puede evitarse a menos que la gente renuncie a la protesta o a la democracia para aceptar, conscientemente, la dictadura como forma de ejercicio del poder.

En México, algunos años después de lo narrado sobre España, los trabajadores de la Cruz Roja se plantearon una huelga por mejores salarios. Se discutió en la prensa el tema y si los trabajadores de una institución de ayuda que depende de la cooperación voluntaria de la gente tenían derecho a huelga. Mi punto de vista fue en sentido afirmativo. Ellos eran trabajadores asalariados y que lo fueran de la Cruz Roja o de la Vidriera de Monterrey no cambiaba su situación: tenían derecho a un salario mejor, aun a riesgo de que los usuarios, a veces necesitados del servicio con urgencia, fueran afectados. No es fácil, pues, evitar el perjuicio de unos por el derecho de otros, pero así es la democracia. Defendámosla con todo y sus deficiencias y, a la vez, tratemos de que sus efectos no sean tan graves que la población termine por pedir, como la señora de España, la mano dura del gobierno.

 
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