Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 9 de julio de 2006 Num: 592


Portada
Presentación
Bazar de asombros
Una certeza, dos dudas y una carta inconclusa
MARCOS
Para mayor gloria del teatro
OTTO MINERA
El siglo de Brecht
LUIS DE TAVIRA
Ocho momentos en la vida y la obra de Bertolt Brecht
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
La ópera de los millones de centavos
Ricardo Bada
La Comala del sur en Abril rojo
ADRIANA CORTÉS KOLOFFON Entrevista con SANTIAGO RONCAGLIOLO
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
Y Ahora Paso a Retirarme
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La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

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HUGO GUTIÉRREZ VEGA

POESÍA Y PINTURA EN MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ

Miguel Ángel Muñoz apuesta por el poema breve, por el ahorro de palabras, por la búsqueda de imágenes precisas y, por lo mismo, capaces de expresar un deslumbramiento y de aportar algo nuevo a la tradición que une a la poesía con la pintura:

forma de espiga delirante,
una línea se desploma

dice, en esta peculiar versión de haikú, al gran artista Alberto Ràfols-Casamada.

En estos tiempos de caudalosos e ininteligibles especies de poema y de pirotecnia que nada dice y se agota en sí misma, resulta reconfortante leer las construcciones exactas, en las palabras y en los ritmos, de Miguel Ángel.

Muro de signos
como línea herida
bajo sombras.
estrella: piedra; voz
sin voz, contracción de ecos.

He aquí un ejemplo de esa precisión verbal y de esa búsqueda de una concisión indispensable para entrar al mundo de los colores, las líneas, las luces y los claroscuros.

Rafael Alberti nos dio, tanto con palabras como con dibujos, su teoría de los colores; Neruda descubrió aspectos profundos en la obra de nuestros muralistas; Octavio Paz gozó de todos los privilegios de la mirada y Cardoza y Aragón combinó la poesía con el ensayo sobre las artes plásticas.

Miguel Ángel Muñoz, también excelente ensayista, ha entrado, con las armas de la poesía, a los mundos de Tapies, Matta Casamada, Chillida, Vicente, Guinovart, Cuevas y el poderoso y silencioso Ricardo Martínez, pintor que habla solamente con líneas, colores, masas y luces de origen misterioso.

En el encuentro que se da entre la palabra y el trazo pictórico, las líneas hacen que la palabra se quiebre y huya despavorida. En esa huida está su fuerza; no es imagen, pero se convierte en forma. Es una "forma dócil" que pertenece a una circunstancia intemporal. Así se da el diálogo entre Muñoz y Cuevas, la hermosa complicidad entre el dibujo y la palabra que lo celebra y, de alguna manera, interpreta, aunque la imagen se expresa por sí misma. Así es, pero la palabra la enriquece y encuentra matices y trazos que escapan a la vista del espectador. Esa es una de las grandezas del maridaje entre la poesía y la pintura, pues gracias a la palabra, de repente aparecen "las figuras no visibles" y las inescrutables imágenes.

En el mundo nocturno de Ricardo Martínez, Miguel Ángel entrevé estructuras hechas de nada y hondas piedras. La transparencia es inmóvil y la palabra también se inmoviliza y adopta la actitud reverencial de un templo.

En otro poema nuestro autor intenta explicarse los misterios de la creación artística. A través de las deformaciones los signos se expresan y se desesperan al filo del fracaso. Sin embargo, un polvo indefinible queda para formar los contornos de un vago enigma.

Tanto en el poema como en el cuadro hay una clara intención de abolir la realidad partiendo de ella. Así se da la transfiguración artística y triunfa la luz que borra los perfiles definidos. Turner, en sus últimas obras, solo deja asomos de buques entre la luz que todo lo ocupa. Las miles de formas de la luz se unen y son la esencia única de la obra. Lo demás es una circunstancia irrelevante, lo que importa son los reflejos y los efectos múltiples de la luz nacida de los pinceles que la convierten en la esencia misma de la obra. Por esta razón, los artistas japoneses difuminan sus trazos e inventan su propia realidad nacida de la realidad misma. En esto, como en los poemas de Miguel Ángel, lo que importa son las vibraciones de la luz, la descripción del halo que rodea a las imágenes. Ese halo es el corazón oculto del poema, la imagen esencial de la pintura.

A Miguel Ángel, como a Quevedo, el mundo lo ha hechizado. En ese hechizo sobresalen los signos que se expresan en el poema y en la pintura.

Sabe nuestro autor que todo se reconstruye y niega la ardiente muerte, pues, sobre ella, inevitable e inmensa señora, están, en precario equilibrio, las formas de la creación artística. Algo queda después del naufragio. Así queremos creerlo. Nada sabemos sobre la nada, pero nos aferramos al arte que es nuestra tabla de salvación, nuestra playa brillando en la lejanía.

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