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Jueves 4 de mayo de 2006

Se cumplió el ritual en las construcciones

JOSEFINA QUINTERO M.

El inicio de la obra lo marca la colocación de una cruz, que se transforma en la esperanza de los trabajadores de la construcción que lograron conseguir el sustento para la familia, porque este oficio "se aprende cuando llega el hambre". Muchos viajan desde diferentes estados de la República; sobre todo de Oaxaca, Puebla y estado de México. Con frecuencia son adolescentes de entre 12 y 14 años que se ven obligados a empezar su vida laboral.

La necesidad divide a las familias, "pero es por ellas que uno tiene que salir a trabajar", comentó Pedro Pérez, quien actualmente se desempeña como albañil en un desarrollo inmobiliario localizado en la privada de Agustín Gutiérrez, colonia General Anaya.

Los trabajadores de obra pasan largas temporadas lejos de sus comunidades, duermen donde les cae la noche, y los de mejor suerte logran rentar un cuarto en las orillas del Distrito Federal.

Son hombres dedicados al trabajo, que enfrentan largas y pesadas jornadas; su principal potencial es la fuerza física y con el tiempo también la experiencia, porque es con la práctica como obtienen ascensos.

Empiezan como ayudantes en general, y se hacen albañiles, fierreros, carpinteros, segunderos y maestros de obra; adquieren conocimientos que en ocasiones les hacen falta a los ingenieros y arquitectos. Por ello se dicen "profesionistas sin título".

Para un trabajador de la construcción estudiar es un privilegio que no puede darse, porque desde pequeño sabe que tiene que crecer para empezar su vida laboral; así, cuando "los brazos se ven fuertes, las piernas duras y hay necesidad es hora de empezar".

Oficio que se transmite en familia

La albañilería es un oficio de familia y de amigos, porque se aprende del padre, del abuelo o "del valedor que sabe dónde hay trabajo y te jala", manifestó Pedro Pérez, quien lleva 23 años en la construcción. Pero la tecnología también ha sustituido al hombre en este oficio, y el malacatero desapareció debido a la nueva maquinaria.

Y en este andar del tiempo también se incorporó la mujer en los trabajos de la construcción. Marina García Gutiérrez recordó sus cinco años en este quehacer, donde se desempeña como limpiadora; "es un trabajo pesado, con un salario menor al de los hombres y el asedio de los compañeros".

Sin embargo, ayer hombres y mujeres, trabajadores de la construcción, celebraron su día, el de la Santa Cruz. "Día de fiesta y también de trabajo"; después de laborar medio día, como la tradición manda, acudieron a la ceremonia religiosa para bendecir la cruz, que una vez más sería colocada en la obra para poder concluirla.

La fiesta también cambió: atrás quedaron esas enormes comilonas, la música que ambientaba el día del albañil, y el pulque fue sustituido por la cerveza y los refrescos de cola. Ayer los festejos se dieron con un día de descanso, jornadas a medias y comida que apenas alcanzó, porque los patrones sólo compraron un borrego para los 40 trabajadores que levantan un edificio en las calles de Nicolás San Juan y Luz Saviñón, en la colonia del Valle.

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