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Jueves 4 de mayo de 2006

Solecito Golpiza a Ignacio del Valle y otras 40 personas

Sitian 500 granaderos a atenquenses y floricultores

Solecito Viviendas y automóviles dañados durante el combate

JAVIER SALINAS, RENE RAMON; ROBERTO GARDUÑO, GUSTAVO CASTILLO CORRESPONSALES Y ENVIADOS

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Herido, Ignacio del Valle es trasladado a la Subprocuraduría de Justicia de Texcoco Foto Alfredo Domínguez

Texcoco, Mex., 3 de mayo. El dirigente del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) de San Salvador Atenco, Ignacio del Valle Medina, junto con 40 de sus compañeros y floricultores de la zona de Texcoco, quienes permanecieron a lo largo de nueve horas atrincherados en una de las viviendas de la zona centro, fueron brutalmente golpeados y desalojados por unos 500 granaderos.

En el operativo, los efectivos antimotines prácticamente destrozaron la vivienda donde se mantenían apostados los atenquenses y floricultores; cuatro casas aledañas y nueve automóviles resultaron dañados. Además, los uniformados arremetieron contra reporteros y fotógrafos.

Todo se originó en los primeros minutos de este miércoles. En la zona centro de Texcoco, cerca del mercado municipal Belisario Domínguez, un grupo de 40 floricultores, apoyados por los atenquenses, se congregó en la vivienda marcada con el número 111 de la calle Manuel González, a una cuadra del mercado. La intención era esperar el amanecer, con el propósito de intentar instalarse frente al centro de abasto para la venta de sus productos.

Los floricultores, apoyados por los atenquenses, ya habían intentado en otras ocasiones colocarse en el sitio, pero la policía estatal y municipal se los había impedido con un operativo montado permanentemente desde hace 15 días. Esta ocasión, las cosas pasaron a mayores. Primero, un fuerte dispositivo policiaco había sido desplegado desde la noche anterior en los alrededores del mercado.

Eran las 7:25 de la mañana; al frente del contingente de productores de flor estaban Patricia Romero e Inés Rodolfo, dos de sus dirigentes, mientras que con los campesinos estaban Ignacio del Valle y Felipe Alvarez. Al intentar los floricultores colocarse en la banqueta del mercado se desató el enfrentamiento. La policía municipal arremetió contra los campesinos y éstos a su vez repelieron el ataque. La batalla, donde salieron a relucir cohetones, machetes, palos y piedras, por un bando, y gases lacrimógenos y toletes, por la policía, duró por lo menos 20 minutos.

Seis de los manifestantes resultaron con golpes contusos, mientras que nueve policías municipales y estatales salieron heridos. Ahí fueron detenidos la dirigente de los floricultores, Patricia Romero, además de su padre e hijo, Raúl Romero y Arturo Sánchez, respectivamente.

Las calles Fray Pedro de Gante y Manuel González se convirtieron en campo de batalla. Los atenquenses se replegaron a la vivienda de donde habían salido. La casa, propiedad de la dirigente, tiene dos plantas, donde desde lo alto se atrincheraron y repelieron el ataque de los efectivos policiacos.

Los uniformados rodearon por lo menos cinco calles. Desde las 8:30 de la mañana, Ignacio del Valle, junto con 40 de sus compañeros, permaneció atrincherado. Los seis heridos del bando de los manifestantes primero fueron atendidos en un cuarto de la casa, pero luego se permitió la entrada de paramédicos. Desde lo alto de la vivienda se blandían machetes. Ahí, Ignacio del Valle daba instrucciones vía telefónica para que en Atenco sus compañeros se congregaran y acudieran en su ayuda.

Inclusive, Del Valle Medina recibió varias llamadas de parte de funcionarios del gobierno estatal, a los que ratificó su disposición al diálogo si retiraban la fuerza pública. Manifestó que lo único que se pedía era que se permitiera a los floricultores instalarse y vender sus productos. ''No vamos a ceder, nos quedaremos aquí días, si es necesario'', dijo. Y pedía la intervención de personal de derechos humanos para cerciorarse que los tres detenidos no fueran torturados.

Fueron nueve horas de tensión. Desde las 8:30 hasta las 17:30. En ese lapso ninguna autoridad se acercó o intervino para dialogar con los atrincherados; el diálogo nunca se entabló. Pasadas las nueve horas, la policía determinó incursionar en la vivienda; no se sabe si hubo alguna orden de cateo.

Gases lacrimógenos fueron lanzados a las partes alta y baja de la vivienda donde estaban los inconformes, mientras que por las tres casas aledañas y un terreno posterior, los efectivos subieron a las azoteas para detener a los floricultores. En 10 minutos los granaderos pudieron romper parte del zaguán principal y acceder a la parte alta. Los efectivos arremetieron contra mujeres y hombres. Uno a uno fueron sacados del inmueble. La saña de los golpes, macanazos y patadas de los policías fue mayor cuando detectaban que se trataba de campesinos del FPDT.

Felipe Alvarez e Ignacio del Valle fueron sometidos por decenas de granaderos y golpeados hasta el cansancio. También lo hicieron con Rodolfo Cuéllar, quien fue el último en ser sacado e iba prácticamente inconsciente.

Una joven y una señora -que también eran pateadas- pedían a los granaderos que terminara la golpiza. Las súplicas fueron inútiles. Para entonces ya los granaderos sabían cómo sus compañeros en Atenco eran golpeados por los pobladores de ese lugar. ''Se las vamos a partir, nos vamos a vengar, no sean llorones'', advertían los efectivos policiacos. La refriega también alcanzó a varios reporteros, fotógrafos y camarógrafos que cubrían la información. Uno de los fotógrafos, Héctor Téllez, fue sometido por casi una veintena de policías y pateado al haber tomado la imagen de cómo golpeaban a los detenidos.

Los al menos 40 atenquenses y floricultores fueron llevados a un camión de granaderos, mientras que a Ignacio del Valle lo metieron a una patrulla. Fueron trasladados a la Subprocuraduría de Justicia de Texcoco y de ahí hacia Toluca.

En la zona, la casa quedó prácticamente destruida; sólo se veían restos de flores, vidrios, ropa y algunos documentos personales de los detenidos. Tres domicilios aledaños se vieron dañados, al igual que nueve vehículos particulares.

Tras el desalojo, la zona permaneció resguardada por la policía municipal.

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