BAJO LA LUPA
¿Agonía de la globalización?
Ampliar la imagen Protesta antiglobalización en Karachi, Pakistán, el pasado 26 de marzo FOTOAp
SE HA GENERADO una serie de artículos en varios centros de pensamiento de Estados Unidos y Gran Bretaña que expresan sus dudas sobre la vigencia misma de la desregulada globalización financiera feudal.
NIALL FERGUSON, polémico historiador británico de corte neoliberal, además de apologista de la célebre dinastía bancaria de los Rothschild, pregunta en forma necrófila: "¿Segunda muerte de la globalización?" (Los Angeles Times, 10/04/06). En forma dramática, al estilo neoliberal anglosajón, tan experimentado en levantar fobias y generar pánicos mediante el terrorismo mediático que controla, advierte que las "medidas proteccionistas ayudaron (sic) a destruir la economía mundial en la década de los 30. No podemos (sic) permitir que eso ocurra otra vez".
FERGUSON SE CONFUNDE con el final de la globalización decimonónica que atribuye tanto a la Primera Guerra Mundial como a la "depresión" de los años 30 (Nota: son 16 años de diferencia, con causales diferentes): "Después de 1914, la globalización se desmoronó (sic), y por (sic) los 30 la economía mundial estaba fragmentada, con consecuencias desastrosas para el crecimiento y el empleo". ¿Cómo se destruye de nuevo lo que ya estaba destruido 16 años antes? Amén de que se contradice con la etiología de su libro sobre la Primera Guerra Mundial, cuya inevitabilidad se la atribuye al ascenso irresistible de Alemania, se nota que no leyó (o prefiere olvidar por conveniencia coyuntural) la trilogía imprescindible, "Era de la Revolución, El Capital, y El Imperio" del mejor historiador sobre el siglo XIX, también británico y todavía vivo, el genial Eric Hobsbawm, quien coloca a 1873, fecha del derrumbe de la bolsa de Viena (no olvidar: capital del imperio austrohúngaro, una de las superpotencias de aquel entonces), como el fin de la globalización decimonónica que duró 27 años de auge que había iniciado en 1848 y cuyo declive de 23 años fue conocido como la gran depresión de la era victoriana. Niall Ferguson se equivoca dos veces con el epílogo verdadero de la globalización decimonónica: por 41 años, cuando se lo atribuye a la Primera Guerra Mundial, y por 57 años, cuando lo intercambia con la otra Gran Depresión de Estados Unidos. Graves fallas para un insigne historiador que acabó siendo rehén de sus patrocinadores plutocráticos (antes eran mecenas).
LO INTERESANTE ES QUE Ferguson -no perder de vista que se trata del portavoz oficioso de la dinastía bancaria de los Rothschild, el alma verdadera de la desregulada globalización financiera feudal de la plutocracia oligopólica y oligárquica-, más que a una tercera guerra mundial, esta vez le teme a las medidas proteccionistas que curiosamente está ejerciendo en forma unidireccional la dupla anglosajona Bush-Blair, frente a las empresas chinas y rusas, respectivamente, a las que les impide ejercitar su libre albedrío mercantil bajo el pretexto del "nacionalismo económico", es decir, lo mismo que los anglosajones neoliberales critican en forma hipócrita a los miserables países "emergentes/detergentes" como México.
EN LA OPTICA daltónica de Ferguson, la noticia sería entonces que esta globalización de finales del siglo XX e inicios del XXI, eminentemente financierista (a diferencia de la del siglo XIX, más benigna en su esencia y alcances), se está derrumbando no por una tercera guerra mundial, sino por las contradicciones internas y los desvaríos desorbitados del capitalismo anglosajón, que sucumbió a sus excesos financieristas jamás vistos en la historia de la humanidad.
YA LUEGO NOS explicará Ferguson la razón por la cual la Segunda Guerra Mundial, a diferencia de su antecesora, que a su entender procuró el eclipse de la globalización anterior, sí gestó prosperidad para el mundo anglosajón, en particular para Estados Unidos, que se apropió de más de 40 por ciento del PIB mundial.
SE NOTA MUY DEFENSIVO a Ferguson, quien fustiga tanto a los franceses, quienes protestan contra la "anglobalización", como a sus críticos, quienes "claman proteger de los cataclismos de la competencia a los vulnerables grupos de nativos (sic)". En forma simplona reduce el desempleo de la globalización como un subproducto de los "fracasados en las escuelas" (dropouts). ¿No es, acaso, Bill Gates, el mayor accionista de Microsoft, el "fracasado estudiante" de Harvard, quien se benefició como nadie en la desregulada globalización financiera feudal?
NIALL FERGUSON EVADE la quintaesencia financierista de la globalización con sus "paraísos fiscales" (off-shore), su "contabilidad invisible" (off-balance-sheet), su antropófago aniquilamiento laboral, su depredación de los fondos de pensiones ajenos, su devastación ambiental, su tendencia inherente hacia los oligopolios, la cobertura centralbanquista de creación de burbujas mediante dinero laxo que propicia la especulación, y el "síndrome Enron", es decir, su "lado oscuro" que benefició a 10 por ciento de la población en detrimento del resto de la humanidad.
EL ECONOMISTA Thomas Palley publica en el sitio YaleGlobal.online (13/04/ 06): "¿Puede fracasar la globalización?", y afirma como subtítulo que las "políticas que generan desigualdad, más que el libre comercio, pueden desembocar en una crisis económica", lo cual es un verdadero sofisma, porque justamente el libre comercio neoliberal a la usanza anglosajona es el que ha profundizado las desigualdades tanto en Latinoamérica como en el interior del G-7 (los grandes beneficiados del modelo desequilibrado). Palley ni siquiera cita a Zedillo, quien supuestamente maneja un "centro de la globalización" en Yale que vive del cuento, ya que no se le conocen aportaciones citables en la materia.
THOMAS PALLEY ESCRIBIO su columna -retomada seis días más tarde en forma significativa por The International Herald Tribune para advertir sobre la meteorología de las corrientes históricas por venir- 17 días antes de la maravillosa revuelta de los migrantes contra la globalización estadunidense. Coloca en la picota a la "durabilidad de la globalización, aun entre sus partidarios", como el reciente libro Capitalismo global: su ascenso y caída en el siglo XX, de Jeffry Frieden, profesor de Harvard, quien "rumia (sic) la posibilidad de que la globalización presente podría fracasar como la del siglo XIX".
A JUICIO DE Palley, la "primera (sic) globalización" del siglo XIX concluyó con el desplome de Wall Street en 1929". Ambos asertos son totalmente discutibles, como abundamos en nuestro libro agotado El lado oscuro de la globalización: la globalización decimonónica no fue la "primera" (existen otras anteriores, como describe excelsamente el portentoso filósofo alemán Peter Sloterdijk en su trilogía Esferas) y también se equivoca al atribuir el derrumbe de la globalización, que había ocurrido 56 años antes, al desplome de Wall Street. Su tesis nodal es que la caída de la globalización se debió a factores "económicos", no políticos: "a su inherente fragilidad financiera". Aporta como prueba el "remedio a la fragilidad" que generó la "nueva era de bienestar social" de Franklin Roosevelt. Los "mercados financieros desregulados y 25 años de auge bursátil" llegan a su fin y "el patrón de retirada será difícil de predecir", y concluye con un trilema: 1) regreso de tarifas (relativamente improbable, a nuestro juicio); 2) bloques regionales de comercio e inversiones (lo más probable, y de hecho, se está asentando); y una globalización reformada de corte socialdemócrata (la sicosis total, como la fraudulenta "tercera vía" de Blair, un travestismo del thatcherismo).
UNO DE LOS párrafos relevantes de Thomas Palley en YaleGlobal fue omitido en la versión de The Internacional Herald Tribune: "si la economía global se desploma, será importante identificar en forma correcta sus causas económicas", y asevera que "la parálisis comercial y el fracaso de la ronda de Doha no causarán la próxima crisis económica", aunque los apologistas de la globalización le echarán la culpa como lo hicieron en referencia a las tarifas de la enmienda Smoot-Hawley de junio de 1930.
NO TODOS COMPARTEN la "agonía de la globalización" y en forma aparatosa, Stephen Roach, solvente jefe de economistas del banco de inversiones Morgan Stanley, en un vuelco de 180 grados en una semana, promueve ahora la parusía de la globalización, lo cual amerita un tratamiento especial.