Usted está aquí: miércoles 1 de febrero de 2006 Política Matraquero continental

Luis Linares Zapata

Matraquero continental

Con una confianza rayana en lo sobrenatural por sus celebradas dotes como vendedor estrella, el presidente Fox se lanzó a recorrer el ancho mundo en una cruzada para sustentar su propósito de sacar al PRI de Los Pinos. Su tarea fue empujar, con las que consideraba sus enormes cualidades promocionales, la concreción de los proyectos más preciados de su sexenio: la inclusión del capital externo en el rubro de la energía y llevar al TLC hasta sus postreras consecuencias. Quiso, en realidad, entregar a las trasnacionales, una parte, la sustantiva, del estratégico y complejo rubro de la energía. Pero también se entrevió superando a Salinas al conducir a la nación entera en un proceso integrador de grandes proporciones. Soñó, junto con su ex canciller, en penetrar hasta la misma médula del imperio, el efectivo primer mundo donde sólo habitan los elegidos del destino.

Por su alocado trasiego para atraer inversionistas externos a Pemex y la CFE ha logrado crear un mazacote que no tiene salidas airosas ni convenientes para el desarrollo económico. Pero todavía insiste Fox en dar continuidad a tales proyectos energéticos bajo el seudónimo de una ya muy toreada reforma estructural, que, afortunadamente, vaga inconclusa en busca de sepultura.

En cuanto a prolongar el TLC en aspectos como el libre tránsito de personas (migración) el ataque a las Torres Gemelas le cerró toda viabilidad. Sin embargo, algunos de sus puntos específicos, o mejor dicho iniciales, con necedad inaudita aún rondan por las consejerías de Los Pinos. Con cierta frecuencia a tales ideas, formatos o simples fantasías se les retoca e inserta en los discursos del oficialismo para testimoniar lo tesonero y empeñoso que son los gerentes que ofician en la cumbre de la pirámide burocrática pública.

Durante todo su periodo y con la bandera del libre comercio enrollada en su corpulenta humanidad, Fox se dio también a la tarea de ir y venir por el subcontinente tratando de convencer, a tirios y troyanos, de las bondades de firmar un tratado adicional. Uno de corte comercial, esta vez continental, sin reparar, como es inveterada costumbre, que beneficiaría en primera y casi exclusiva instancia a Estados Unidos, la potencia que aspira a continuar siendo hegemónica.

En esa ruta se topó, de frente y sopetón, con el duro núcleo del Mercosur. Argentinos, brasileños y venezolanos pararon en seco las labores promocionales de Fox durante la reciente cumbre en Punta del Este, Uruguay, de tan onerosos recuerdos. Así las cosas y con el rostro dirigido al norte y la retaguardia al sur, la diplomacia mexicana, conducida por el vendedor insignia, se estrelló con la terca realidad. México ha ido quedando irremediablemente solo. La última gira a Chile y Honduras es simple paliativo que no contradice el aislamiento creciente.

Sin voltear a ver los saldos de su gestión que se le acumulan como pesados fardos de fatalidad, Fox se ocupa, por ahora y con el entusiasmo que lo distingue, en promover lo que juzga será su postrer encargo: llevar al triunfo la débil y poco atractiva candidatura de Felipe Calderón. Precisamente aquel secretario de Energía al que despidió por adelantarse y por contrariar las fantasías de una señora Marta que se veía en la línea sucesoria o, por si se quiere un sustituto, rivalizar con aquel otro intento personal de nutrir a un heredero a modo. Dos ambiciones que se frustraron y que hoy habitan, por derecho propio, en el basurero de la pequeña historia. Sólo que, en esa ruta promocional en la que se ha embarcado Fox, se le han cruzado asuntos impostergables y estratégicos que no atiende como es debido.

El Presidente insiste en gastar su tiempo y solicitar al electorado, una y otra vez, que sostenga el cambio por él iniciado. Un cambio, sugiere sin sutilezas, que será continuado por Calderón.

El combate al crimen organizado, mientras tanto, ha entrado en una fase de total descontrol e irrumpe con inusitada fuerza en el neurálgico Acapulco de todas las miradas mundiales. Y los migrantes forman una gruesa columna que quita el sueño a más de un estadunidense. Y, como de remate, las investigaciones sobre el enriquecimiento súbito de los hijos de Marta Sahagún, con un sustrato cada vez más denso de trafiques al amparo del poder, no cejan en enviar mensajes de alerta por doquier. En Los Pinos porque se muestran crecientemente involucrados en ello y llegan al absurdo de solicitar, en mala hora, la extensión de disculpas con el señuelo de que son parte de la familia presidencial. Y en el PAN, sus legisladores y el equipo de Felipillo, porque dan fehacientes muestras de no atinarle al cómo desembarazarse de tan penoso asunto de barandilla y dedicarse de lleno a sus negocios electorales, por cierto bastante maltrechos.

Respondiendo con gritos y sombrerazos diplomáticos a las crecientes críticas del gobierno de Estados Unidos, la administración de Fox abre la compuerta al vacío en sus relaciones externas. Los incidentes fronterizos con su cauda de asesinatos entre pandilleros, la evidente colusión de muchos agentes policiacos, los cientos de miles de connacionales que cruzan la frontera o las incursiones de maleantes en su territorio han erizado los pelos a un pueblo estadunidense que ya emite múltiples pulsiones de pánico ante factibles ataques de un terrorismo tan etéreo como real.

Los republicanos de Bush no pueden quedar al margen de lo que sucede, pues el descontrol de las autoridades mexicanas es manifiesto. El casi medio millón de migrantes al año es un escándalo, producto del mal manejo económico y sus consecuencias no quieren ser reconocidas por él y por los demás matraqueros de la campaña, sobre todo en momentos de una desatada lucha por un poder que se les resbala entre sus porosas manos.

 
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