Usted está aquí: lunes 9 de enero de 2006 Sociedad y Justicia APRENDIENDO A MORIR

APRENDIENDO A MORIR

Hernán González G.

Un joven de 83

LA SEMANA PASADA tuve la fortuna de
rencontrar a uno de esos seres "a través de los cuales Dios parece amarnos", como decía, sin molestia, la espléndida pensadora Marguerite Yourcenar.

CON SU ANDAR erguido, casi arrogante, de 1.78 de estatura, nutrida cabellera, tez morena, unas líneas cuasi mefistotélicas que una mirada dulce y penetrante se encarga de suavizar, y unas bellas manos juveniles, grandes y armoniosas, Luis Fernández pasea por las calles del centro de la ciudad de México una intemporal elegancia de 83 años, atestiguada por varios amigos lúcidos.

"NACI -COMIENZA LUIS- en un pueblo ribereño del estado de Veracruz, en el cantón de Acayucan, bonito, limpio, aunque estuviese jodido. Tengo la impresión de que nacer cerca del agua influye en el carácter. Al haber agua hay comida o menos carencias que en otras latitudes. Quizá soy un antropólogo frustrado porque me gusta observar y analizar con atención a la gente, escudriñar en sus causas y en las aparentes razones de su comportamiento.

"NO, NUNCA HE sido devoto; religioso sí, en el sentido de que la religión católica, aun con sus mentiras, me ha dado un cúmulo de elementos culturales, no sólo dogmáticos, aunque para nada aportaciones materiales. Me crié con mis abuelos, que por lo general son más tranquilos que los padres. Evalué fuerzas y ambiciones y no me consideré capaz de formar una familia, por eso nunca me casé, o porque tal vez ninguna me llenó al grado de querer envejecer con ella.

"COMENCÉ A SENTIR la edad, es decir, a tener una reflexión diferente de mí mismo y de las cosas hasta pasados los 70. No me siento solo incluso estando solo y no tengo otra dolencia que la edad. Procuro no ser imprudente con mi ritmo ni con lo que como. Trato de no instalarme en ancianito dependiente, a lo mejor porque no tuve hijos y nunca he podido serlo. Debería reponer algunas piezas dentales, pero a mi edad es demasiado engorroso.

"ME GUSTARIA QUE me incineraran y que no se me prolongue la vida por medios artificiales. No, no tengo miedo a que la naturaleza recobre lo que es de ella. Vivo cada día con la certeza de que es el único, veo pasar gente e incluso platico con desconocidos. Cada quien tiene su misterio y su encanto. No presumo de mi estado de salud; así me tocó, genes, destino, bendición, suerte, qué sé yo.

"QUE CADA ANCIANO procure ser el que es, lo acepten o lo rechacen. No se puede dejar de ser para que se nos valore. La sociedad siempre ha sido cabrona con los viejos. Es natural porque como sociedad evolucionamos poco. Sin embargo no se puede generalizar el rechazo a los viejos. A mí la mayoría de la gente me trata bien. Ha influido la ciudadanización de los viejos, una mayor conciencia de que aún no somos polvo.

"GRATIFICAR CADA DIA sentidos y emociones, procurar producir más endorfinas que adrenalina. Si aceptas consciente e incluso orgulloso tu condición de anciano, seas sano o enfermo, te da una paz interior que no te puede dar nada ni nadie. No aislarnos, sino buscar comunicarnos", concluye convencido Luis Fernández.

[email protected]

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.