Usted está aquí: viernes 18 de noviembre de 2005 Política Polémica y guerra mediática en Caracas

Se agudiza la confrontación entre chavistas y quienes no lo son

Polémica y guerra mediática en Caracas

JOSETXO ZALDUA ENVIADO

Caracas, 17 de noviembre. La suerte de Venezuela está hoy en el aire. El diferendo gubernamental con México ha disparado la de por sí aguda confrontación social entre las llamadas dos Venezuelas; la chavista y la que no lo es.

La bronca alcanza ya a todos los espacios sociales. A pie de calle o en espacios cerrados todos se enfrentan. Amigos de siempre dejan de serlo; otros pelean para mantener, más allá del chavismo o del antichavismo, la amistad. Pero no es fácil. Este pueblo es pasión. Hasta las últimas consecuencias.

El desencuentro Chávez-Fox terminó desatando la peor de las polémicas. Todo gira hoy en este país sobre quién de los dos presidentes tiene la razón de su lado. Por supuesto, no hay modo de ponerse de acuerdo. Y los medios de comunicación en nada ayudan a que la ciudadanía discierna basada en cantidad y calidad de información. Es la guerra mediática, que descansa más en la descalificación que en el razonamiento.

En la calle, en los bares, en los restaurantes, en los campos de beisbol, lo que priva al final es el tema político. Por suerte, las palabras, aunque pesadas, no llegan a males mayores pese al pesado verbo venezolano. Pero el país, hoy más que nunca, está dividido entre los que apoyan a Chávez y los que apoyan a Fox, reflejo del pensar de chavistas y antichavistas.

No hay peor suerte ahora que estar en Venezuela y asistir a una discusión sobre cuál de los dos presidentes tiene la razón. El debate es digno de suicidio.

Las clases pudientes y las medias se sienten huérfanas en términos políticos, porque los partidos tradicionales (AD y COPEI) son remedo de lo que fueron, mandamases de la llamada IV República, inaugurada en el gobierno del insigne Rómulo Gallegos. Después de él, llegó al final el diluvio de la mano de la alternancia bipartidista entre socialdemócratas (AD) y demócratacristianos (COPEI), una suerte de PRI y PAN mexicanos.

El punto del quiebre bipartidista fue el fallido golpe de Estado de 1992, liderado por el entonces teniente coronel Hugo Chávez. El hombre acabó en la cárcel, pero como tránsito para asumir la presidencia cinco años después, en una elección que significó el punto final de los partidos tradicionales, de los llamados cogollos (cúpulas) partidistas.

De la cárcel al Palacio de Miraflores, tal fue el camino para Chávez, aupado a la presidencia de la hoy República Bolivariana de Venezuela (la V República), por tirios y troyanos, hartos todos de la desmesurada corrupción imperante.

Chávez significó el cambio de rumbo, por eso arrolló electoralmente, por eso superó el golpe de Estado que, animado desde los más poderosos medios de comunicación electrónicos e impresos, fracasó en abril de 2002. Ese hecho, al final de las cuentas, sirvió para que Chávez reforzara su poder. Hoy, la oposición política no descansa en los partidos AD y COPEI. La oposición son algunos medios de comunicación, los más importantes en términos de penetración -sean impresos-, El Universal y El Nacional -sean televisoras-, Radio Caracas Televisión, Venevisión y Globo Televisión.

En esos medios, a todas horas y en cada letra, se critica sin ambages a Chávez. Lo más elegante que le dicen es que es dictador. Lo reiteran todos los días. Y lo siguen diciendo, al menos hasta hoy. Claro, los dichos de algunos funcionarios del chavismo no ayudan a que las aguas bajen en calma. El vicepresidente del Congreso venezolano, Pedro Carreño, tuvo a bien decir que en 2006 este país será socialista. Es un representante de peso, pero una declaración así puso en guardia al mundo capitalista criollo. El problema es que, cada vez más, la asociación de ideas entre la Cuba de Fidel Castro y la Venezuela de Hugo Chávez se hace más patente.

Socialismo, al menos aquí, equivale a expropiaciones salvajes y a la consiguiente estatización, y eso pone muy nerviosos a los capitales, siempre ávidos de seguridad para sus inversiones. Por esa razón son importantes las elecciones para renovar el Congreso, el próximo 4 de diciembre.

Esa es la fecha mágica para el chavismo, porque hay que tener en cuenta que las elecciones presidenciales tendrán lugar en diciembre de 2006. El objetivo de la V República encabezada por Chávez es arrasar con lo que queda de oposición. Y a partir de ahí emprender las grandes reformas que las capas sociales más amoladas -sus bases- le exigen de más en más.

El reto para el chavismo es mayúsculo. Si en diciembre logra el control total del Congreso deberá acometer los cambios que sus bases le demandan cada vez con mayor urgencia. Pero entonces deberá también evitar, o al menos es lo que se menciona en los círculos diplomáticos caraqueños, una presumible fuga de capitales y un eventual enfriamiento de relaciones con los gobiernos latinoamericanos, tal como sucede actualmente con México. Si no logra la mayoría pretendida, el mensajero dirá entonces que Chávez pierde apoyos. En este caso la oposición mediática y partidista -que al final es lo mismo- al chavismo saldrá indiscutiblemente fortalecida. De la suerte que unos y otros tengan en las elecciones del 4 de diciembre próximo dependerá en gran medida la suerte del presidente Chávez en los comicios generales de diciembre de 2006.

 
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