Catástrofes y desaguisados
Ando navegando por tierras desconocidas, suceden muertes y desaguisados; los huracanes amenazan con destruir sus costas y las nuestras. En Irak mueren ''solamente'' soldados estadunidenses. En París, los motines se desatan y en la televisión de Estados Unidos se avisa a los turistas que no tengan miedo, que pueden visitar sin problemas la Torre Eiffel: los tumultos ocurren sólo en los barrios marginados.
Samuel A. Alito, nombrado por el presidente Bush para ocupar el cargo de ministro de la Suprema Corte estadunidense, opina que el aborto debe prohibirse: atenta contra el matrimonio, ámbito donde se juegan importantes intereses privados y financieros, derechos fiscales, de propiedad, de herencia y se producen testimonios privilegiados. Bush advierte que no es muy popular en Argentina.
Y no sé por qué, me acuerdo de Colón:
1. Conocemos sus peripecias en el Nuevo Mundo. Me atrevo a asegurar que la historia está hecha de cosas fortuitas en las que no se ha puesto suficiente atención. El primer establecimiento europeo en tierras americanas fue el Fuerte de la Navidad, fundado por Colón el 25 de diciembre de 1492, en La Española. Fundación provocada por un simple accidente biológico: fatigado de su constante vigilia, Colón ''acordó echarse a dormir porque hacía dos días y una noche que no había dormido''.
El marinero que gobernaba la nave decidió hacer lo mismo y dejar el mando en manos de un grumete. Este descuido produce el milagro: la Santa María encalla en un banco marino; con los despojos de su barco Colón construye el fuerte. Deja 39 hombres de todos los oficios, un carpintero, un médico y un sastre, con pan, vino, artillería. Cuando regresa en 1494, el Fuerte de la Navidad ha sido destruido por los indios, como respuesta a los desmanes de los colonos.
2. Aunque no lo creamos, el descubrimiento de América está ligado a la desnudez y al vestido. Hagamos un resumen: Colón promete a quien primero vea tierra un jubón de seda y 10 mil maravedíes. Aunque sea una indiscreción, Colón entrega la ropa pero no el dinero, el 11 de octubre de 1492.
El 12 de octubre aparecen los primeros hombres americanos. Tienen los cabellos gruesos y largos. Su color no es ni blanco ni negro, sino del color de los canarios; son proporcionados, de estatura mediana, y se pintan de blanco, de negro, y de colorado las caras, el cuerpo, la nariz o los ojos. Tirándose de sus canoas, los indios se acercan nadando y le entregan a Colón madejas de algodón y papagayos. Al verlos, confiesa:
''Yo, porque nos tuviesen mucha amistad, les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo...''
3. En sus diarios coexisten, como en los Viajes de Marco Polo, animales verdaderos y animales fantásticos. Es evidente que los segundos deambulan por la literatura desde hace siglos, pero tanto Cristóbal Colón como Marco Polo pretenden ser testigos fidedignos de la realidad.
Su zoología en verdad procede muchas veces de los libros clásicos, y aunque describan asombrados lo que ven, ese mismo asombro deforma los cuerpos de los seres que describen. Colón mira entusiasmado ''animales tan disformes que son maravilla''.
Y todos los seres deformes no clasificados en el Arca de Noé no caben en la mente de los europeos; que no haya leones, que los perros no ladren, que el hombre se pasee desnudo por una tierra de eterna primavera hace sospechoso al Nuevo Mundo, a su fauna y a sus hombres. Ha nacido de golpe la idea de la irracionalidad del mundo americano. Se necesitarán varios siglos para erradicar esa idea que, como las epidemias, suele regresar.
4. La belleza física y la bondad del hombre americano maravillan a Colón. Su asombro llena las páginas de sus diarios y las de sus comentaristas. Las nuevas tierras son dignas de la imaginación esplendorosa del otro mundo medieval: los árboles producen diamantes, esmeraldas y zafiros, y en los ríos el agua es amarilla porque está llena de pepitas de oro. Como nuestros primeros padres, Adán y Eva, el indio vive en la inocencia primordial: son los indios cándidos, hermosos y van desnudos.
Pero ningún hombre soporta el Paraíso. Colón trueca cascabeles por pedazos de oro, recibe calabazas y papagayos y se apodera de algunos indios para confirmar sus descubrimientos y exhibirlos en la corte española. Fáciles de cautivar, los indios mansos serán los nuevos súbditos de los Reyes Católicos, ''porque esta gente es muy simple en armas'' y bastan 50 españoles para cautivarlos.