Usted está aquí: lunes 10 de octubre de 2005 Cultura "Mi vida tiene que ver más con el azar que con la búsqueda"

Expone Sergio Hernández en el museo José Luis Cuevas

"Mi vida tiene que ver más con el azar que con la búsqueda"

GERMAINE GOMEZ HARO ESPECIAL PARA LA JORNADA

El artista oaxaqueño Sergio Hernández ha destacado primordialmente en los terrenos de la pintura, la gráfica y la cerámica. En los años recientes ha desarrollado una novedosa propuesta escultórica que se exhibe actualmente en el museo José Luis Cuevas, acompañada de 15 pinturas de gran formato, cargadas de materia, color y luminosidad. Con motivo de su exposición Obra Reciente conversamos con el artista en torno a su experiencia en el desarrollo de la creación escultórica:

-Hagamos una revisión de tu incursión en la escultura desde tus inicios.

-En realidad se podría decir que yo me inicié de niño en la talla en madera, en el taller de ebanistería de mi padre. Más tarde conocí al maestro Abraham Jiménez López que tenía su taller en el Centro Histórico, frente al comedor de ciegos en el mercado Abelardo Rodríguez. Fue un maestro muy reconocido en su tiempo y con él practiqué la talla directa durante más o menos un año. También recuerdo haber asistido a un taller en Chapultepec.

-¿Y qué figuras hacías?

-Nada en especial: crucifijos, Quijotes, cositas así... Cuando decidí ponerme a estudiar en serio intenté ingresar en el taller de escultura de la Academia de San Carlos, pero se me complicó muchísimo pues no tenía todos mis estudios formales, y por lo tanto no podía ser alumno regular; además no tenía con qué pagar el material.

-¿Cómo era en esos años el taller de escultura en San Carlos? ¿Muy convencional, obsoleto?

-No, al revés, curiosamente era mucho menos conservador y más libre que el de pintura. Me acuerdo que se trabajaba mucho con formas orgánicas, algo cercano al quehacer de Henry Moore. Lamenté no haberme podido quedar y mejor me fui a La Esmeralda y me concentré en la pintura. Cuando comencé a trabajar con la galería OMR en 1985 para la exposición Tauromaquia, realicé unas ceras pequeñitas que me fundieron en la Esmeralda y luego los Riestra me apoyaron y pude llevar a cabo una serie de bronces. Yo hacía los bocetos en madera usando los fragmentos que sobraban en el taller de ebanistería de mi hermano, y él me ayudaba a perfeccionar la talla. En esa exposición se presentaron los bronces y las maderas junto con mis pinturas. En ese momento tuve un impulso fuerte de hacer escultura pero nunca más lo seguí.

-¿Quedó como asignatura pendiente?

-Sí, siempre lo tuve en mente, pero por diversas razones no se pudo llevar a cabo. Hace dos años me instalé en Madrid a trabajar una serie gráfica sobre la tauromaquia para Fernando Cordero de la galería La caja negra, y también realicé la ilustración de Los sueños de Quevedo para una edición de lujo que publicó Manolo Arroyo de Turner. Paralelamente, se me ocurrió hacer unas esculturas con unos objetos que había ido acumulando y trabajé varios meses en un taller de fundición, pero la verdad es que no me sentí muy a gusto, no encontré buena disposición para hacer lo que quería. Me pareció monótono, cansado y aburrido.

"A mi regreso a México me invitó Isaac Masri a hacer una serie de ocho esculturas y en esta ocasión las cosas funcionaron de manera completamente distinta en el taller de fundición de Alejandro Velasco, donde llevé todos los objetos que había coleccionado en Madrid y en distintos viajes y comenzamos a vaciarlos en cera. Son piezas cuyo valor radica en su belleza estética y en su carga de energía. Me gustó la idea de utilizarlos tal cual, sin modificarlos, extrayendo básicamente su significado simbólico y mágico, su bagaje de vivencias y su poder emotivo."

-¿Qué objetos son?

-Hay de todo: vértebras de ballenas y delfines, cráneos y huesos de otros animales, piezas africanas, botes, pinzas de cangrejo, recipientes de madera, incensarios, aldabas, flores, varas y ramas, en fin...Objetos que me gustan por su forma y que me plantean algún misterio o curiosidad. Me gusta imaginar en qué tantas manos han estado...

-¿Cuál fue en esta ocasión tu proceso de trabajo?

-Nunca he seguido un proceso de trabajo a nivel consciente. Mi relación con la creatividad es de efectos inmediatos. En esta ocasión recordé las esculturas de Miró en las que utilizaba pedazos de lata y hasta balones. También las de Tápies con sus colchones viejos y los zapatos intervenidos. Ahí lo relevante es la carga de significados. Me he dado cuenta últimamente que pintar con colores en un plano no basta, y modelar formas tampoco. Lo que hice fue vaciar los objetos en cera, algunos los intervine y luego los fui pegando o ensamblando. Por ejemplo, en el Insecto, las patitas son una pieza africana, el cuerpo es una cajita para guardar incienso y las tenazas son unas ramitas.

Libertad creadora

-¿Haces bocetos previos?

-Nunca he trabajado con conceptos estructurados. Las mismas formas me van sugiriendo el camino y yo me dejo llevar. Cada pieza me ofrece un pretexto para construir una historia distinta. Las esculturas se enlazan entre sí porque he usado los mismos elementos reiterativamente, pero en cada obra cobran un sentido diferente.

-¿Ese método tiene que ver con el de los surrealistas?

-Sí, porque es una respuesta muy automática frente a los elementos que tienes a la mano. Cuando comienzo un trabajo no estoy pensando en qué voy a hacer, sino en qué soñé. El resultado es parte de mis sueños y pesadillas. Con ellos voy armando la pieza como un cadáver exquisito.

-Sí, pero recontextualizadas cobran una dimensión distinta. Más bien diría que persisten tus obsesiones: la naturaleza, la vida, el reino animal en simbiosis con el humano, el erotismo. Tu universo de dualidades y tus atmósferas lúdicas y ambiguas. Sin embargo ahora, la muerte -uno de tus personajes centrales- no está presente ...

-Es cierto. La muerte es un tema que me ha interesado siempre, pero la obra reciente está llena de sonrisas, de luz, de alegría de vivir. No hay inframundo ni violencia. Quizá se deba a la etapa que estoy viviendo. A mis 48 años me siento en un momento de plena madurez.

Paralelamente a esta serie de objetos escultóricos en bronce patinado, Sergio Hernández realizó para la Colección Arte Objeto de Tane ocho obras en plata de pequeño formato que se presentaron el 29 de septiembre en la Casa Lamm. Son piezas delicadas y altamente sofisticadas marcadas por una mezcla de lirismo y candor. Sus personajes son transmutaciones del ser humano en híbridos delirantes, fantásticos, sencillamente afables y entrañables.

"Este trabajo en plata me ha proporcionado el sentido de la miniatura que, por un lado, es una limitante pues me impide extenderme mucho, pero, por otra parte, me brinda la posibilidad de conseguir una calidad estética que permite incursionar en lo que es la filigrana de las técnicas. En cualquier caso, en la plata como en el bronce, lo que cuenta es la espontaneidad. Mi vida tiene que ver más con el azar y con la gracia, que con la perfección y la búsqueda."

La escultura de Sergio Hernández conforma un universo de criaturas fabulosas, solares y lunares, juguetonas y divertidas, a un tiempo evocadoras y turbadoras, que surgen espontáneamente de una mente pródiga de fantasías, deseos y ensoñaciones. Sus personajes se transforman en sus semejantes o en sus opuestos: el murciélago deviene árbol, el ave se torna luna, el colibrí se convierte en guerrero. Lilith observa. El ángel se despoja de sus alas. El guardián permanece atento con sus ojos desorbitados. La musa sonríe con los labios llenos de Sergio. El poder de la metamorfosis constituye la esencia del acto mágico.

 
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