Hay feminismos que ya no cuestionan el patriarcado
¿Hasta cuándo seguiremos las mujeres
dando tanto a cambio de tan poco?


-- Advenimos sujetos desde y en el universal neutro masculino
--El poder necesita mujeres empoderadas que hablen
por todas para simular su universalidad
--La política correcta nos ha separado y jerarquizado

Ximena Bedregal Sáez

Con afecto pero con convicción, a todas las participantes en el próximo Décimo Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe a realizarse en Sao Paulo, Brasil, del 9 al 12 de octubre y al cual, esta vez, no asistiré.

El patriarcado no ha podido crear una propuesta válida y llevadera. Todas sus utopías han fracasado, todas han pasado del breve momento del cambio revolucionario al largo momento de la injusticia, la jerarquía y el poder sobre otros. Del momento de la ilusión al de la corrupción y la traición.

Pero si alguna vez tuvo estas fracasadas ideas de cambio, el patriarcado tiene hoy una crisis total, ni sus izquierdas tienen más propuesta que administrar el sistema neoliberal, haciendo –en el mejor de los casos- que el llamado “chorreo” (los excedentes de la riqueza acumulada por unos pocos) llegue un poquito más a los más desfavorecidos y siempre como dádiva, como caridad, como un regalo.

La democracia ya no es ni siquiera pensar la sociedad o la economía que se quiere sino tan sólo elegir representantes que no representan a nadie, o a muy pocos. La organización para la democracia se ha limitado a una suerte de mercado de libre competencia de proyectos preetiquetados desde las altas esferas para recibir donativos. El aprendizaje de la política es el aprendizaje para que estos proyectos sean competitivos y la política sólo la gestión de estos paquetes preestablecidos. El diseño de mundo se lo reparten las transnacionales.

¿De veras no es posible cambiar el sistema?

La idea de que no es posible cambiar el sistema, que sólo hay que administrarlo mejor, es algo que ha permeado a muchos feminismos. Sobre todo a aquellos basados en la idea de que para que sea posible hacer un cambio de paradigma es necesario terminar de construir las ideas de igualdad de la ilustración. Es decir para aquellos feminismos que –por etapas- todavía siguen cobrándole a la Revolución Francesa la guillotinada o el exilio de sus preclaras líderes mujeres y siguen exigiéndole a esta etapa de la historia patriarcal que reivindique la igualdad de Olimpia de Gauges con Dantón o Marat.

Esto significa que las mujeres se universalicen a través de la igualdad con el varón en el universal neutro masculino, sin poner en cuestión ni a esa lógica ni al poder ni al Estado patriarcal. Que advengamos sujetos desde ese universal neutro masculino, sin importar que todas las mediaciones con las que eso tiene que hacerse nieguen nuestros cuerpos de mujeres.

De allí que el objetivo sea empoderarse allí donde el poder está, el camino sea el Estado (sus espacios e instituciones) y la práctica: alianzas de todas las mujeres, no importa que ideología tengan, siempre que se acumule fuerza para ganar estos espacios y demostrar que desde allí se pueden lograr algunas mejoras para ciertas condiciones específicas generadas por la subordinación y la dominación que el sistema ejerce sobre todas nosotras. El fin justifica los medios.

De allí que muchos feminismos hayan de pronto olvidado el concepto de patriarcado, sumándose a la idea de que el sujeto universal ha muerto y que sólo quedan sujetos individuales y diversos. Las mujeres somos ahora ¡tantas! y ¡tan diversas! y determinadas por ¡tantas identidades! que ya no existe más la dominación universal sobre nosotras. Ya prácticamente no hay un nosotras. Sólo mujeres organizadas por identidad y demandas específicas a través de las cuales vamos a construir nuestra participación en el mundo… ¡el de ellos, por supuesto!

De allí que se haya olvidado el cuestionamiento al poder, a los poderes. Ahora el poder, como capacidad de dominación y representación -particularmente masculino- es algo que desde esta lógica se desea y se siente como necesario, al que hay que acceder. Parece que hubiera vuelto a ser neutro. Se necesitan mujeres empoderadas que hablen por todas para poder simular esa universalidad. De allí que se haya olvidado el hablar desde el YO, en primera persona ¿Para qué voy a cultivar voz propia si ya vamos teniendo empoderadas que hablen por nosotras?

Esto significa volver a regalarle a la masculinidad su fantasía de neutralidad universal. Resulta que sólo con más mujeres en el Banco Mundial, en el Fondo Monetario Internacional, en los gobiernos, en los parlamentos y hasta en los ejércitos, parece que vamos a hacer un mundo mejor y cambiar la validez de las mujeres y su legitimidad. Gracias al mundo masculinista ya no seremos lo otro, el no-varón. Ya no hay que cuestionar la lógica patriarcal.

Esto es lo quería el Consenso de Washington cuando puso como una de sus prioridades el trabajo con la sociedad civil. Esto es lo que quiere la guerra para hacerla una experiencia sin género definido. Esto es lo que quieren los grandes poderes para hacer ver que ellos abren su democracia y mostrar que sólo la terquedad, la incomprensión o la falta de madurez de las demandantes impiden los avances.
¡Es cosa de ya no ser contestataria! nos dicen, ¡hay que ser propositiva! nos repiten y lo peor lo dicen feministas. ¡El feminismo debe pasar de la protesta a la propuesta! decía Marta Lamas en un gran espacio que el diario Reforma le dio a ella junto a una serie de connotados varones intelectuales -fíjense, a varones no a mujeres- para hablar de feminismo, con motivo del aniversario de su revista Debate Feminista y si no le haces propuestas al sistema es “inmadurez política” agregaba Marta.

Se entiende como propuesta sólo la que se le hace al sistema, toda lo demás queda en el rango de la inmadurez. El sistema –ahora por voz de sus empoderadas- define no sólo lo que es o no es propuesta, además define mi madurez política.

La izquierda y los aportes del feminismo

Muchos de los aportes del feminismo acerca del debate sobre el poder, los ha retomado lo que podríamos denominar como la izquierda más crítica y se los ha apropiado, como siempre, sin darle crédito alguno a las mujeres. Esa izquierda está planteando hoy que se debe cambiar el mundo sin tomar el poder. Está elaborando toda una revisión del Estado y de la no participación en él, ya que éste representa “la forma de relación social desarrollada históricamente para suprimir la desobediencia, encerrar al imaginario y hacer sólo lo inmediatamente posible. Espacios todos donde las maneras de hacer y de pensar sofocan a la imaginación que florece en la rebeldía” (Jhon Holloway).

Si la misma izquierda, nada feminista ni antipatriarcal, se da cuenta de ésto. ¿Qué pasa con tantas feministas que se sienten obligadas a tomar los métodos y los lenguajes del poder, reproduciendo ahora el masculinismo en nosotras y ya no quieren ver que la única salida es buscar los caminos y las formas de cambiar la lógica patriarcal e imaginar la sociedad que se quiere fuera de las lógicas instaladas?

Reconozco que algunas acciones de carácter inmediato pueden dar alguna posibilidad a una que otra mujer. Pero no tocan la lógica en que se funda la miseria simbólica de las mujeres, y los cambios en la misma lógica terminan por reinsertar los enormes esfuerzos en el mismo sistema sin crear mundo, ni mediaciones, ni simbolizaciones de mujeres. Ese feminismo, con su política de lo posible, ha tenido que cambiar el lenguaje, suavizarlo, hacerlo políticamente correcto, establecer nuevas jerarquías entre mujeres e incluso separase de ellas (Por ejemplo: las expertas y las demás), desmantelar lo más rebelde de nuestras organizaciones para hacerse eficiente, en esa eficiencia que demanda la política correcta que puede escuchar el poder, adecuar los ritmos y tiempos a los ritmos de las estructuras patriarcales y minimizar sus sueños. Mientras llora que las jóvenes ya no quieren ser feministas, va creando un discurso que ya no es significativo para las mujeres y menos para el conjunto de la sociedad, máximo resulta útil a políticos e intelectuales políticamente correctos o necesitados del voto femenino.

No voy a hacer una reseña de las atrocidades que inauguran el siglo, las vivimos cada día a 24 cuadros por segundo. Me parece que está más claro que nunca que lo que está en cuestión hoy, es el modelo mismo de la cultura. A las mujeres no nos pertenece esta crisis. Aunque la suframos y estemos inmersas en ella, es la crisis de la masculinidad hecha cultura y sociedad, es autoría de esa lógica. Si el desafío del feminismo es que nuestras democracias se parezcan más a Zapatero que a Bush, yo digo ¡Qué desafío tan pobre ha generado una visión tan rica! ¡Ahora resulta que nuestro desafío es parecernos lo más posible a las formas menos peores de la masculinidad!

Pensar que desde ahí se puede cambiar la realidad sólo muestra la realidad de que el poder las cambia a ellas. Si hace unas décadas nos bajamos de los tacones altos para cuidar nuestro cuerpo y romper un pedacito del imaginario masculino que manejaba nuestros cuerpos a su antojo, la mayoría de las empoderadas de hoy se han vuelto a subir a ellos y a los vestidos incomodos y nice para verse ¡inteligentes pero femeninas! según el patrón masculino (heterosexual y clasista, por lo demás) de moderna feminidad. Hasta el Instituto Simone de Beauvoir imparte clases sobre la apariencia para el “nuevo tipo de liderato femenino” ¿Puede alguien decirme que el poder tradicional y masculino no resulta peligroso y nos vuelve a desencontrar de nuestros cuerpos cuando apenas los estábamos retomando?

El fracaso de las cumbres globales exige replantear las cosas

Por otra parte, oímos a cada rato que las estrategias de empoderamiento y de ganar espacios dentro del sistema no dan los frutos esperados. Últimamente no hay conferencia o reunión de evaluación de esas de Beijing, Beijing más 5, más 10, Cairo más tres, más 7 (¿en qué número van, quién lleva la cuenta de cuántos millones de dólares se han gastado en pasajes, hoteles, viáticos, shoping y demás?), o cumbre de esto o de lo otro, donde no se plantee que los gobiernos no hacen caso, que no se escuchó, que no cumplieron los acuerdos, que no hicieron lo prometido, que no y que no y que no, que nada, casi nada, funciona ¿No habla esto de la necesidad de replantear las cosas, que algo anda mal en la lógica de esta estrategia? ¿O se va a hacer lo que hace unas semanas, en una de sus cumbres de líderes empoderados decían las y los del mainstream indígena, esto es: como la incorporación de indios en los grandes organismos internacionales no ha logrado que se retomen nuestras demandas, tenemos que… poner más indios en estos organismos?

La política de las demandas ha limitado la posibilidad de pensar el mundo entero, ha adoptado la parcialización que tanto necesita el sistema, ha encerrado a las mujeres en una suerte de sindicato reivindicativo y sectorial. Mientras el mundo se cae a pedazos, la gente pierde el sentido de la vida y no encuentra horizontes significativos, las empoderadas hacen partidos políticos sin poder ni siquiera balbucer una idea medio completa de mundo, de futuro, nuevas significaciones que abran horizontes a la vida plena que la humanidad busca desesperada. Por el contrario, se declaran “realistas”, “maduras” y por lo tanto antirradicales socialdemócratas. Para estar en el poder hay que caerle bien al poder.

Mientras el imperio arma la guerra, las empoderadas feministas del norte enmudecen y votan a favor de ella en patriotico acto de defensa de su paisito imperial sin darse cuenta que acto seguido vendría la represora “Patriotic Act”, mientras las empoderadas no feministas torturan a iraquies en las cárceles de la tierra donde nacieron las primeras diosas madres de la humanidad.

El patriarcado siempre se apodera de todo. Lo significativo para las mujeres es que ahora son mujeres –incluso lesbianas- las que claman por la mirada masculina, las que plantean que el desafío del feminismo es incorporar a los hombres, como tan claramente y sin tapujos lo planteó también Marta Lamas en su artículo escrito para el libro de los 20 años de La Jornada. Resulta ahora que las discriminadoras (a los inteligentes varones) somos las mujeres y que nuestro pensamiento no podrá ser ni tendrá estatuto de validez si no lo hacemos en matrimonio heterosexual con los deseos e ideas de la masculinidad ¿Son ellos los que legitimarán nuestra fortaleza?

Alguien dirá: “pero si es en el Banco Mundial donde están decidiendo mi destino ¿Por qué no voy yo a estar ahí, por qué no voy a tratar de incidir en ese destino?” Otra me dirá: ¿Qué hacer ante, por ejemplo, los asesinatos de Ciudad Juárez? ¡El gobierno tiene que resolverlos, tiene que pararlos!

Sí, todas queremos no sólo estar donde se resuelve mi destino, sino directamente resolverlo desde mí, de eso se trata. Sin embargo sabemos, porque lo sabemos, que ni aunque haya geniales mujeres ahí, el Banco Mundial (BM) va a cambiar sus políticas vertebrales y que el gobierno no va a resolver de verdad los feminicidios. Una va, máximo y con una enorme energía invertida de nuestra parte, a etiquetar unos fonditos para que desde algún programa oficial lleguen unos pesitos a una que otra señora y ésta se lo gaste -no en mejor vivir para sí misma sino- en un menos hambrear -que no dejar de hambrear- de sus hijos; mientras por otra parte el BM seguirá presionando a nuestros países para que reduzcan el gasto público y malbaraten lo poco que queda en privatizaciones, es decir para que haya otros millones de señoras como esa y tengamos que volver a invertir más y más energías en que medio hambree y no hambree del todo.

El otro va a cambiar un par (y luego otro par) de funcionarios/as mientras divide a las víctimas, esconde las verdades y protege a los grandes poderosos que cometen esos crímenes. Resolución que no resuelve mientras los feminicidios siguen y siguen.

¿Hasta cuando seguiremos dando tanto, a cambio de tan poco?

Si somos honestas, tenemos que aceptar que no es en el Banco Mundial donde se resuelve mi destino, salvo por lo negativo, pero nunca, jamás, por donde yo lo sueño y necesito, eso es como creer que el capital tiene la posibilidad de ya no producir valor y sabemos, porque lo sabemos, que no es en el ministerio público ni en los tribunales donde se hará justicia a las asesinadas de Juárez. Eso es creer que el derecho patriarcal se va a deshacer a sí mismo haciendo justicia a las mujeres ¿Es el feminicido un acto sólo de delincuentes o un acto salido del profundo inconsciente del patriarcado herido e inestable?

¿Hasta cuando seguiremos dando tanto, a cambio de tan poco?

Tenemos que replantearnos lo que es hacer política desde y para las mujeres. Una verdadera otra política que nos dé valor y autoridad, en el sentido de autoría. No podemos ya seguir jugando al poder neutro, al Estado neutro, a la política neutra, porque sólo estaremos jugando al poder masculino, al Estado masculino, a la política masculina. Para ello no tenemos que seguir haciéndonos las mismas preguntas, hay que cambiarlas, urge cambiarlas y tenemos que hacerlas desde otro lugar, desde otro espacio, desde otros imaginarios. Entonces una nueva imaginación surgirá, porque dejaremos de oír los cantos del poder, su música, sus sonidos, su ritmo. Las mujeres necesitamos oír nuestra propia voz, confiar en nuestra propia experiencia y –conscientes de que no nacimos en una probeta- complejizarla cada día, revisarla cada día. Entonces se nos van a ocurrir muchas formas de evitar nuevos feminicidios. Muchas otras formas de otras posibles economías. Otras ciudades, otras estéticas, otras formas de enseñar y aprender, otras formas del derecho, otras relaciones y hasta otras formas del amor. Necesitamos dejar de ser un sector de la masculinidad para ser humanas completas. Salirnos de donde el patriarcado nos ha puesto y quiere seguir manteniéndonos inventando para nosotras algo nuevo cada día, que es sin embargo más y más de lo mismo. Necesitamos dejar este movimiento fundamentalmente identitario para pasar a ser un movimiento con capacidad de generar propuestas completas para la vida completa, capaz de leerlo todo, de revisarlo todo, de imaginar y proponer mundos completos, no sólo saludes reproductivas (concepto de por sí cuestionable que amarra nuevamente a mi sexualidad con la reproducción). Lo necesitamos las mujeres, pero también lo necesita la humanidad entera.

Si no ¿Hasta cuando seguiremos dando tanto ¡tanto! a cambio de tan poco?

 

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