Usted está aquí: jueves 29 de septiembre de 2005 Política ¿Por qué son así estos americanos?

Sergio Zermeño

¿Por qué son así estos americanos?

Tuvo lugar en Alemania en los últimos días de septiembre la decimoprimera reunión de la Asociación de Institutos Europeos sobre Desarrollo (EADI). Leyendo la convocatoria y las conclusiones del acto, al que asistieron unos 300 centros de investigacion, uno se pregunta por qué nos tocó vivir la globalización al lado de Estados Unidos.

En el segundo párrafo de su convocatoria la EADI se pregunta "si la globalización no debe ser vista como otra, y quizás la más tremenda, de las amenazas a la seguridad de la humanidad en el periodo posterior a la guerra fría, al lado del sida, del terrorismo internacional, las migraciones, el crimen organizado y los desastres mal llamados medio ambientales".

Y agrega con toda contundencia: "tratando de mejorar su eficiencia económica y su nivel de vida, muchos países abrieron sus fronteras al intercambio internacional, pero tal apertura los expuso a todo tipo de riesgos, generando pobreza y desigualdad crecientes entre países pobres y ricos, y en el interior de estos últimos. La pobreza se ha asociado a las enfermedades y a la degradación del medio ambiente, y ese círculo vicioso sólo se romperá si la comunidad internacional se esfuerza de manera coordinada por mejorar la capacidad de los países pobres para resolver sus problemas". Así, el objetivo principal ya no es el crecimiento económico, sino la seguridad y el bienestar humanos.

Es una tristeza que hoy en México la elite responsable de la marcha de nuestro país esté preocupada solamente por las tasas de crecimiento del producto nacional, pensando inocentemente que si éstas mejoran (ya que en 20 años no hemos crecido) las cosas se arreglarán para los pobres. Ya el Banco Mundial aceptó que la pobreza no se reducirá en 2015 y fija el nuevo plazo hacia 2050. Pero las cosas pintan peor para un país como el nuestro, dependiente de ese imperio malvado, porque aquí más crecimiento querrá decir que nuestro modelo maquilador habrá mejorado su competitividad defendiéndose mejor frente a China, por ejemplo; es decir, habrá logrado hacer bajar aún más los salarios e intensificar las carencias, y todo ello redundará, lo sabemos ya de memoria, en el incremento de las estadísticas del feminicidio; implicará también que se acelerará el éxodo de nuestros campesinos hacia el norte, vencidos por los productos que entran a mitad de precio, hundiendo en la tristeza a sus familias, ahora rotas, que quedan atrás.

Hemos llegado así a un extremo en el que ya no nos admiraría que Fox fuera aconsejado para alquilar el Palacio Nacional a Wal-Mart para que de plano, desde esa posición privilegiada, acabara con todos los pequeños y medianos comerciantes de la zona y, en un descuido, hasta con el comercio informal.

Quién sabe qué enseñanzas inculcaron a nuestros becarios en las escuelas del país del norte, o cómo éstos las acomodaron a sus intereses, pero el hecho es que mientras Corea, Japón, Francia y otros países cierran sus fronteras en los renglones en que no pueden competir, y la Unión Europea ha sabido compensar a los más débiles en las ramas que se iban yendo a pique, la fórmula americana ha sido la destrucción de todo en busca de la ganancia inmediata.

Parece claro que aún no entienden que no hay un afuera y un adentro, que la pedacería y la regresión humana y ecológica que provocan más allá de su frontera se les está revirtiendo como un bumerán.

 
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