Usted está aquí: sábado 17 de septiembre de 2005 Política El mundo y la Sexta

Peter Rosset

El mundo y la Sexta

La Sexta Declaración de la Selva Lacandona ha puesto sobre la mesa de nuevo los temas de la vía electoral y los partidos políticos versus la construcción del poder en la sociedad misma, desde abajo. Los argumentos teóricos son muy conocidos, entonces quisiera mejor echar una ojeada rápida a tres continentes, para ver qué evidencias nos aportan de la vida actual. En las Américas tenemos dos casos, uno más o menos en pro, y otro cada día más en contra.

En Venezuela, los esfuerzos verdaderos de Hugo Chávez para recuperar el petróleo de los nefastos contratos de servicios múltiples, para realizar una reforma agraria verdadera (aunque hasta ahora con resultados menores), para alfabetizar a la población, para generar empleo, para proveer a todos con servicios de salud y para construir un bloque geopolítico contrario a los intereses del imperio son admirables. Y todo esto a pesar de tener en su contra a la clase política, los medios de comunicación, la CIA y el "poder real" del país, todos unidos en su contra. Da esperanza. Pero sólo hay que mirar a su vecino gigantesco, Brasil, para ver otro panorama.

El Lula que ganó las elecciones fue un Lula que ya, después de tres derrotas, pactó con el diablo en afán por el poder. Puso al presidente de la cámara de agronegocios y ex consultor de Monsanto al frente del Ministerio de Agricultura, ha hecho todo lo posible para frenar la reforma agraria, traicionó a los países del tercer mundo en la OMC al ingresar en los G-5 con Estados Unidos, ha sido implacable impulsor de políticas neoliberales, elogiado por el Banco Mundial, el FMI y Wall Street, y ahora está presidiendo sobre la descomposición total (¿y final?) de su partido de "izquierda," el PT, por medio de escándalos de corrupción al estilo Ahumada. El disgusto del electorado brasileño es tal que podrían no volver a colocar a la "izquierda" en el poder por varias décadas más. Según el Movimiento Sin Tierra (MST), uno de los dos movimientos sociales, junto con el zapatismo, más dinámicos del continente, si no del mundo (19 de agosto):

"El pueblo votó para hacer cambios. Votaron por un programa de compromisos de campaña... [pero] el gobierno frustró a todos y desfiguró la voluntad mostrada por 53 millones de electores y electoras. Hay una perversa composición de fuerzas políticas, incluyendo a conservadores y a la derecha, que han asumido puestos claves en el Banco Central, y en los ministerios de Hacienda, de Agricultura y de Desarrollo, Comercio e Industria... El julio pasado, en medio de una profunda crisis política, el gobierno promovió una reforma ministerial que reforzó más la alianza con los sectores conservadores. Ya decimos que este gobierno está desfigurado... No tenemos un gobierno de izquierda, ni de centro-izquierda. Vivimos bajo un gobierno de centro, en el cual la derecha controla la economía. Decimos adiós al PT y sus compromisos históricos."

Ahora miremos al continente africano, a la tierra de los sueños inspirados por Nelson Mandela, a Sudáfrica. Con el fin del apartheid, todos esperaban un gobierno de izquierda, cuando el Congreso Nacional Africano (CNA) -hecho partido político- ganaba las elecciones en alianza con el Partido Comunista. Pero el CNA se ha aliado con las trasnacionales y con las elites tanto blancas como negras, sus funcionarios se han enriquecido, y no han cumplido en absoluto con sus compromisos de campaña en temas claves como reforma agraria y generación de empleo. Todo este sueño del "gobierno por la mayoría negra" ha sido frustrado por una nueva elite negra, surgida del partido. En toda Africa se reconoce ahora a Sudáfrica como la playa de desembarco favorito del neoliberalismo y del bushismo en el continente. Hoy día, sus fuerzas de seguridad, compuestas en gran parte por los mismos agentes del apartheid, muchos de ellos blancos, se esfuerzan por reprimir las demandas legítimas de los movimientos de la aún empobrecida mayoría negra, como por ejemplo el Movimiento del Pueblo Sin Tierra (LPM), compuesto en gran parte por su antigua base social.

En Asia tomemos el ejemplo del gobierno de Tailandia, de corte "populista del centro", del primer ministro Taksin Chinawat, el magnate de los teléfonos celulares. Cuando llegó al poder Taksin utilizó un viejo truco de los gobiernos "populistas", utilizado también por el PT en Brasil y por el CNA en Sudáfrica: el nombramiento de muchos líderes de movimientos sociales, ONG y sindicatos en puestos de gobierno, una verdadera "fuga de cerebros" hacia arriba. Aunque desde el principio su gobierno resultó ser de centroderecha, y represivo, los movimientos le dieron una "luna de miel" de más de dos años casi sin protestas, esperando que sus ex camaradas, ahora enriquecidos, les dieran las respuestas tan esperadas. Todavía esperan, y la izquierda social quedó muy debilitada por la gran desmovilización que esto provocó.

Entonces, ¿qué podemos decir sobre los temas en debate? ¿Por qué Chávez sí, y los otros no? La respuesta está precisamente en lo que propone la otra campaña: la movilización desde la base. Chávez sí puede gracias a una población movilizada. Mientras que en Brasil, Sudáfrica y Tailandia los partidos en el poder lograron desmovilizar a grandes sectores sociales que pensaban que la batalla se había ganado en las urnas (con excepción del siempre autónomo y militante MST, que dice que el problema de fondo es que aún no hay "movimiento de masas" en Brasil). La estrategia del la otra campaña que propone el EZLN es precisamente asumir la tarea larga, pero clave, de construir el poder desde la base, de crear un movimiento que mantiene a la población movilizada.

 
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