¡No es la economía!... pero qué lata da
La calma chicha impera en la política, donde todo parece ir rumbo a la normalidad democrática. Los partidos se preparan para designar candidatos presidenciales, y el presidente Fox alista sus maletas. Salvo en el PRI, donde reina la informalidad, en perfecta sincronía con la que domina el mercado laboral, todo parece ir viento en popa. Veremos cómo sortean la PGR y el Poder Judicial las inconformidades de los supuestos dueños de El Encino, pero podemos suponer que la solución, sin duda provisional hasta el fin de los siglos, está estudiada.
Así las cosas, puede parecer impertinente volver a ocuparse del triste estado de la economía, lo que para muchos es, de cualquier forma, empeño fútil. Ante cada llamada de atención sobre algunas tendencias preocupantes del acontecer productivo o financiero, emanadas de la información económica del Estado, embiste impetuoso un optimismo presidencial digno de mejor causa que enturbia el contexto de la reflexión o del debate, hasta que los propios órganos del Estado encargados de la información económica y social lo corrigen, para que el ciclo vuelva a empezar.
El bochorno en la opinión pública sólo tiene parangón con el que seguramente sufren los técnicos y analistas del Banco de México, el INEGI o la Secretaría de Hacienda, sabedores de que las decisiones que importan no pueden tomarse en un ambiente dominado por el diario despropósito presidencial. Pero, dirán resignados, la nave va, aunque por debajo de la media máquina, los índices fundamentales de la macroeconomía parecen bajo control y sólo queda año y medio.
Quizás antes de acometer la reforma del Estado que tanto se necesita, el Congreso podría hacernos el servicio de darle autonomía al INEGI, decretar la constitución reglamentada debidamente de un consejo de asesores económicos de la Presidencia, y someter al Banco de México a un régimen de comparecencias y reportes que vayan más allá de la ritual sesión anual con los senadores, quienes acaban echándole porras al gobernador de la política económica y le piden solícitos estudios de todo tipo, muchos de ellos destinados a hacer la evaluación del propio banco central. El presidencialismo no ha muerto, aunque viva en el corazón de personajes imaginarios.
Y sin embargo, la noticia recurrente es que el barco no navega o lo hace en círculos cada día más viciosos. El Economista cerró la semana con el descubrimiento de que el desempleo formal está en la base de los huecos financieros del Instituto Mexicano del Seguro Social, y reporta que "en lo que va de la administración Fox, los trabajadores permanentes registrados en el IMSS aún no alcanzan los niveles que había al cierre del sexenio pasado". A fines del siglo XX, en efecto, había poco más de 11 millones de trabajadores registrados en el Seguro Social; esta cifra descendió a 10.7 millones en 2001, y a 10.6 millones en 2003, para empezar a ascender en 2004 (10.8 millones) y llegar en abril de este año a 10.9 millones de trabajadores. Como en México no puede haber desempleo, no por decreto, sino por falta de seguro frente a esta inclemencia, en su mayoría el resto de la fuerza laboral se refugia en la informalidad o se va para el norte (El Economista, 02/06/05, p.1).
El viernes, la primera plana del mismo diario informó: "Toca fondo la confianza en la economía", pero la noticia podría pecar de optimista si se toma en cuenta que la mayor parte de los analistas privados, consultados por el Banco de México, decidió bajar sus expectativas sobre el crecimiento de la economía y la creación de empleos durante el año. "De acuerdo con la última encuesta del Banco de México, la estimación de crecimiento de la economía cayó a 3.58 por ciento y la generación de empleos será menor, al ubicarse en 397 mil plazas" (Ibid, 03/06/05). Al respecto, Roberto González Amador, en La Jornada, nos dice: "... los consultores habían anticipado en abril un repunte de 406 mil nuevos empleos formales, mientras que hace un año calcularon un incremento de 458 mil... (el 3.58 por ciento de crecimiento del PIB, es) la estimación más baja en las últimas 20 encuestas mensuales. En el ejercicio de abril anterior, habían calculado un repunte de 3.84 por ciento" (La Jornada, 03/06/05, p. 24).
Las variables más socorridas por los consultores privados son la falta de reformas estructurales, la debilidad de los mercados externos, los incrementos de las tasas externas de interés y la inestabilidad financiera internacional, que en conjunto absorben 52 por ciento de las respuestas recabadas. Algunas de estas respuestas parecen haberse convertido más bien en lugares comunes, antiguos mantras del pensamiento empresarial vernáculo, como la ausencia de las fantasmales reformas del presidente Fox. Otras parecen estar subvaluadas, como podría ser el estado y las perspectivas de la economía internacional; sin embargo, lo que llama la atención es el peso que ha empezado a adquirir la "incertidumbre política interna", que ahora representa 21 por ciento dentro de los factores que podrían afectar el desempeño de la economía nacional.
Fea y ominosa combinación, la del desempleo y el subempleo de la mayor parte de los trabajadores con inquietud política. Pero tal vez una nueva oportunidad para repensar la sabiduría convencional que ha inundado los reflejos y las visiones de los contendientes por el poder constituido. No es con píldoras del Dr. Simi como se podrá superar la falta de trabajo que define hoy la sociedad mexicana; a medida que el tiempo pasa y los que mandan dejan pasar situaciones y proyecciones como las mencionadas, la lucha por el centro económico en que parecen empeñados los aspirantes puede volverse una lamentable y destructiva ilusión. Tan grave como aquella de que "la política económica se hace en Los Pinos", del presidente Echeverría, o tan arrogante, pero sin sustento histórico y político duradero, como la que se ha atribuido al gobernador Ortiz, de que la política económica se hace en Banxico.