Desde 1840 hasta hoy

Revistas femeninas: adoctrinamiento sobre la verdadera feminidad

* Importante trabajo de la UNAM rescata revistas femeninas del siglo XIX
* Ayer como hoy: ser, comportarse y sentir para que los demás sean felices

Araceli Zúñiga

Y usted, sí, usted, señorita –o señora– angelical mexicana: ¿qué tan bien se porta? ¿Está limpia su casa? ¿El baño huele a jazmines? ¿Los hombres a su cuidado están… bien cuidados?

En caso de no ser así y de que usted sea una mujer fodonga que compra el arroz ya hecho y en cuya casa comen los bisteces en platitos pasteleros porque los otros están sucios, le informamos que su mal tiene remedio. La solución está en lo que lee y no nos referimos a los dos tomos de El Segundo Sexo de la Simone de Beauvoir que tal vez la hagan más fodonga además de rebelde, sino a las revistas femeninas donde puede aprender a cumplir debidamente con todo, desde cómo ser feliz lavando pilas de platos después de llegar del trabajo, cuidar la digestión de los suyos, hasta cómo satisfacer sexualmente a su hombre aunque esté agotada. Así que ¡corra al puesto de la esquina por su revista favorita! En ella encontrará soluciones eficazmente “femeninas” que resolverán su vida actual de mujer incorrecta.

Pero no vaya usted a creer que está obteniendo algo novedoso ni un producto de la nueva era de la igualdad, la comunicación y la tecnología. El adoctrinamiento sobre la verdadera feminidad es tan viejo como el eterno femenino.

Para demostrar lo anterior, la UNAM, bajo la responsabilidad de la profesora Blanca Estela Treviño1, acaba de rescatar y digitalizar dos publicaciones del siglo XIX: Panorama de las señoritas mexicanas (1842) y El presente amistoso de las señoritas mexicanas (1847) cuyo objetivo era adoctrinar moralmente a las mujeres a través de textos en prosa y en verso en los que se difundían “preceptos morales, lecciones útiles y la educación” para el amor y la debida atención de una casa; o sea una potente educación ideológica y sentimental para las mujeres de esa época.

Guardando las diferencias de época, eran hace 150 años las equivalentes de Vanidades, Marie Claire, Vogue o Cosmopólitan.
Por ejemplo, en El panorama de las señoritas mexicanas de 1842 se lee: “Mujer ¡sé sumisa a tu marido! Esta palabra no te hace esclava, sino compañera”. En aquellos tiempos las facultades intelectuales de la mujer se condensaban en la “servidumbre del bello sexo” y su definición como persona era: “pasiva, sin facultad creadora, poco fecunda de ideas y de una esfera limitada”.

La estricta definición parece que ha cambiado, pero no tanto lo que se espera de nosotras.

La investigadora Elvia Montes de Oca Navas, de El Colegio Mexiquense, A.C. comenta en su ensayo sobre revistas femeninas:
“Ya en el siglo XX y durante la década de los treinta y los cuarenta en México circularon diversas revistas dedicadas a las mujeres, revistas que de alguna manera, continuaron guiando el “conocimiento” que las mujeres tenían de ellas mismas, de lo que de ellas se esperaba como integrantes del sexo femenino, de la imagen que debían conservar acorde con el ideal de la época y al cual aspirarían”.

Las revistas femeninas que en plena guerra mundial circulaban en México ¿informaron a sus lectoras sobre los sucesos históricos que afectaban al mundo?

¿Cuáles eran los contenidos de estos silabarios morales? Para señoritas, madres y esposas: labores de tejido, bordado, costura; recetas de cocina, consejos prácticos para el hogar y soluciones de problemas de la casa, especialmente los relacionados con la limpieza y los enseres domésticos; sugerencias para la conservación de la belleza de las mujeres, decorado de los hogares, modas, horóscopos, cápsulas interesantes referentes a algunos datos más o menos curiosos, correos sentimentales, instrucciones para saber comportarse y hablar bien en diversos grupos sociales, recomendaciones para educar bien a los hijos, recetas médicas sencillas para enfermedades o accidentes leves sucedidos en la casa; promoción de artículos domésticos como aparatos eléctricos, anuncios de pastas dentales, pomadas, jarabes y otros productos “indispensables” para el hogar. O sea, un contenido muy similar al de estos días.

¿Cómo debían ser las mujeres? La madre –sobre todo– debía ser solícita frente a las necesidades de “los otros”, ella “no necesita que le digáis que tenéis hambre, porque prevé vuestras necesidades; ella no necesita que le comuniquéis vuestros dolores, porque los adivina en vuestros ojos”, la madre es capaz de todo “aunque deba de levantarse de la tumba para protegeros con su sombra”.

Estos eran los preceptos a seguir: “una mujer –la esposa– debe poner en su mano azúcar y no vinagre para que su esposo coma de ella (…) Debían, sí, relacionarse con personas inteligentes que les permitieran una agradable conversación con su cónyuge, pues un hombre aburrido junto a su esposa “es un hombre que ya se está alejando de ella” (La familia, diciembre de 1943, p. 21). Además, “la buena apariencia de su esposo está en sus manos”.

Las revistas femeninas que se escribieron en esos años eran para que “las mujeres tengan en sus páginas un minuto de intensa vida interior, o la suavidad de un consejo, o la colaboración desinteresada en un trabajo manual” (La familia, junio de 1942, p. 14).

Consejos guía: “Dios en su infinita sabiduría da a cada quien lo que se merece, y a las mujeres que sufren se les recuerda que, a mayor sufrimiento, mayor la recompensa en el otro mundo, no en éste. La mujer es para todos, y ella es la que, para llegar al maravilloso triunfo hogareño, sacrifica en todos los momentos del día sus propias predilecciones para acatar las de los suyos, aherroja la vanidad femenina que tanto cuesta mantener, renuncia a la coquetería y al solaz, para comulgar la dura pesadumbre, la escasez, la amargura”…

Las mujeres debían dejar el lenguaje agresivo, dominante y autoritario para los hombres y “rechazar de manera enérgica lo que la acercara a la manera de hablar de los varones”. “A los ojos del niño, el padre encarna la ley, el vigor, el ideal y el mundo exterior, mientras que la madre simboliza la casa y el trabajo doméstico”.

¿Los mensajes religiosos? El hombre es imagen de Dios, la mujer es tan sólo imagen del hombre, de ahí su condición de inferioridad, así también Dios es la imagen perfecta de la paternidad, como los hombres son de sus propios hijos.

El saber, dicen, “echa a perder a las mujeres, al distraerlas de sus más sagrados deberes”. “Así como María mujer-madre, así deben ser todas las mujeres fieles a la religión cristiana”, por tanto no debían (¿no podían?) divorciarse, abortar, tener conciencia de su propio cuerpo”.

Rastreando esta historia podemos comprender por qué todavía hoy es común en gran parte de nuestra población la concepción de que la mujer es la culpable de muchos males que aquejan a la sociedad, ya que –además de perder el paraíso original por su mismísima culpa– por vanidad ha querido competir con el hombre y ha descuidado la crianza al trabajar fuera de su casa (aunque sea para subsistir). Se asegura que por ello han proliferado los divorcios, los niños abandonados, la fármacodependencia y la delincuencia en general. A esta mentalidad –de revista del siglo XIX– corresponden declaraciones de autoridades civiles y religiosas en pleno siglo XXI, que desean “que la mujer deje de trabajar fuera de su casa” (y se aleje de “ciertas” lecturas impropias para las mujeres decentes).

Así que, palomas: (caídas o arrojadas) del nido: a comprar nuestros silabarios morales del siglo XXI: las revistas femeninas. Bastante más caras ahora que en 1842, pero… nosotras lo valemos ¿o no?

 

 

La autora es investigadora/guionista de TV-UNAM. Autora de la columna Feminalia, del periódico Unión del STUNAM.

1 Estos archivos se pueden consultar en: www.coleccionesmexicanas.unam.mx

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