Usted está aquí: miércoles 27 de abril de 2005 Mundo Salen de Líbano los últimos soldados sirios

Al acatar la resolución 1559 de la ONU, Damasco concluye una ocupación de 29 años

Salen de Líbano los últimos soldados sirios

ROBERT FISK THE INDEPENDENT

Ampliar la imagen Soldados sirios que abandonan L�no en autobuses se despiden con banderas y canciones en el momento de retornar a su pa�FOTO Ap

Puesto Fronterizo de Masnaa, Libano, 26 de abril. Se han ido. Después de 29 años en Líbano, los últimos soldados sirios, quienes ni siquiera habían nacido cuando llegó el ejército, cruzaron la frontera a bordo de camiones agitando las manos y haciendo signos de victoria. ¿Cuál victoria? ¿De qué se estaban despidiendo? Misión cumplida. Eso es lo que se suponía que debíamos creer; que un ejército de pacificadores regresaba triunfante a su hogar en Siria, tras décadas de sacrificios. Hasta se llevaron sus monumentos. Algunos libaneses no sabían si reír o llorar.

Quienes lloraron pudieron visitar los calabozos donde años antes se les torturó. Quienes sonrieron incluyen al general Ali Habib, jefe de personal del ejército sirio, y a una figura mucho más siniestra, el general Rustum Ghazali, jefe de inteligencia militar siria en Líbano. Ghazali no sonrió mucho y no tiene por qué debido a que investigadores de Naciones Unidas que llegarán la semana próxima quiere saber más sobre lo que sabe del asesinato del ex primer ministro libanés Rafiq Hariri, el 14 de febrero. Los libaneses creen que Ghazali lo sabe todo.

Pero el martes anterior fue el general Habib quien habló, elogiando a los 250 soldados de las fuerzas especiales sirias que estaban ante él en la vieja base aérea francesa de Rayak, donde se conminó a los libaneses a agradecer a sus huéspedes militares por su estancia, demasiado prolongada.

Habib habló del sacrificio y colocó una corona de flores en el recién construido monumento a los soldados sirios muertos en Líbano desde 1976. Nadie mencionó una cifra, desde luego; sólo las dos batallas contra Israel que ganaron en 1982. El número de sirios muertos es cercano a 12 mil.

Sultan Yacoub y Ein Darah son las únicas batallas que los sirios pueden considerar victorias y en ambas tenían ventaja: los israelíes sólo fueron detenidos en ambos sitios durante su invasión. Eso es lo que los sirios llaman victoria.

En estas ocasiones lacrimosas, uno busca asomos de dignidad. Al menos el ejército sirio, que llegó en 1976 con un mandato de mantenimiento de paz proveniente de la Liga Arabe, no fue humillado en sus últimas horas. El ejército libanés hizo desfilar a cientos de sus hombres al lado de los sirios de boinas rojas, y ambos contingentes presentaron armas ante sus comandantes.

Había una minúscula banda libanesa y un conjunto sirio bastante más armónico que tocó una marcha con la cual los sirios, más que marchar, brincotearon al ritmo de la música apresurándose a pasar revista ante los oficiales libaneses y sirios. Al otro lado de la frontera, en Siria, todo se vio en el programa televisivo auspiciado por el gobierno, sobre todo porque un gran grupo de civiles fue llevado en camiones hasta la línea divisoria para arrojar flores a sus soldados.

Fue un momento sombrío para Siria. Su poder y su influencia sobre Líbano parecía estar agotando sus últimas gotas a medida que partieron los últimos soldados. Ali Haj, oficial libanés al mando de las Fuerzas de Seguridad Interna -quien plantó evidencia en el lugar donde fue asesinado Hariri en Beirut-, fue retirado. Lo mismo pasó con Jamil Sayed, jefe de la seguridad general.

El fin de semana, Raymond Azzar, quien encabezaba la inteligencia militar libanesa, se marchó misteriosamente con destino a París. Según el ejército, a una "misión". ¿Entonces por qué se llevó a su esposa y a sus dos hijos? ¿Va a ir a soltarle la sopa a los franceses? Todos eran mascotas de Siria en Beirut; hombres poderosos y, según algunos, peligrosos. Y ellos también se han ido.

La salida de los sirios aún parece irreal para muchos libaneses pese a que habitantes de Majdal Aanjar ejecutaron una danza dabke en la frontera para expresar su alegría por el repliegue, y su alcalde dijo que por primera vez no se siente asfixiado por los sirios.

Yo llegué a Líbano como reportero un día después que los sirios cruzaron la frontera a bordo de sus tanques, en junio de 1976, y el martes me di cuenta que duré aquí más que ellos. Después que me arrojaron granadas al este de Beirut, me las volvieron a arrojar en Zahle, valle de Bekaa (en una matanza que por supuesto no se mencionó el martes), y después de que casi me muero con ellos durante los ataques aéreos israelíes, los sirios se habían convertido en un elemento inamovible de mi vida.

Siempre los mismos hombres amenazadores de las unidades mujabarat en el cruce Chtaura, siempre los mismos policías militares afuera de Baalbek, siempre los mismos desaliñados elementos de las fuerzas especiales, con sus cascos verdes, Kalashnikovs y bayonetas, dentro de casas abandonadas en el camino montañoso hacia Aley.

El pecado de los sirios fue quedarse aquí cuando ya no eran bienvenidos. Durante meses, en 1976, en verdad contuvieron la guerra civil. Pero después, como hace todo ejército extranjero en esta región, se inmiscuyeron en la política libanesa, se pusieron del lado de las milicias y se convirtieron en parte de la guerra más que en su solución.

Al principio, los estadunidenses los querían aquí. El presidente Jimmy Carter creyó que pondrían fin a la guerra. Luego, cuando Bush padre necesitó la ayuda de Líbano para oponerse a la ocupación de Kuwait de Saddam Hussein, permitió que los sirios bombardearan el palacio presidencial libanés de Baabda, destruyendo el poder del general rebelde Michel Aoun, quien salió huyendo para exiliarse en Francia.

Pero ahora, para horror de Siria, el viejo general Aoun, ese hombre mesiánico aborrecido amargamente por sus rivales cristianos y la vieja Falange, regresará a Beirut el 7 de mayo, e inclusive se está ofreciendo de nuevo para ser presidente.

Para entonces podrán cometerse muchas diabluras y, claro, aquellos que dicen conocer Siria no están convencidos de que la larga mano baazista de Damasco no pueda aún meter la cuchara a la olla libanesa y removerla. ¿Pero tendrá la fuerza necesaria para intentarlo? Con Hezbollah en crisis, su protector, el presidente Bachar Assad, no puede lanzar amenaza seria contra los israelíes. Esa amenaza prácticamente desapareció cuando Israel tomó la iniciativa de retirarse de Líbano en 2000 después de una estancia igualmente prolongada de 22 años.

¿Qué precio habrá que pagar ahora por la meseta de Golán, ocupada por Israel? Y parece que Assad ha perdido Líbano para siempre. Todos se preguntan cuánto tiempo pasará antes de que el presidente George W. Bush hable de un "cambio de régimen", no en Bagdad sino en Damasco.

No era esto lo que debíamos pensar en Rayak este martes. Los sirios, cuyo trato a los periodistas se limita normalmente a amenazas y chillidos con los que ordenan "no tomen fotografías", fueron todo dulzura y buen humor. Los elementos de las fuerzas especiales llevaban uniformes de camuflaje bien cortados, inmaculadas boinas color amapola y marcharon en el desfile para que los grabaran las cámaras de televisión.

Pero uno notaba que habían tratado de ahorrar, lo cual apunta a las cargas económicas de Siria. Muchos de los tanques que sacaron de Líbano estaban totalmente oxidados. El ejército libanés, ahora de 60 mil hombres, llevaba uniformes más nuevos y marchaba con mayor precisión al lado de sus vehículos blindados recién pintados.

Huelga decir que en Líbano se tiene la ilusión de que, dado que el ejército libanés no tiene facultad de sofocar disturbios civiles, ni guerras civiles, éste no se dividirá entre los diferentes bandos sectarios como lo hizo su predecesor en 1976 y en 1984.

Por eso, un soldado sirio me dijo en marzo pasado que su ejército será enviado nuevamente a Líbano cuando comience de nuevo la guerra. Yo no lo creo. La nueva independencia de Líbano, y su futura "democracia" (palabra que debe permanecer entre comillas hasta después de las elecciones del 29 de mayo), deberá traer la estabilidad que el país necesita tras el asesinato de Hariri.

Los ejércitos de ocupación, aun respaldados por el mandato de una organización internacional, siempre han hecho daño en Líbano, y ahora el nombre de Siria está junto con el de otros guerreros extranjeros que también vinieron al país: los egipcios, los turcos, los franceses, los británicos, los israelíes, los británicos otra vez, los marines estadunidenses y los italianos.

Hubo un amargo recordatorio de estos costos detrás del desfile pues, como un centinela en la plaza y rodeado de árboles, se encuentra el monumento a los aviadores franceses que murieron aquí por su país. Los tenientes Joseph Mirande, Pierre Castet, Robert Liaux. Hay otros dos nombres de aviadores que aparentemente lucharon por la república colaboracionista de Vichy.

Colaboración y colaboracionistas

Los libaneses fueron buenos colaboradores. Algunos han colaborado con los israelíes, con los estadunidenses y, por supuesto, con los sirios, cuyo aparato de inteligencia no hubiera durado tanto tiempo sin ayuda libanesa.

En Aanjar, donde tenía sus cuarteles el general Ghazali, existe algo que tenía la función de recordarle a los libaneses el precio de rechazar el abrazo fraternal de Siria. Son viejos establos que fueron usados como prisión para libaneses que ofendían a los mandos sirios. En muchos casos, eran cristianos maronitas que después eran enviados a Damasco para seguir siendo interrogados. Muchos volvieron después de varios años.

Más de cien nunca volvieron y sus familiares irrumpieron en el centro de Beirut la tarde de este martes. Forcejearon con soldados libaneses, para exigir que el Parlamento pida a Siria información sobre ellos.

El guardaespaldas de un legislador hizo dos disparos al aire y 16 personas resultaron heridas en el tumulto. No hay información sobre los prisioneros pues, según explicaron con toda gentileza las autoridades libanesas, seguramente están muertos.

Siria deja algunos cadáveres tangibles sepultados en Líbano. Está Hariri. También el presidente Rene Moawad, así como el líder druso Jemal Jumblatt y el gran mufti, jeque Hassan Khaled. Todos entraron en conflicto con Siria. Todos, excepto Jumblatt, fueron asesinados en enormes atentados con bomba. Por eso la demanda libanesa por "la verdad" desde la muerte de Hariri se construyó sobre una pila de cadáveres. ¿Lo sabremos algún día? ¿Podemos desvelar los secretos de los últimos 29 años?

Cierto. El ejército sirio efectivamente impidió que Israel capturara todo Líbano en 1982. Recuerdo a un soldado sirio que me arrebató una bandera blanca en el campo de batalla diciéndome "aquí no valen las banderas blancas". Asimismo, el apoyo sirio a las milicias drusas y musulmanas puso fin al respaldo estadunidense con que contaba el régimen pro israelí de Amin Gemayel.

La bomba que mató a 241 soldados estadunidenses en 1983 se le adjudicó inicialmente a Siria, pero como siempre no hubo pruebas de ello. La presencia siria evitó que Líbano cayera en la paz helada que existe entre Egipto e Israel; Jordania e Israel, fundadas en tratados que los líderes apoyan, aunque mucha de su gente no.

Pero eso fue antes. La dinámica del cambio en Líbano, y esa omnipotente resolución 1559 del Consejo de Seguridad, avalada por Washington y París, parece haber sacado a Siria de Líbano para siempre.

Hubo un momento de incredulidad cuando el general Habib nos dijo que las relaciones sirio-libanesas "continuarán fortaleciéndose ahora y en un futuro". Agregó, en lo que fue una clara alusión a Estados Unidos que "cualquiera que crea que la historia de un pueblo puede eliminarse por los pronunciamientos de tal o cual país, se equivoca". El comandante libanés, Michel Suleiman, fue quien tuvo el dudoso honor de agradecerle a los sirios la reconstrucción del ejército de Líbano y el fin a la guerra civil en 1990.

Pero en cierto sentido, Siria nunca "dejará" Líbano porque muchos libaneses se han casado con sirios y muchas familias en el norte de Líbano tienen familiares que viven del otro lado de la frontera, y porque sirios y libaneses tienen numerosas amistades en uno y otro país.

Fue Francia la nación que sacó a Líbano de Siria al crear un país artificial con 17 diferentes sectas. Mis antiguas postales del puerto de Beirut llevan la leyenda "Beirut, Siria". A nivel emocional, muchos sirios sienten que Líbano les pertenece, y ésta es la razón por la que no hay embajada libanesa en Damasco ni embajada siria en Beirut.

"Dios, Siria y Bachar; no hay nada más", es lo que nos gritaban los soldados sirios al cruzar este martes la frontera en Masnaa. Ya habían trasladado hacia Siria la estatua del hermano muerto de Bachar, Basil, y varias efigies de su padre, Hafez. La suerte de estos monumentos era obvia, si los hubieran dejado en Líbano. Dios, Siria y Líbano siempre traen consigo problemáticas interesantes. No sé lo que pasará con Dios. Siria seguirá existiendo. ¿Qué ocurrirá con el régimen de Bachar?

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

 
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