Usted está aquí: domingo 13 de febrero de 2005 Espectáculos Vicente Fernández entusiasmó al Auditorio Nacional con 49 temas

Hizo valer su máxima: ''Mientras no dejen de aplaudir...''

Vicente Fernández entusiasmó al Auditorio Nacional con 49 temas

ARTURO CRUZ BARCENAS

Ampliar la imagen El charro de Huentit�asegur�e se retirar�l d�que ya no pueda cantar con dignidad FOTO Cortes�Ocesa

Cerca de las doce de la noche del pasado viernes, un diálogo de empleados del Auditorio Nacional reflejaba lo que ocurría en el escenario: "¡Ya no le aplaudan! ¡Ya nos queremos ir!"; y es que el charro Vicente Fernández hacía cumplir su máxima que es ley: "Mientras ustedes no dejen de aplaudir, Chente no deja de cantar".

Se desarrollaba el primero de tres conciertos consecutivos en el foro de Reforma, lleno en su totalidad. El charro de Huentitán interpretó 49 canciones y expresó frases que reflejan un machismo que sus fans toleran.

A las 20:40 horas comenzó el recital con el tema Ignacio Bernal, uno de las decenas de corridos que el público aplaudiría y cantaría toda la noche. Vestido de traje negro, llegó al escenario y lo recibió una gritería. Es ídolo y cualquier movimiento provoca una reacción. Soltó la frase-sentencia: "Mientras ustedes no dejen de aplaudir, yo no dejo de cantar, hasta que nos la amanezcamos".

La escenografía fue una simulación de un paisaje pueblerino, con unos arcos de piedra; entre cada columna se proyectaron imágenes de rancho, caballos corriendo veloces, vacas, horizontes verdes. Pacas de heno fueron dispuestas en varios puntos y una rueda de carreta remataba el ambiente.

Cuando comenzó a cantar Nos estorbó la ropa, los gritos de sus seguidoras se escucharon por todo el Auditorio. El tema de un encuentro amoroso exitoso. De qué manera te olvido, Qué de raro tiene causó la primera ovación de pie. Cada quien trae un fracaso en su pasado y el lacrimógeno tema fue coreado con desgañitamientos.

Recordando a Consuelito

Una de las cumbres de la noche en términos de machismo se dio con No me sé rajar, pero la suavidad se hizo manifiesta con Bésame mucho, de Consuelito Velázquez, en un homenaje del charro número uno de México a la recién fallecida compositora.

Advirtió: "Muchas veces me han preguntado que cuándo me voy a retirar, y yo les digo que lo haré el día en que ya no pueda cantarles con dignidad. Nunca haré el ridículo".

En medio de la emotividad comenzaron los acordes de una de las más esperadas: Mujeres divinas, donde la mujer es elevada al nivel de diosa, del ser más maravilloso del universo. Martín Urieta la compuso en una de tantas juergas que acostumbra. Un día, en una cantina un gringo escuchó a un mexicano hablar mal de una fémina que lo había traicionado. El estadunidense se paró y le pidió que no hablara mal, en su presencia, de las damas. De esa escena nació la canción.

Siguió el corrido al que El Negro Durazo quiso cambiarle la letra, porque no le gustaba. El policía era de Cumpas y El Moro de Cumpas habla de una derrota en una carrera de caballos.

Alternó el charro los corridos con las románticas. Prosiguió con Que seas feliz, también de Consuelito Velázquez. Varias parejas se abrazaron. Lo bravío con La ley del monte, de Ferrusquilla, quien la escribió en un difícil trance amoroso. La inspiración le vino en un viaje a la ciudad de México. Hizo una parada, caminó hacia un cerro y ahí, entre magueyes, nació la pieza que muchos biólogos critican porque va en contra de las leyes de la genética. "Las nuevas pencas que al maguey le brotan vienen marcadas con nuestros nombres". Darwin no lo aprobaría.

Se me hizo tarde la vida, de su disco más reciente, que es una historia de amor a destiempo: ella joven y él muy viejo. Las llaves de mi alma, que Chente compuso a una de las mujeres de José Alfredo Jiménez: Alicia Juárez.

De este último autor: Ella. De Nelson Ned cantó A pesar de todo. De un rancho a otro, De qué manera te olvido. Ya llevaba cantadas 25 canciones y el Jilguero de Huentitán dijo: "A penas se me está calentando el gañote".

Chente en el teclado

Antes de lanzarse con Si acaso vuelves, "de las más viejas", Chente dijo que haría algo que no hace normalmente: tocar el teclado. Se sintió Bach por un minuto. Le echó filin. Entre cada rola, Chente vaciaba el contenido de los vasos que le ponían con prontitud dos de sus empleados.

Aventaba el vaso hacia donde estaba heno esparcido. Comenzó a fumar y se escuchó decir a uno del público: "Si avienta el cigarro como hizo con los vasos, esto se va a incendiar y mañana se leerá en los diarios que Vicente prendió al Auditorio".

Siguió con No creo que tú, inédita de "mi amigo, productor y hermano: Federico Méndez. Se quejó con ironía de que Juan Gabriel no le haya dado nunca una canción, "pero de todos modos las canto". Subió su hijo Chente Jr., quien complació con dos temas de Joan Sebastián. Su papá le dio un beso en la boca. "Algunos periodistas han criticado que bese a mis hijos en la boca, y yo les digo que si mi padre viviera yo lo besaría, inclusive, ¡en los guevos¡". Hubo risas y sonrojos.

Así prosiguió, con El rey... y muchas más. Cerró con la composición de José Alfredo que ha hecho suya y que tiene dos nombres: Gracias o Tres corazones. A esa hora ya no había servicio de Metro.

 
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