Primera y Contraportada
Editorial
Opinión
El Correo Ilustrado
Política
Economía
Mundo
Estados
Capital
Sociedad y Justicia
Cultura
Espectáculos
Deportes
Fotografía
Cartones
CineGuía
Suplementos
Perfiles
La Jornada en tu PALM
La Jornada sin Fronteras
La Jornada de Oriente
La Jornada Morelos
La Jornada Michoacán
Librería
Correo electrónico
Búsquedas
Suscripciones
Obituario

E D I T O R I A L
 

Comentarios a esta sección
México D.F. Martes 7 de diciembre de 2004

 

Amiguismo e irresponsabilidad

La determinación anunciada ayer por el presidente Vicente Fox de destituir al secretario de Seguridad Pública (SSP) del Distrito Federal, Marcelo Ebrard Casaubón, y al comisionado de la Policía Federal Preventiva (PFP), José Luis Figueroa Cuevas, por la negligencia y la ineficacia con que actuaron las corporaciones policiales local y federal el pasado 23 de noviembre en San Juan Ixtayopan, Tláhuac, ante el linchamiento de dos agentes de la propia PFP, es una medida apegada a derecho, sí, y que hasta podría considerarse correcta, de no ser por dos factores: el hecho de que no haya sido despedido también el secretario federal de Seguridad Pública, Ramón Martín Huerta, corresponsable de la inacción policial, y el desafortunado e incomprensible momento escogido para hacer pública la decisión. Es pertinente poner en perspectiva tales fallas.

Por principio de cuentas, ha de señalarse que en la incapacidad para rescatar a tiempo a los tres agentes hay responsabilidad equivalente de los secretarios federal y local de Seguridad Pública, si bien al primero corresponde una adicional: un operativo de espionaje mal diseñado y organizado que dejó en situación de indefensión a las tres víctimas, pese a que, según datos disponibles, la SSP federal recibió informes de su contraparte capitalina de que sus agentes habían sido descubiertos y que su presencia estaba generando malestar entre los habitantes de la zona.

Ante la exasperante y desoladora certeza de que ni los policías de la ciudad ni los federales fueron capaces de hacer algo por evitar las muertes de dos de los agentes y las graves lesiones a un tercero, y tras el cúmulo inicial de pretextos y explicaciones insatisfactorias ofrecidos por ambas dependencias, tanto el titular del Ejecutivo federal como el gobernante capitalino, Andrés Manuel López Obrador, habrían debido pedir (como se expresó en editoriales anteriores) la renuncia inmediata de sus respectivos secretarios de Seguridad Pública. Como Fox no lo hizo en ese momento, habría sido pulcro y decoroso esperar, en todo caso, la culminación de las investigaciones y el deslinde de las responsabilidades antes de tomar una determinación semejante. Pero dio a conocer los ceses a dos semanas de los hechos, demasiado tarde para hacer gala de determinación, y demasiado pronto si lo que pretendía era mostrar prudencia. Para colmo, la carta de remoción llegó al despacho de Ebrard cuando el funcionario comparecía ante la Asamblea Legislativa del Distrito Federal para explicar los hechos, con lo que el mandatario cometió una notoria falta de respeto al órgano legislativo capitalino.

Sin embargo, lo más grave no está en las formas, sino en la actitud inequitativa y facciosa en la aplicación de las leyes que exhibió, una vez más, el gobierno foxista: se removió al titular de Seguridad de la ciudad, pero en el ámbito federal las responsabilidades no fueron sancionadas con la misma medida, sino que destituyó a un funcionario de menor rango, el comisionado Figueroa Cuevas. En cambio, a Martín Huerta, cuyo rango y responsabilidades son comparables a las de Ebrard, no sólo se le protegió y cobijó, sino se le encomendó, en el colmo de la incongruencia, la tarea de "una restructuración a fondo de la institución (la PFP) que fortalezca las líneas de mando y eleve la moral del personal", como si el titular de la SSP federal no hubiera dado, hace dos semanas, pruebas fehacientes de su incapacidad para tal encargo.

La determinación de conservar en el puesto a Martín Huerta tiene el agravante de que éste mantiene estrechos, añejos y conocidos vínculos con el titular del Ejecutivo federal, dato que tiñe los ceses de ayer con un matiz inocultable e inaceptable de amiguismo. Queda la impresión de que los propósitos presidenciales de hacer justicia "hasta las últimas consecuencias" y "trátese de quien se trate" no tienen ninguna validez dentro del propio círculo foxista. Así ocurrió con Lino Korrodi, Carlos Rojas Magnon, Carlos Flores, Laura Valdés y otros funcionarios amigos del Presidente que han logrado sustraerse de la acción de la justicia, del escrutinio o de la fiscalización, y que ante irregularidades en el ejercicio de sus funciones han sido sancionados, a lo sumo, con destituciones magnánimas. Pero el compadrazgo mostrado en el caso de Martín Huerta lleva aunada una grave irresponsabilidad porque, pese la manifiesta ineptitud del funcionario, no sólo se le permite continuar en el cargo, sino se le con-fían tareas de cuyo cumplimiento depende la seguridad de todos los mexicanos.
 

 
Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año
La Jornada
en tu palm

Av. Cuauhtémoc 1236 Col. Santa Cruz Atoyac
delegación Benito Juárez México D.F. C.P. 03310
Teléfonos (55) 91 83 03 00 y 91 83 04 00
Coordinación de Publicidad
Tels: (55) 91 83 03 00 y 91 83 04 00
Exts: 4329, 4308, 4137 y 4104

Email
La Jornada en Internet

Email

  © Derechos Reservados 2003 DEMOS, Desarrollo de Medios, S.A. de C.V.
Todos los Derechos Reservados. Derechos de Autor 04-2003-08131804000-203.
Prohibida la reproducción total o parcial del contenido sin autorización expresa del titular.
El título y contenido se encuentran protegidos por la legislación de la materia en la República Mexicana.