Margo Glantz

Una ballena llamada Ariel

El sábado 6 de noviembre tuvo lugar en el Claustro de Sor Juana un espectáculo múltiple: en la vieja capilla, donde Sor Juana rezaba y cumplía con sus ejercicios devotos, se exhibió el video Ballena gris, proyecto realizado en Baja California por un maravilloso equipo: Ariel Guzik, a cuyo cargo estuvo el diseño del instrumental y la experimentación, los dibujos, los textos y la interpretación musical -el acompañamiento del canto de las ballenas con el saxofón-; las fotografías las tomaron Gabriel Figueroa Flores y Raúl González, quien se ocupó asimismo de la filmación en tierra y la microfotografía; la submarina, a cargo de Peter Schalkwijk, además de la logística de campo junto con otros miembros del equipo, Leobardo Ramírez, Emilio Gálvez, Tim Means, Alejandra Fraustro, quien a su vez se ocupó de la producción ejecutiva y organizó el concierto que acompañó a la exhibición; la mezcla y la edición se debió a Emilio Gálvez y Fuentes; la técnica, a Leonardo Ramírez.

Menciono a Rocío Huitrón, Gloria Ovalle, Adriana Díaz Enciso, Carmén Terán, Ibeth Castañeda y dejo en el tintero computarizado a varios más. La ejecución del proyecto fue realizada por el Laboratorio Plasmaht, creado por el propio Ariel y la Legión V.

El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, entre otras instituciones, lo hicieron posible.

El viejo convento de San Jerónimo, cuyas vicisitudes han sido múltiples después de la exclaustración de la monjas de ese recinto -ejecutadas las Leyes de Reforma después de la caída de Maximiliano y la Restauración de la República en 1867-: casa de vecindad, cabaret, ruina, ahora una universidad floreciente que a sus cursos añade un extenso programa cultural; la gente acude en tropel al centro, como en el espectáculo que reseño: circulaban jóvenes, viejos, niños, de la capilla -allí, reiteradamente, se exhibía el video- al patio exterior provisto de grandes pantallas en las que pasaban algunas de las fotografías del mismo y en el claustro, un concierto-exhibición.

Los músicos eran Gibrán Cervantes, diestro músico y compositor, creador de varios instrumentos originales, y Ariel al saxofón y la trompeta; alrededor, varios de los instrumentos-escultura que Ariel ha confeccionado, captando la energía de la naturaleza y su sonido, el de las plantas, los insectos, la luz; destacaban las muy admiradas arañas electrónicas: tocan las castañuelas y la percusion a ritmo regular y convulsivo, se descompone y se arregla siguiendo un patrón y luego su propio arbitrio. Circulación y espacialidad múltiples, espectáculos lúdicos y al mismo tiempo científicos, divierten e iluminan, además de entusiasmar.

Un proyecto que me recuerda las novelas de Julio Verne y las aventuras del capitán Nemo, aislado en su isla solitaria; una expedición fallida, voraz, la de unos japoneses que hacia 198x zarpan hacia Baja California para instalar una enorme plataforma de concreto repleta de maquinaria descomunal: intenta explotar los yacimientos de roca fosfórica de la bahía.

Por suerte fracasan, la abandonan y pronto el material industrial se vuelve un material poético: ''(...) enormes tornillos sujetan la maquinaria a la superficie de la plataforma, cuyas entrañas están compuestas por laberínticas cámaras sumergidas, interconectadas por escotillas y vestíbulos oscuros, a los que se accede a través de la alcantarilla".

Son la base del proyecto, se convierten en una plataforma de exploración submarina, dan pie a nuevos instrumentos, producen música, recrean imágenes.

Oigo de nuevo el disco: las ballenas cantan como cantaban las sirenas al paso del inquieto Ulises; un bello diagrama matemático es a la vez una ballena estilizada y el logo del proyecto que ha ideado Ariel; las microfotogra-fías de Raúl González son obras de arte, el vuelo de un águila, yacimientos de corales, fósiles, huellas de cangrejos sobre la arena, un caracol ensimismado, un grano de arena agigantado, la estela de una aleta de pez.

''Inspirados por las ballenas grises que han habitado nuestros sueños, encontramos ahí el lugar idóneo para instalar una estación anfibia cuya finalidad es rastrear señales provenientes del mar y conjugarlas con otras emanadas del sol, las nubes y el viento, mediante instrumental del Laboratorio Plasmaht'', nos cuenta Ariel.

''Una noche, en vísperas de luna llena, comenzamos el montaje del laboratorio en la antigua nave gris semioculta entre la neblina, el desierto y el mar, donde flota al resguardo de los manglares de la bahía."