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México D.F. Viernes 12 de noviembre de 2004

La región, sin programas e infraestructura para atender a este sector en aumento, alertan

Avizoran expertos crisis demográfica en AL por envejecimiento poblacional

En 2050, 20% de los mexicanos será mayor de 65 años; la proporción actual es de sólo 5%

EUI /INFOESTRATEGICA

El aumento en la esperanza de vida es una noticia vieja en el mundo industrializado, pero este fenómeno se ha extendido a las naciones en desarrollo. En unas cuantas décadas, México y otros países con desarrollo similar ni siquiera sabrán de dónde vino el golpe.

Aunque sigue siendo joven en comparación con el resto del mundo, América Latina está envejeciendo rápidamente. En Chile, Costa Rica, México y Venezuela el porcentaje de ancianos se habrá duplicado entre 2000 y 2025. La rápida emigración de trabajadores jóvenes a Estados Unidos está acelerando esta tendencia.

ancianos_asamblea_f014-cA algunos países el futuro ya los alcanzó. La nación más envejecida del hemisferio occidental no es Canadá o Estados Unidos, sino Uruguay, donde más de 17 por ciento de la población tiene más de 60 años.

En un par de décadas, más de la mitad de los ancianos del hemisferio vivirá al sur del Río Bravo, indica Marta Peláez, experta de la Organización Panamericana de la Salud.

Los expertos dicen que esta vertiginosa transición provocará que las naciones en desarrollo tengan graves problemas para atender a su población anciana y enferma, una tarea ardua aun para los países prósperos.

Pero a diferencia de Estados Unidos, Europa o Japón, que intentan mantener la salud financiera de sus sistemas de pensiones y atención médica, muchos países pobres ni siquiera tienen sistemas básicos de protección social para sus ancianos.

Por ejemplo, en México la mayoría de la población de la tercera edad carece de pensión, y aproximadamente la mitad ni siquiera tiene servicios de salud, lo que hace temer que la incidencia de enfermedades irá en aumento a medida que la población envejezca.

Los observadores dicen que la mayor transformación para algunas naciones en desarrollo radica en la forma en que ellas mismas se perciben. En México, por ejemplo, los anuncios clasificados sólo buscan trabajadores de menos de 30 años. La discriminación por edad, la salud de los adultos mayores y el diseño de edificios que le faciliten a los ancianos entrar y desplazarse, aún son temas nuevos para naciones que están más preocupadas por la mortalidad infantil o el desempleo entre los jóvenes.

El envejecimiento de los países latinoamericanos también afecta a Estados Unidos. La oleadas de migrantes han colocado a ese país en una mejor posición que Europa y Japón al mantener el crecimiento de la fuerza laboral y la solvencia del sistema de seguridad social. Pero el envejecimiento de los latinoamericanos podría reducir el flujo de migrantes en edad de trabajar a Estados Unidos.

América Latina sigue siendo una de las regiones más jóvenes del mundo. En el año 2000, casi un tercio de sus 511 millones de habitantes tenía menos de 15 años.

Pero los avances en la medicina, la nutrición y los servicios sanitarios han aumentado la expectativa promedio de vida a casi 71 años, 20 más que a principios de los 50.

Mientras, las tasas de fertilidad se han desplomado. La rápida urbanización, una mejor planeación y más mujeres en la fuerza de trabajo han provocado que la tasa de fecundidad en América Latina haya disminuido de un promedio de seis hijos por mujer, a mediados de los años 70, a 2.5 en la actualidad.

La combinación de un aumento de la longevidad y una reducción de la tasa de fertilidad ha dado lugar a un aumento de la población anciana en todo el mundo.

La mayoría de los países latinoamericanos seguirán siendo jóvenes en las próximas décadas, pero están envejeciendo mucho más rápido. Por ejemplo, en el año 2000 menos de 5 por ciento de la población de México tenía 65 años o más. Esta proporción crecerá hasta 20 por ciento para 2050.

Esta carrera contra el tiempo preocupa a los expertos, quienes señalan que la mayoría de los países industrializados alcanzó la prosperidad económica mucho antes de que su población de ancianos empezara a consumir una parte importante de los recursos nacionales. La mayor parte del mundo en desarrollo tiene que correr contra el reloj para fortalecer la economía y estar en condiciones de manejar las colosales necesidades de gasto social de la población en retiro.

Algunos países de América Latina ya tienen una proporción de ancianos comparable con la de naciones del primer mundo, pero sus recursos para enfrentar esta situación sigue siendo del tercero.

Los demógrafos están angustiados. La menor natalidad en las naciones en desarrollo significa que las personas mayores tendrán menos niños que cuidar, una práctica que tradicionalmente ha funcionado como red de seguridad social en los países pobres.

Las remesas, sustento de muchos viejos en los países en desarrollo, tenderán a agotarse a medida que los migrantes formen sus propias familias en Estados Unidos.

Los sistemas de seguridad social de los países desarrollados se están volviendo insostenibles, y son inviables en América Latina, donde la economía informal es enorme y la recaudación fiscal ínfima.

Al igual que sus contrapartes de los países industrializados, los legisladores de las naciones en desarrollo están descubriendo que no hay soluciones fáciles para incrementar significativamente el gasto en los adultos mayores sin sacrificar otros programas o cobrarle más impuestos a los jóvenes.

Pero como ocurre en Estados Unidos y Europa, existen poderosos incentivos para atender a este creciente e influyente grupo de electores. El jefe del Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, se ha ganado la devoción de los adultos mayores con programas de salud, nutrición y un apoyo económico de aproximadamente 700 pesos para las personas de 70 años o mayores. Más de 350 mil personas reciben estos beneficios, que se financian con aportaciones federales.

Los economistas han advertido que este programa es financieramente insostenible aun para la ciudad, pero los grupos que defienden los derechos de los adultos mayores sueñan con ampliarlo a todo el país.

Manuela Camacho es una beneficiaria. Esta mujer de 78 años dice que para ella la ayuda del gobierno capitalino es la diferencia entre comer diario y pasar hambre varios días. Incluso le alcanza para darse lo que considera pequeños lujos: azúcar, café soluble, galletas de chocolate y papel higiénico. Manuela no oculta sus preferencias políticas. "Yo votaría por él (López Obrador) aquí o en cualquier lugar si pudiera. El es el único político que me ha dado algo. Lo quiero. Todos lo queremos".

Traducción: David Zúñiga 

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