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México D.F. Viernes 12 de noviembre de 2004

Angel Guerra Cabrera

Latinoamérica y la permanencia de Bush

La permanencia de Bush, El Cruzado, al frente de la Casa Blanca es una gra-ve amenaza para el mundo. Al leer algunos análisis se desprende una visón reduccionista que considera al petróleo y el gas de Medio Oriente y Asia central objetivo casi único de su mi-sión redentora y pierde de vista o subestima su alcance geoestratégico en otras zonas como América Latina. Olvida que el imperialismo yanqui posee una política mundial desde su nacimiento. Es cierto, varios he-chos le impiden concentrar el ataque en este momento al sur del río Bravo, donde de por sí no le faltan dolores de cabeza. Las tropas imperiales han sido empantanadas por la resistencia de Irak y nadie en sano juicio apuesta por la viabilidad de la farsa electoral que en base a metralla se prepara en el país árabe, lo que seguirá exigiendo un gran esfuerzo político y militar de Washington frente a una situación crecientemente inestable. Esto sin contar el fiasco afgano.

Es cierto también que ya en su propia casa -donde hay graves problemas económicos- casi la mitad de los electores sufragó más que por Kerry contra Bush. Por tanto, Estados Unidos es un país dividido y con serias fracturas en torno al presidente, no sólo en el establishment en su conjunto, sino hasta en el seno de los fanáticos neoconservadores. Obstáculos no faltan a Bush para imponer su agenda, pero no son suficientes para impedir la aplicación en América Latina de la estrategia de dominio mundial codificada en la doctrina de seguridad nacional. Y es precisamente en esa estrategia donde nuestros pueblos resultan más amenazados en cada punto y coma de todo un manifiesto contra el derecho a disentir del actual orden mundial, el derecho a la diversidad, a ser política y culturalmente distintos. Aquel que no se rija por el dogma del libre mercado y la democracia elitista sea anatema, es el diktact.

Pues bien, Cuba es hoy el más grande desafío teórico y práctico a escala de una sociedad y un Estado a esa manera de concebir el mundo, lo cual nos explica también por qué resulta intolerable su mera existencia para los planes de los neoconservadores y explica por qué la de Bush ha hecho más que cualquier otra dirección en Washington por acosarla y asfixiarla económicamente. Y por qué nunca se ha cernido sobre ella un peligro mayor de intervención militar de Estados Unidos que en este segundo periodo del bárbaro. Venezuela se ha rebelado también contra la filosofía de los dueños del mundo y ya hemos visto cuál ha sido la respuesta en términos de subversión, golpe de Estado, sabotaje económico, y lo que falta... Argentina se niega a aceptar al pie de la letra las recetas neoliberales, Uruguay intenta el mismo camino y Brasil busca un equilibrio mundial donde cuenten los países pobres y se complementen las economías de América del Sur. Y siguen los anatemas. Porque además de estos estados, existen movimientos populares de honda raíz en casi cada país latinoamericano, cuyo común denominador es el rechazo al neoliberalismo y al antimperialismo: el Movimiento de los sin Tierra, la rebelión boliviana, la guerrilla y otros movimientos co-lombianos, los piqueteros, la Conaie y el EZLN son los más conocidos, pero no los únicos. Hay derrotas y victorias en esta contienda, avances y retrocesos. El avance del movimiento social no es ni puede ser lineal. Pero en conjunto la lucha por derrotar al neoliberalismo en nuestra América muestra un balance alentador.

El imperialismo no se mueve sólo por causas económicas y la lucha de ideas está en el interés máximo de sus círculos dominantes. En esta lucha de ideas América La-tina demuele importantes mitos de la dominación. De allí que los imperialistas comprendan la importancia de ganar al precio que sea la batalla por el control de las conciencias, en la que saben que van perdiendo terreno. Por eso no escatiman recursos de su amplia panoplia política, económica y militar para reducir a los pueblos de la patria grande. De la misma manera, los la-tinoamericanos debemos saber sacar partido de los acontecimientos que le impiden actuar con manos sueltas en la región y acudir al recurso estratégico de la unidad an-timperialista de todas las fuerzas populares sobre todos los puntos en que sea posible. Y esto incluye a quienes en el mismo corazón del imperio lo enfrentan o se disponen a hacerlo en la medida que prueben las dulces mieles del segundo periodo bushista.

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