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México D.F. Sábado 25 de septiembre de 2004

Indios del continente se dirigen a cita de cada 4 años

En tránsito a Panamá, caravana por la paz visita el caracol de Oventic

HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO

Oventic, Chis., 24 de septiembre. Todo negro: los jeans, la camiseta, el paliacate que le rodea la frente. Negras las botas. Y buena pinta. Moreno, rostro fuerte, ojos achinados, Ron Mac Intosh toma asiento en la cafetería Che Guevara del caracol Resistencia y Rebeldía por la Humanidad y cuenta a La Jornada cómo vino a dar aquí desde Whitehorse (caballo blanco), población de los athabaskin en el territorio del Yukón, en el norte de Canadá.

-Nosotros no reconocemos fronteras -se arranca en inglés. Explica que una caravana por la paz y la dignidad salió simultáneamente de Alaska y Tierra del Fuego y sus dos vertientes planean encontrarse el próximo 25 de octubre en la nación kuna, en Panamá, para una ceremonia que define como "espiritual".

Y sí, esa es la onda que traen estos runners (corredores), como se autodenominan los miembros de Peace and Dignity Journey/Jornada por la Paz y la Dignidad. Creo entender que no son el único contingente que se dirige desde Norteamérica a Panamá, a la cita que cada cuatro años desde 1992 se dan grupos indios del continente americano.

-Los zapatistas están en el espíritu de nuestro camino. Era indispensable para nosotros venir. La intención es recuperar nuestro espíritu de antes que llegara Colón y recobrar las tradiciones que hemos perdido. Ahora nuestros pueblos saben que tenemos futuro, porque tenemos historia. Debemos reunir los conocimientos secretos de nuestros ancestros sobre la tierra y el cosmos. Es necesario un cambio, y ésta podría ser nuestra última oportunidad -expresa.

De los plazos largos de la historia y el dejo apocalíptico de sus palabras, pasa a describir su origen inmediato:

-Mi pueblo vivía en una reservación más allá del río Yukón. Las tierras eran una mierda, las peores. (El gobierno de Canadá) quería que viviéramos de hacer pequeños negocios. Nuestros líderes se clavaron en las ganancias materiales y vivíamos mal. Así que migramos a Whitehorse, donde al menos hay agua y algo de tierra viviente.

La caravana de runners fue recibida ayer por la junta de buen gobierno, y festejada en la escuela secundaria autónoma Primero de Enero. Por la noche hubo fiesta. Si bien han hecho su periplo en varias camionetas tipo SUV, ayer caminaron desde la cabecera municipal de San Andrés hasta Oventic. Algunos miembros de la caravana hablan castellano o espanglish. El resto se comunica en inglés.

Durante una ceremonia en el auditorio Emiliano Zapata, convertido de pronto en una especie de círculo solar o de pow wow internacional, los 35 runners forman este viernes al mediodía un óvalo, junto con unos 20 indígenas zapatistas con pasamontañas, ropas de campesino y sombreros de palma. Al centro se extienden muchos sarapes, alfombras y rebozos coloridos. En ellos, uno por uno, colocados con gran cuidado, están 242 bastones y remos de mando de otras tantas comunidades y tribus indias que han visitado en su recorrido a través de Canadá, Estados Unidos y México. Unos pintados con motivos mitológicos del Polo Norte; otros adornados con plumas, cintas, plumas, pieles de zorro y serpiente. También hay tomahawks del pueblo apache, e incluso un convencional paraguas verde con gancho de plástico color salmón y coronado con un cuerno de venado.

Una muchacha sahúma meticulosamente, con un ramo de artemisa en brasas, a cada participante. Algunos hacen discursos. Una indígena ya mayor, de Alaska, saluda a los zapatistas "porque tienen la fuerza de la Madre Tierra" y entona la canción Piel de caribú; se acompaña por un tambor de mano, más grande que una pandereta, y algunos runners danzan.

Los indígenas zapatistas, que los habían recibido con la Cumbia de la coqueta y la letra original de Carabina 30-30, pero en versión cumbia, ven que sus visitantes traen otra frecuencia. Y más cuando la mujer que conduce la ceremonia invita a los anfitriones a ofrecer el rezo para la ceremonia.

No que los espanten estas cosas, si aquí en Oventic las bases zapatistas han recibido lamas del Tíbet, marakames huicholes, monjes descalzos, pastores por la paz... Aún así, perplejos, los representantes rebeldes necesitan intercambiar entre sí opiniones, comentarios y sugerencias en tzotzil. Pasan algunos minutos. No venían preparados para eso. Los zapatistas suelen mantenerse dentro de lo secular aun aquí en los Altos, donde la religiosidad es fuerte. Pero ya que eso toca, se comisiona a cinco compas para que salgan al quite.

Menos mal que no venían preparados. Los encapuchados inician una letanía polifónica en tzotzil, que a ratos parece un llanto, a veces un alivio de la respiración. La verdad, suena muy espiritual, y los visitantes quedan satisfechos, inspirados para seguir su viaje al sur.

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