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México D.F. Viernes 24 de septiembre de 2004

Adolfo Hitler o la obsesión por destruir

''Realismo escalofriante'' en la película El hundimiento

EVA USI ESPECIAL PARA LA JORNADA

Berlin. Es la secretaria de Hitler quien plantea la interrogante que ningún cineasta alemán se había atrevido a hacer antes: ¿cómo una persona tan atenta puede ser a la vez tan brutal?, pregunta Traudl Junge a Eva Braun, recién casada con Hitler. Eva, quien venera ciegamente al dictador, responde: ¿Quiere usted decir, cuando es el Führer?

En este breve diálogo se encierra el enigma que aborda la película Der Untergang (El hundimiento), que relata los últimos 12 días de la vida de Hitler en su búnker berlinés y el cruento fin del nacionalsocialismo. Hitler, interpretado por el actor suizo Bruno Ganz, es un hombre encantador con las mujeres, que acaricia a su perro y besa en la boca a su compañera, Eva Braun. Tiene temores y preocupaciones como cualquier ser humano. Al mismo tiempo se ve al antisemita y asesino desalmado que no tiene remordimientos por haber llevado a su pueblo y a media humanidad a la guerra más devastadora nunca conocida.

La cinta representará a Alemania en la carrera por el Oscar, anunció este jueves en Munich la organización oficial German Films.

Pocas películas en la historia del cine alemán han dado tanto de que hablar y de que escribir, incluso antes de su estreno. Después de casi 60 años desde la caída del Tercer Reich, es la primera producción alemana reciente que intenta descifrar el fenómeno Adolfo Hitler, presentando al dictador lo más cercano posible a la realidad con estricto apego a datos históricos. La única referencia anterior data de 1955 con Der Letzte Akt (El último acto), de Georg Wilhelm Pabst, en la cual se ve a un Hitler -Albin Skoda- que responde al típico cliché de la encarnación del mal.

Bajo la dirección de Oliver Hirschbiegel (El experimento, 2001), y con Bernd Eichinger (El nombre de la rosa y La casa de los espíritus) como productor y autor del guión, la cinta se basa en el libro Der Untergang, del historiador alemán Joachim Fest, y en las memorias de la secretaria particular de Hitler, Traudl Junge, cuyo testimonio es el hilo conductor de la historia.

Un hombre paternal

El espectador observa a Hitler con los ojos inocentes de su secretaria, joven muniquesa que es contratada pese a sus innumerables errores de mecanografía. "Tantos errores como yo he cometido no le podrían ocurrir a usted con la máquina de escribir", le dice el Führer con actitud paternal. Con excepción de esa escena, con la que comienza la cinta, la película transcurre en su totalidad en el búnker del dictador, a 10 metros de profundidad bajo la cancillería. Ahí se ve de nuevo a su secretaria, Traudl Junge, dos años y medio después, cuando prepara, con Eva Braun, un pastel para celebrar el 56 aniversario del dictador. Es el 20 de abril de 1945.

De hecho, en esa fortaleza de varios metros de espesor que el dictador mandó construir vivió éste los últimos meses de su vida, saliendo esporádicamente a la superficie. Lo que ahí ocurre es sintomático de la fase final de un imperio que se desmorona con estrépito.

Hitler fantasea con ejércitos que ya no existen, mientras algunos de sus generales empiezan a dejar de creer en él. El tirano intuye la derrota aunque se aferra desesperado a cualquier esperanza de triunfo, por endeble que sea. Es ya una sombra de lo que fue.

Afectado por el mal de Parkinson, tiene un permanente temblor en la mano izquierda y su postura se encorva cada vez más. Se encuentra física y mentalmente acabado y a veces, cuando estalla en cólera, se convierte en una caricatura. En medio de este colapso, los fundamentos de su poder se sostienen. Hitler sigue en condiciones de dar órdenes de liquidar a algún traidor, como el oportunista Hermann Fegelein, cuñado de Eva Braun, sin que nadie se atreva a desobedecer.

Desconfía de sus más íntimos colaboradores. Destituye al temible Himmler por intentar negociar la rendición con los aliados occidentales. Si acaso, confía todavía en el siniestro Goebbels, su ministro de Propaganda, quien grita a un subalterno que no siente lástima alguna cuando éste le avisa que los soldados carecen de armas y de seguir en combate estarán condenados a una muerte inútil.

Afuera en las calles estallan bombas y se aproxima la caída de Berlín. Entre las ruinas un niño, como muchos otros, se convierte en carne de cañón en una guerra infame que se acerca a su fin. La ciudad está rodeada y las tropas soviéticas avanzan con rapidez hacia el búnker.

Abajo Hitler delibera con su arquitecto predilecto, Albert Speer, mientras observan juntos la maqueta de la futura capital del Tercer Reich, Germania. Hitler minimiza los bombardeos aliados sobre las ciudades diciendo que facilitarían la reconstrucción. Speer, uno de los observadores más inteligentes del dictador, contaría después que nunca entendió quién era en realidad aquel hombre, impresión compartida por otros. Días después, antes de que Hitler se quite la vida, Speer le confiesa no haber seguido sus órdenes de poner en marcha la política de tierra quemada -destruir toda infraestructura para detener el avance aliado- por consideración a la población. Hitler llora.

Realismo escalofriante

Según el historiador Joachim Fest, Bruno Ganz ha sido el único actor que ha logrado llevar a la pantalla la personalidad de Hitler, y el resultado es de un realismo escalofriante. También el historiador británico Ian Kershaw, biógrafo de Hitler, afirma que Ganz domina la voz del dictador y que la cinta logra transmitir la atmósfera de manicomio que se apodera del búnker aquellos últimos días. Bruno Ganz estudió minuciosamente la mímica del dictador y su manera de hablar, no a partir de esos discursos incendiarios conocidos por alguna vieja grabación, sino echando mano de un registro realizado a escondidas por un técnico, en el que se escucha una conversación de siete minutos entre el Führer y un diplomático finlandés. Hitler, de timbre barítono, habla pausadamente con ligero acento austriaco. Al pronunciar ciertas palabras por las que muestra predilección hace una pausa, como en "¡rrücksichtslos!" (sin consideración). Ganz se preparó durante meses leyendo sobre su personaje, lo cual, según el actor, fue la mejor prevención para no perderse en la personalidad del dictador, ya muy enfermo. "Sin embargo en ciertos momentos sentí lástima por él, me parecía un pobre diablo y en todo caso si sólo hubiera sentido odio no hubiera podido representarlo", dice

Hacia el final de la cinta, de dos horas y media de duración, la derrota es casi un hecho consumado, y pese a ello todavía se ven muestras exaltadas del fanatismo que Hitler llegó a despertar en muchos, entre ellos Magda Goebbels, quien vive con su familia esos últimos días en el búnker y no quiere que sus hijos crezcan en un mundo sin nacionalsocialismo.

Después de matar a su perro, y de casarse con Eva Braun, Adolfo Hitler ingiere cianuro y se da un tiro. Los cadáveres de ambos son incinerados con 200 litros de gasolina. Goebbels y su mujer Magda envenenan a sus seis hijos y se suicidan de un tiro. Berlín se convierte en una fosa común. La secretaria de Hitler, Traudl Junge, logra escapar colándose entre las tropas rusas de la mano de un niño soldado.

La cinta, con un costo de 13.5 millones de euros, ha atraído al público en masa a los cines desde el día de su estreno y no se trata sólo de fanáticos militantes neonazis, como algunos preveían: entre la audiencia hay mucha gente joven. La figura del hombre que prometió a los alemanes un imperio de mil años y acabó llevándolos a la destrucción ha sido una sensación mediática que ha levantado el tiraje de diarios y revistas, y el rating en programas televisivos.

El diario Tageszeitung hablaba de una hitleritis que se ha expandido a lo largo y ancho del país como un virus gripal, mientras el Sueddeutsche Zeitung aconsejaba cómo protegerse del fenómeno leyendo obras de Thomas Mann y Elías Canetti, o de los historiadores Joachim Fest y Sebastian Haffner. El diario sensacionalista Bild señalaba a sus 11 millones de lectores que la cinta es un thriller histórico que muestra al eterno fantasma alemán como una figura paternalista y diabólica, monstruosa y humana.

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