México D.F. Lunes 30 de agosto de 2004
La víctima denuncia falta de medicamentos y narra vejaciones en Guadalajara
Un torturado junto a altermundistas aún sufre agravios en Puente Grande
ENRIQUE MENDEZ
Víctima de represión y tortura infligidas por el gobierno panista de Jalisco para obligarlo a declararse culpable de delitos que no cometió, el profesor de secundaria Eduardo Carbajal Avila narró, en un escrito dirigido a diputados perredistas, la forma en que fue detenido el 28 de mayo pasado por policías antimotines, así como los días que pasó en espacios utilizados por la Policía Judicial estatal, donde sufrió los tratos dados a altermundistas.
El acoso y las presiones a los detenidos ese día, narró, continúan en el penal de Puente Grande, donde se les niega suministro de medicamentos. Además, "nos dan de comer sólo salchichas en agua, frijoles, tortillas y agua de sabor sin azúcar", describió.
En seis hojas de cuaderno Carbajal Avila detalla las torturas a que fue sometido por integrantes de distintos cuerpos policiacos del estado luego de ser detenido, aun cuando no formó parte de la manifestación contra la cumbre de América Latina y la Unión Europea en Guadalajara.
Como otras personas que no participaron en los disturbios, él sólo se encontró en medio del enfrentamiento. La tarde del 28 de mayo sólo se había dirigido al centro de la ciudad a tomar un café, pero el restaurante al que iba estaba cerrado por la manifestación.
Sometido con violencia por agentes antimotines, fue trasladado de los portales de la alcaldía a los separos de la Policía Municipal, de donde lo llevaron más tarde a las instalaciones de la Procuraduría General de Justicia (PGJ), en la avenida Independencia.
"Me tuvieron incomunicado y ahí, a las ocho de la mañana, comenzó la tortura física y sicológica. Cada media hora fui subido a la azotea de la procuraduría. En ella se encuentran lo que podrían parecer oficinas improvisadas, pero en realidad son espacios de tortura, de interrogatorios sin la presencia de un Ministerio Público, mucho menos un abogado defensor. Al margen completamente de la ley", contó.
Carbajal Avila fue esposado con las manos a la espalda, y al subir los escalones los policías le ponían el pie para que cayera y le propinaban golpes en la cabeza.
"En la azotea me hincaron, me patearon en el abdomen y la entrepierna; con libros me pegaron en la cabeza, me cacheteaban y en una ocasión me pusieron una pistola en la sien derecha, amenazando con dispararme en caso de no autoinculparme."
Luego de tres horas de torturas fue llevado al patio del edificio, adonde también fueron conducidos otros detenidos. Durante casi cuatro horas más fueron dejados ahí, de pie, expuestos al sol y con los ojos cerrados, "con la amenaza de que, de abrirlos, seríamos golpeados".
Aproximadamente a las dos de la tarde fue trasladado a otras oficinas de la PGJ, en la calle 14. "Un tétrico edificio gris, oscuro, donde la tortura forma parte del modus operandi de los interrogatorios a cargo de siniestros hombres que se hacen llamar judiciales."
Ahí, como otros detenidos el 28 de mayo, Carbajal fue sometido a otra prolongada sesión de tortura, en una oficina de la que pendía el letrero "Homicidios intencionales".
Describió: "nos hincaron, con las manos esposadas por la espalda y los pies cruzados. Me obligaron a pararme en tres ocasiones para volver a hincarme; me colocaron una bolsa negra, que me cubrió toda la cabeza, con intención de asfixiarme. En tanto que uno me cubría, otro me pateaba la entrepierna y el abdomen.
"Fueron cuatro horas hincados y luego llamaron en dos ocasiones a unos antimotines, que nos dieron de patadas y puñetazos además de agresiones verbales. Al no declararme culpable, y ya de pie, un judicial me jaló el cabello como si descargara con furia un cúmulo de resentimiento; un antimotín me cacheteó durante unos siete minutos, me pateó hasta que se cansó. Me llenó de golpes con el tolete en todo el cuerpo, e incluso en el cuello, lo que, dicho sea de paso, me provocó un esguince que todavía me duele".
A las dos de la mañana lo trasladaron de nuevo a las oficinas de Independencia. De allí lo sacaron el domingo por la tarde al penal, donde continuaron las vejaciones. Hasta el 5 de junio pasado se permitió una revisión por médicos de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
"Dejé de estudiar, de trabajar, de atender a mi hermana enferma que dependía de mí. Siempre me he dedicado a servir a mi familia y a creer infinitamente en Dios", concluyó.
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