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México D.F. Viernes 27 de agosto de 2004

Horacio Labastida

Elecciones en Estados Unidos

Dos noticias de Jim Cason y David Brooks, en La Jornada, muestran lo que son los comicios en casa del Tío Sam. Para elegir candidato republicano a la Presidencia, habrá contiendas de artistas escandalosos y de moda y múltiples atractivos y perversidades sexuales, dedicados al goce de los delegados, políticos y activistas invitados a la urbe neoyorquina en los días próximos del 30 de agosto al 3 de septiembre, acontecimientos engañosos que muestran una política democrática ajena a los grandes problemas del país y del mundo, y modelada por manipulaciones que organizan estrategas y publicistas, para atraer sufragios por inclinaciones subconscientes y no resultado de convicciones fraguadas en la conciencia ciudadana.

Y lo más extraordinario de las noticias es que el espectáculo que rodeará la convención republicana es un aspecto más de la gran mentira democrática, que con motivo de la independencia de las colonias inglesas en América montaron y perfeccionaron las elites que derrotaron al imperio empuñado desde Londres por el desequilibrado Jorge III, rey entre 1760 y 1820.

El primer paso organizativo del nuevo país, cuyos principios constan en la célebre Declaración de Independencia (4 de julio de 1776), promulgada en el Independence Hall, en Filadelfia, fue el establecimiento de la Confederación de América con Estados soberanos en su gobierno interior y partícipes en un congreso general, encargado de las relaciones exteriores y con los pieles rojas, de conflictos interestatales, de la defensa nacional, la moneda y el correo.

Las ventajas de este primer esfuerzo no purgaron los defectos que llevaron a George Washington a tildar a la Confederación de "gobierno moribundo y cojeante", intrincados defectos que obligaron a convocar en Filadelfia una reunión de agentes estatales que propusieron las enmiendas convenientes; y como entre esos delegados se hallaban personajes de gran influencia económica, política y cultural -Benjamín Franklin, Alexander Hamilton, James Madison y el propio George Washington, presidente de la convención (Jefferson estaba de embajador en Francia)--, los congregados sin ser constituyentes decidieron redactar una Carta Magna, por lo cual es notorio que el nacimiento de Estados Unidos fue acunado por un hábil golpe de Estado, asimilado al grado de encontrarse en el cuarto de los trastos viejos, olvidados y empolvado. Así nació la Constitución Federal de los Estados Unidos de Norteamérica (1787), cuyas entidades son las estrellas en su bandera nacional.

ƑPor qué los hombres de Filadelfia acabaron con la Confederación y erigieron una Federación en tan insólita forma? La respuesta se encuentra profundamente enhebrada en el panorama histórico que se vivía en la segunda mitad del siglo XVII y en las postrimerías del siglo XVIII.

La Edad Media agonizaba y surgían ciudades ajenas al señorío feudal, necesitadas de ampliar mercados y cada vez más ricas por su comercio y flamante sabiduría. Una nueva clase, la de los burgueses, sentíase con derecho a proteger sus capitales de las exacciones y obstáculos que les creaban las políticas feudales, o sean las fuerzas y las relaciones productivas que manejaban jefes sustentados en el trabajo servil de los pueblos. Este viejo sistema chocaba con el nuevo, y desde entonces se corrieron los telones de un teatro político revolucionario e innovador.

Cayeron los feudos, triunfaron los comerciantes, brotaron los reyes absolutos y sus aristocracias agrícolas; después, el viejo capital mercantil se transformó en industrial y los monarcas se vieron destituidos por una burguesía más poderosa, simbolizada en la generación de Jefferson y Washington y por los rebeldes franceses de 1789. El carácter burgués de los fundadores de la Federación estadunidense se infiltró en la Constitución de 1787, de manera que la naciente democracia fuera instrumento propicio a la ley de ganancias y acumulaciones del capital industrial. ƑCómo hacerlo? Por un procedimiento simplísimo. Primero, negar el voto universal y sancionar el voto indirecto, sustanciado siempre por los intereses de los hombres del dinero; propagandísticas operadas desde el subconsciente colectivo; y en tercer lugar, dotando a los titulares del aparato gubernamental de poderes coercitivos inapelables y aplastantes.

Nadie lo duda ahora. La democracia y el Estado estadunidense son el medio que utilizan las corporaciones capitalistas para imponer hoy sus decisiones a su pueblo y al resto del mundo a través de la estrategia de globalización neoliberal.

Poderoso caballero, don dinero, escribió Francisco de Quevedo en el Siglo de Oro español, definición más que apropiada para nuestro siglo XXI. ƑGanará Bush?, Ƒganará Kerry? Todo depende del dinero, los espectáculos mediáticos y la propaganda.

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