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México D.F. Martes 24 de agosto de 2004

Teresa del Conde/ I

Mónica Castillo

La moción que tienen los seres humanos de contemplarse por medio de la interpretación de su propia imagen parece formar parte de pulsiones muy arraigadas y el retrato individual es una de las actividades artísticas más presentes en todas latitudes y en diferentes tiempos. Su evolución no es continua, pero es capaz de reaparecer en cualquier momento.

Un auténtico retrato, o autorretrato, implica siempre bajo modos distintos la posibilidad de identificar al modelo, ya sea que se le conozca personalmente, mediante fotografías u otro tipo de efigies. Por ejemplo, no conocemos a Rafael Sanzio, pero muchos sabríamos distinguir la glosa de un retrato de él, así hubiera sido realizada por Andy Warhol o por El Fisgón.

Con Mónica Castillo yo me he topado en persona pocas veces (la más reciente tuvo lugar hará un mes, en un cine), pero en cambio empecé a verla en sus autorrepresentaciones hace tiempo.

Hará unos tres siglos el problema del retrato o autorretrato parecía muy simple; era ''la imagen de una persona realzada con la ayuda de las artes del dibujo". Lo curioso es que es posible afirmar que Mónica se basa en esa misma definición que acuñó Littré, antes de la eclosión de los daguerrotipos.

En todo caso las artes del dibujo, incluida la pintura, está presente en lo que hace, también en las piezas volumétricas que se exhiben en la muestra del Museo de Arte Moderno.

Su ejercicio fundamental consiste en escrutar su propio rostro y dispersarlo en una serie de medios, tal vez con la intención de cancelar la imagen de Narciso, pero en cualquier forma la des-identificación, que quizá ella intenta, no tiene lugar, pues en todo lo que ha hecho está, muy presente, Mónica Castillo.

El catálogo de la muestra todavía no aparece, por lo que omito aquí el recuento del tipo de medios que la antología ofrece. El recorrido se inicia con 16 rostros dispuestos como si se tratara de un stand de tiro al blanco.

Cada cara presenta distintas incidencias de luz, tonalidades de piel, trazado y color de ojos. No hubo la intención de captar expresiones (son rostros anti Rembrandt o anti Van Gogh), pero sí edades y gestos, secreciones y heridas. Se encuentran empalados en una retícula magenta que da 12 espacios cuadrados y ocho medios espacios en los remates.

Los rostros impiden el decurso normal de la retícula. Menciono esto porque ella no prescinde de una especie de orden geométrico patente en todo lo que hace y si bien ha querido deconstruirse, convertirse en mapa o en otra cosa, la acompaña en todas formas ''el sentido del orden", así haya decidido ser al mismo tiempo cara, careta, máscara y mapa.

En la soberbia impresión digital tomada por Raquel Tibol para la portada de su libro Ser y ver sobre artistas mujeres de México (Plaza & Janés), Castillo acentúa la forma bulbosa de su nariz y la dimensión escueta de su boca, en otra pieza, los músculos de la cara privados de la piel que los recubre, provoca asociaciones con los atlas anatómicos y a la vez con el desollado por antonamasia, el dios Xipe. Aquí, y en algunos más, rinde guiños a Van Gogh al amplificar la oreja, pero debido a que el holandés sólo se cercenó la parte inferior del lóbulo, también podemos pensar que ella lo que hace es exaltar funciones del aparato auditivo.

En uno más borra todas sus facciones e inscribe en la parte superior del rostro signos escriturales como los que nos deparan las impresoras de las computadoras cuando pierden la configuración. Ese se titula c u r r i c u l u m.

La única pieza de la exposición que me pareció, en cierto modo, prescindible, es la maleta cargada con efectos personales con todo y que contiene efigies de perfil y de frente.

Sucede que existen decenas de maletas femeninas y masculinas ofrecidas como Objects d'art y me parece que eso pudo haberse evitado, tomando en cuenta que esta exposición ha querido insistentemente intentar la cancelación de lugares comunes.

Ya provocó una ligera controversia con un abogado que supuestamente defiende la pintura a toda costa. En efecto, LMM me reclama la siguiente expresión que le comuniqué el mismo día de mi visita a la muestra:

''Ella logra con pintura que no es propiamente tal, exaltar la pintura". Según dice este defensor pictórico ''la pintura lanza brillantísimos estertores". Depende. Aquí no parece haber estertor alguno, aunque el ''plástico pictórico" de Wölfflin esté ausente.

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