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P O L I T I C A
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México D.F. Jueves 22 de julio de 2004

Miguel Marín Bosch*

México y el desarme

Voy a resistir la tentación de comentar lo que se ha convertido en el pasatiempo predilecto de los medios de comunicación: pegarle al gobierno en general y al Presidente en particular. También dejaré para otra ocasión una respuesta a las preguntas de algunos lectores acerca de qué es Desarmex. Platicaré, en cambio, sobre el papel de México en el desarme, un tema poco conocido en nuestro país y en la propia cancillería, pero muy reconocido en los foros multilaterales.

ƑCómo fue que nuestro país cobró buena fama en los esfuerzos de Naciones Unidas en el campo del desarme? Parte de la respuesta es muy sencilla. México ha sido una de las naciones más fieles a los principios y propósitos de la ONU. Y el desarme, junto con la descolonización, los derechos humanos y el desarrollo socioeconómico, constituye una de las principales metas de la organización. Abogar por el desarme es procurar un mundo menos violento y más justo.

Otra parte de la respuesta no es tan sencilla. El gobierno federal nunca decidió que nuestro país desempeñara un papel proactivo en los esfuerzos multilaterales de desarme. El gobierno tampoco intentó convertir el desarme en un capítulo central de su política exterior. Por ejemplo, no sé de ningún presidente que haya planteado la cuestión del desarme a su contraparte estadunidense. Y aquí incluyo a Miguel de la Madrid, quien participó activamente en un grupo de seis países que propugnaron el desarme nuclear. Ojalá me equivoque y que sí haya mencionado el tema en alguna plática con Ronald Reagan.

Lo cierto es que México se empezó a identificar con la causa del desarme casi por accidente. Corrían los últimos años de la década de los 50 (y los primeros del sexenio de Adolfo López Mateos), cuando el ex canciller Luis Padilla Nervo regresó a Nueva York como representante permanente ante la ONU y se hizo amigo de su colega de India, el embajador Arthur Lall. La guerra fría estaba en pleno auge y la desenfrenada carrera de armamentos llegaba a su cenit y amenazaba con extenderse al espacio ultraterrestre.

Desde un principio el Consejo de Seguridad había establecido sendos comités para las armas nucleares y los armamentos convencionales, respectivamente. Hacia 1960 todos los temas de desarme se trataban en un solo comité compuesto de 10 países, cinco de la OTAN y cinco del Pacto de Varsovia.

El problema era que los miembros de las distintas alianzas militares casi ni se hablaban. Para propiciar las negociaciones de desarme entre ellas, Padilla Nervo y Lall propusieron que el comité de los 10 se ampliara a 18 con la inclusión de ocho naciones no alineadas o neutrales que sirvieran de puente entre los dos bandos. La propuesta fue aceptada y así nació en 1962 la conferencia de desarme con sede en Ginebra. Desde luego que México e India quedaron incluidos en el grupo de Los Ocho, cuyos otros miembros fueron Birmania, Brasil, Egipto, Etiopía, Nigeria y Suecia.

Con el tiempo, la conferencia de desarme se ha ido transformando y sus miembros han aumentado a 66. Ha tenido sus buenas y sus malas épocas. Hace ocho años que padece una parálisis, complicada ahora por la actitud poco favorable a los organismos multilaterales de la actual administración en Washington.

En 1964 don Luis Padilla Nervo fue elegido juez de la Corte Internacional de Justicia. A principios de ese año Alfonso García Robles dejó la embajada en Brasil para ocupar una nueva subsecretaría en la cancillería dedicada a los temas multilaterales. Fue entonces que García Robles empezó a interesarse en las cuestiones de desarme. Es más, se hizo cargo de las negociaciones que culminaron en la firma en 1967 del tratado que estableció en América Latina y el Caribe la primera zona libre de armas nucleares en una región densamente poblada. Sus esfuerzos fueron reconocidos en 1982 al recibir el Premio Nobel de la Paz. El embajador García Robles se hizo cargo, junto con el embajador Jorge Castañeda, de los trabajos de la conferencia de desarme y habría de representar a México en la misma hasta 1990. Fue también en 1978 uno de los artífices del éxito de la primera sesión extraordinaria de la Asamblea General de la ONU dedicada exclusivamente al desarme.

Tuve la suerte de trabajar muchos años con el embajador García Robles y tuve el honor de ocupar la silla de México en la conferencia de desarme a partir de 1990. Nuestro país aún conserva algo del prestigio que obtuvo con las contribuciones de García Robles y otros diplomáticos mexicanos a la causa del desarme. Desafortunadamente, nuestra cancillería nunca se ha propuesto la preparación sistemática de jóvenes en esta materia. Pese a esa carencia, durante décadas se mantuvo una buena y eficaz presencia en los foros de desarme. Es menester entrenar a las nuevas generaciones. De ahí la idea de establecer Desarmex, una organización no gubernamental dedicada, entre otras cosas, a educar a estudiantes universitarios y al público en general sobre temas de desarme. De Desarmex hablaremos otro día.

*Ex subsecretario de Relaciones Exteriores y presidente de Desarmex, AC

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