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Obituario   - NUEVO -
D E P O R T E S
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México D.F. Lunes 12 de julio de 2004

Una tradición se pierde porque el pueblo la pierde, señala empresario taurino

Las ganaderías, mango de la sartén de la fiesta brava, no los promotores

Nadie pone un centavo para el espectáculo "ideal" Faltan valores agregados

LEONARDO PAEZ

"Las tradiciones a la larga se vuelven una cultura nutrida y apoyada por el pueblo. Si ese pueblo tuviera suficiente trabajo y qué comer, seguramente se ocuparía más y mejor de sus tradiciones, incluida la taurina", sostiene un experimentado empresario taurino mexicano que dio la entrevista a cambio de que su nombre fuese mantenido en el anonimato, "por demasiadas razones".

"Los ganaderos y no los promotores son el mango de la sartén de la fiesta de toros. Este país se formó conjuntamente con el toro bravo, con el idioma y la religión, no al margen, por eso los ganaderos que se respeten a sí mismos y al toro son los únicos que pueden enderezar la fiesta como tradición y como espectáculo. Que hace décadas los criadores se hayan plegado a las exigencias de apoderados y empresarios, es otra cosa, pero si el toro de lidia tiene presencia, tiene un comportamiento que emocione y tiene una publicidad adecuada, la gente vuelve a las plazas aunque los toree cualquiera.

-¿Cualquiera?

-Quiero decir cualquier torero con hambre de ser, con afición, estimulado y dispuesto a enfrentar toros con edad y presencia. Insisto, para volver a meter a la gente a la plaza los empresarios tienen que dar bueno y barato, con productos intemporales como el toro bravo y el torero entregado. Desde luego hay que invertir en capacitar al público con respecto al toro de lidia, principal protagonista del espectáculo, y recurrir, entre otras alternativas, a las tientas públicas en las plazas, a conferencias, a mesas redondas.

-Pero los empresarios taurinos...

-Más que hablar de empresarios taurinos -interrumpe- en México hay algunos buenos operadores, no por sus resultados artísticos y económicos, sino porque hacen exactamente lo que sus patrones les ordenan. Vaya, son empleados de confianza, no hombres de empresa que arriesguen su dinero. Y sí, todos critican este mediocre desempeño empresarial taurino pero olvidan que a la fiesta de toros le falta valor agregado en sus productos, como son toros, toreros, subalternos, apoderados, editores de periódicos, cronistas -"el que a la Iglesia sirve, de la Iglesia vive"-, condiciones de las plazas, publicidad atractiva, patrocinios negociados y oportunos, etcétera.

-¿No es todo eso falta de profesionalismo?

-Sí, pero también es pasar por alto que nadie o casi nadie pone un centavo para dar ese espectáculo taurino "ideal", excepto los que tienen dinero para hacerlo. ¿Dónde está el público que iba al teatro seis días a la semana? Por diversas razones la gente dejó de ir y hoy con trabajos las salas abren de jueves a domingo.

-Entre esas razones...

-Después de la segunda guerra mundial -vuelve a atravesarse el entrevistado- en todo el mundo las comunicaciones masivas rebasaron a la cultura, sobre todo la televisión, que reviste de objetividad lo que no necesariamente es objetivo. La palabra ha sido supeditada a la imagen y los razonamientos a los colores.

-No será que...

-Ahora -ataja por enésima vez-, que a estos empresarios, a sus operadores y a sus asesores les falte talento y sensibilidad empresarial en materia taurina, es otro cantar. Primero hay que saber dar espectáculo, llenar las plazas con esos valores agregados, y luego hablar de subir precios. Que empresas, toreros y subalternos sacrifiquen ingresos, no ganaderos, a cambio de que presenten reses que den espectáculo y herradas previamente ante notario. Por eso la mayoría que iba a las plazas ya no va. Los que van lo hacen con una mentalidad en blanco y sin criterio taurino alguno. Aplauden o censuran sin bases, y sólo falta el tablero luminoso que les ordene cuándo gritar ole y cuándo pitar. Pero insisto, el toro es el ombligo de este espectáculo, más que multitudinario tradicionalmente elitista, de minorías, sean conocedores, funcionarios o snobs que van a lucirse.

-Entonces criticar...

-Oye -se revuelve por última vez el anónimo-, es aberrante que terceros me digan cómo montar un espectáculo. Si no les parece atractivo lo que ofrezco que no asistan, ya sufriré las consecuencias en mi inversión. Si invierto mi dinero y gano o pierdo, es mi problema. El único que puede castigar este espectáculo es el público dejando de ir a las plazas. Nadie más.

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