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Obituario   - NUEVO -

P O L I T I C A
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México D.F. Sábado 10 de julio de 2004

Gonzalo Martínez Corbalá

Entre la flecha y el blanco

Cuando el licenciado Gilberto Valenzuela le entregó al presidente Alvaro Obregón, en su oficina de Palacio Nacional, la renuncia al puesto que desempeñaba en el gabinete de su gobierno, el general sonorense, caudillo de la Revolución y valiente militar, a mitad de su periodo presidencial en los años 1920-1924, le preguntó sorprendido por qué renunciaba al cargo que le había confiado en el gabinete, puesto que él, el presidente, no le había perdido la confianza, a lo que el secretario renunciante le contestó que él sabía que de parte del presidente hacia él no había ninguna pérdida de confianza, ya que el secretario le servía con lealtad y eficacia, pero que era él quien le había perdido la confianza al presidente, y que esa era la razón por la cual le presentaba su renuncia irrevocable a la Secretaría de Gobernación...

Ciertamente que los días aquellos, al término de la Revolución, no son ni tienen por qué ser iguales a los que corren actualmente. Por otra parte, los caudillos revolucionarios a quienes les tocó convertir el movimiento armado en instituciones, como fue el caso señaladamente de Obregón y de Calles, se habían formado en la lucha revolucionaria y tenían características personales muy diferentes a las de los dirigentes de nuestros días. Sin embargo, aunque la Secretaría de Educación no lo encuentre relevante, hay varias generaciones actuantes que consideramos de importancia fundamental la referencia a los hombres que formaron el México moderno, aunque se les acuse de autoritarios, en una grave confusión de lo que es el autoritarismo, como abuso de autoridad, y la autoridad misma, que es la esencia del poder democrático. En su obsesión por acabar con el autoritarismo, lo único que han logrado es cancelar todo vestigio de autoridad: de autoridad política y de autoridad moral.

En estos días se han dado algunos acontecimientos políticos de gran importancia, que definen, a los ojos del observador y del analista, lo que es el régimen político actual, que se dice que es de transición aunque no se sabe ya de transición hacia qué o hacia dónde, pues lo que sí se puede concluir es que lo que está presente en todo el país, y en todas las actividades propias del ejercicio del poder, es una grave ausencia, precisamente, de autoridad.

La gran marcha del domingo 27 de junio, fue -quiérase o no- una gigantesca demostración de que el pueblo de México -trabajadores, burócratas, empleados, profesionistas, empresarios y familias completas-, de todas las clases sociales, reclama unánimemente el ejercicio de la autoridad, que le corresponde a todos los órdenes de gobierno: federal, estatal y municipal, para garantizar al pueblo que los eligió el imperio de la ley y del derecho pero, sobre todo, de la justicia.

Las leyes por sí solas no hacen justicia; la tienen que hacer ineludible e indiscutiblemente los funcionarios del Poder Judicial, apoyados por los del Poder Ejecutivo y con el fundamento legal que el Legislativo, el constituyente permanente, les dicta.

La actitud omisa e ineficiente de los poderes Ejecutivo y Judicial, así como su brazo operativo, el Ministerio Público y las policías preventivas y judiciales, no se puede justificar por la falta de leyes más perfectas y de penalidades más severas. Nunca, durante esas siete décadas tan criticadas, con esas mismas leyes u otras más imperfectas y con menos recursos de policías preventivos, judiciales y de investigaciones, fueron tan altos los índices delictivos y tan crueles y frecuentes los asesinatos, los secuestros y los asaltos a mano armada. Es una señal inequívoca de un reclamo del pueblo mexicano desde todas las latitudes del país, al que no se pueden mostrar oídos sordos ni ceguera política.

Pocos días después, el jueves primero de julio, el general secretario de la Defensa Nacional, Clemente Vega García, en una insólita declaración advirtió: "sabemos lo que sucede, pero no nos corresponde a nosotros de ninguna manera entrar a los terrenos de la política; si bien es cierto que las fuerzas armadas tienen las armas, que son precisamente para defender a la patria, pero nunca el poder político" (La Jornada). Lo cual merece, también, la atención y el análisis profundo que corresponde a lo dicho por el responsable de las fuerzas armadas del país.

Por otra parte, la prensa del martes 6 de julio publica destacadamente el texto de la renuncia del secretario particular del Presidente de la República y vocero de la Presidencia, Alfonso Durazo, en que hace graves señalamientos acerca de la conducta "permisiva del Presidente a las eventuales aspiraciones presidenciales de su esposa", para luego afirmar, más adelante, que "el poder presidencial es constitucionalmente indivisible y, en consecuencia, (se debe) acabar con la idea cada vez más generalizada de que el poder presidencial se ejerce en pareja".

Asimismo, Alfonso Durazo hace señalamientos que se refieren en tono de advertencia a los altos niveles de confrontación política, que pueden terminar por rebasar nuestra capacidad para procesarnos institucionalmente, y más adelante hace una crítica severa a que "si bien la opinión pública no simpatiza con una opción con vocación permanente por la confrontación, tampoco lo hace con un Ejecutivo beligerante".

La renuncia de Durazo ante Vicente Fox, como la de Gilberto Valenzuela ante Alvaro Obregón, revelan la pérdida de confianza del funcionario más próximo al Presidente, de quien no solamente se había sostenido durante más de la mitad del régimen en la secretaría particular, sino que fue además ascendido otorgándole mayores funciones, como vocero de la Presidencia a cargo de la comunicación social.

Según se ve, hay, como dice el dicho, mucha paja seca en el llano y sería tranquilizador, para todos los mexicanos, que el jefe del Ejecutivo mostrara a todo el pueblo sin excepción la resistencia política a las críticas que ha recibido, y que son todas ellas bien fundadas, y la sensibilidad para registrarlas y reconocer los errores cometidos modificando el rumbo de la transición, en beneficio del pueblo de México.

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