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México D.F. Sábado 29 de mayo de 2004

Gonzalo Martínez Corbalá

Irak todavía, desde entonces, y para mucho tiempo más

El 5 de febrero de 2003, The New York Times, en su edición de las 2:51 PM ET, y después en la de las 10:51, en versión de Internet, encabezaba la página principal de esta manera: "Powell enlista las maneras como Irak evade las reglas de la ONU; cita esfuerzos para esconder las armas y las ligas con el terror", para luego abundar en la nota acerca de que el secretario de Estado presentó cintas grabadas, fotografías y conversaciones interceptadas, como una clara evidencia de que Saddam Hussein estaba ocultando armas prohibidas, y de que Irak no se había desarmado para entonces.

Irak, como era de esperarse, protestaba por las declaraciones de Powell y las desmentía; Gran Bretaña, en voz de Jack Straw, su secretario de Relaciones Exteriores, anunciaba que: "El momento de decidir ha llegado para Saddam y el régimen iraquí, pero también es el momento de decidir para la ONU. Si la no cooperación continúa, el Consejo (de Seguridad) deberá encarar sus responsabilidades"; Rusia se pronunciaba por la continuación de la tarea de los inspectores de Naciones Unidas (Igor Ivanov, ministro de Relaciones Internacionales); Francia, por conducto de su ministro Dominique de Villepin, dijo que: "Entre la intervención militar y un régimen de inspecciones insuficientes en razón de una falta de cooperación de Irak, se debe escoger un reforzamiento decisivo de medios de inspección (...) Francia está dispuesta a brindar todo su apoyo: ella está dispuesta a proporcionar aparatos de observación Mirage IV (...) Si esta ruta debe amplificarse y nos conduce a un impasse, entonces no excluimos ninguna opción. Incluso, en último extremo, el recurso a la fuerza". (Le Monde, 5 de febrero de 2003).

El caso de China es muy de tomarse en cuenta, por la naturaleza de su planteamiento: "nosotros debemos sostener la continuación de estos trabajos (los de los inspectores de la ONU), según el deseo de la comunidad internacional, y ver una solución política al problema de Irak, dentro del cuadro de la ONU de evitar la guerra"; el de Alemania, expresado por conducto de Joschka Fischer, que planteó: "hace falta dar una oportunidad real a los inspectores y el tiempo que les haga falta (...) Debemos continuar buscando una solución pacífica a la crisis..."

En síntesis, nadie quería en febrero de 2003 la guerra, a pesar de la ominosa declaración del presidente Bush en el Congreso estadunidense -aplaudida estruendosamente por los congresistas republicanos- de que, "o están con nosotros o estarán contra nosotros", ni de las palabras del secretario de Estado, Colin Powell, en el seno mismo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, cuando declaró con toda claridad -a los miembros permanentes de este organismo, tanto como a los no permanentes, entre los que estaba México- que, en última instancia, si el propio consejo no se plegaba a la interpretación de la resolución 1441 que daba el gobierno estadunidense: tanto la potencia militar más grande del mundo, Estados Unidos, como Gran Bretaña y la España presidida entonces por Aznar, habrían de proceder a desatar con toda la fuerza necesaria, y los efectivos militares correspondientes, la "guerra preventiva" en contra de Saddam Hussein, y al final de cuentas del pueblo de Irak.

A más de un año de distancia, ahora Bush exige a la ONU que participe activamente -se entiende que con recursos económicos y con soldados de las fuerzas de paz- en la transición del gobierno provisional, encabezado por un estadunidense, Paul Bremer, hasta lograr, se afirma, devolver al pueblo iraquí su soberanía, limitada ciertamente por la presencia de más de 100 mil efectivos estadunidenses en ese país. La cárcel de Abu Ghraib, testigo de las torturas de toda índole y de los abusos cometidos en contra de los prisioneros de guerra iraquíes, será -afirma el presidente Bush- demolida y se construirán otros presidios ajustados a las normas estadunidenses.

Ha pasado ya más de un año desde que se iniciaron las demoledoras y aplastantes acciones bélicas en contra de Irak, y también desde que Bush, vestido de aviador, y a bordo de uno de los grandes buques de guerra de la gran potencia, dio por terminado el conflicto con una "misión cumplida", y todavía está muy lejos de que pueda darse por terminada la secuela de terrorismo y de violencia. Da la impresión de que a medida que se acerca la fecha para la entrega del país a un gobierno iraquí, aún no completamente definido en las características que habrá de tener, se está iniciando una campaña en estos días (lunes 24 de mayo) para aclarar "ante la opinión pública estadunidense" qué fue lo que pasó en la guerra de Irak bajo la óptica de la Casa Blanca, presidida por el candidato George W. Bush, que está contendiendo contra John F. Kerry, quien a la fecha le lleva una ventaja en las encuestas más serias de 49 a 47 puntos, que algunos analistas interpretan como un empate, por el margen de error que puede haber, de cuatro puntos, aunque no aclaran en todo caso que este error podría caer a uno u otro lado de la cuenta.

"El presidente debe convencer a los votantes de que los beneficios de deponer a Saddam Hussein han superado los costos en sangre, dinero y desprestigio" (The New York Times, 25 de mayo). En su alocución del lunes 24 en la noche, Bush dio seguridades a los ciudadanos estadunidenses, a los iraquíes y a los de otras naciones, de que tiene un plan para poner a Irak en camino de un autogobierno estable, diciendo que su objetivo fue hacer al pueblo de Irak "libre, no hacerlos a ellos americanos (estadunidenses)", y que mandó a las tropas de Estados Unidos a Irak a defender su seguridad, no a quedarse como una potencia invasora. Habrá que ver en el curso de los cuatro discursos de campaña faltantes si además de convencer a los republicanos estadunidenses puede convencer también a la opinión pública mundial.

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