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México D.F. Jueves 6 de mayo de 2004

Angel Guerra Cabrera

Amor a México

Las relaciones diplomáticas entre México y Cuba se han deshecho para efectos prácticos y las autoridades mexicanas no ofrecen ar-gumentos convincentes para justificar las medidas que las llevaron a ese punto. Por eso muy pocos mexicanos las comparten y sólo las defienden quienes estaban deseosos de que ocurriera el rompimiento. Vendedores de diarios, taxistas, dependientes de comercio, trabajadores, estudiantes, profesores, periodistas, autoridades académicas me expresan su dolor y desaprobación por la conducta del gobierno, su solidaridad con Cuba. No podría decir exactamente lo mismo de los medios de difusión, pero en sentido general el balance de las opiniones en los diarios y en la radio se inclina por el sentir de 舠la calle舡. Hasta en la televisión, un medio monopolizado y casi siempre alineado al criterio oficial, se escuchan no pocas voces discrepantes.

Concuerdo con la valoración del canciller Luis Ernesto Derbez sobre la situación creada: es 舠la antesala de una ruptura total de las relaciones bilaterales舡. Está por cancelarse de jure en cualquier instante un vínculo diplomático forjado y nunca interrumpido durante más de un siglo, el único en nuestra región que resistió la prueba de brutales presiones desde que inició el aco-so de Washington contra Cuba. De llegar a ese extremo, tendrá consecuencias lamentables para los dos países y para América Latina, acaso para México principalmente.

Cuba está en grave peligro desde que George W. Bush llegó a la presidencia.  Desacreditado por el empantanamiento en Irak, las mentiras para justificar la guerra, las revelaciones sobre la tortura a los prisioneros iraquíes, la evidencia de que su gobierno sólo favorece a los ricos, cada día son más inciertas sus posibilidades de conseguir un segundo mandato. De allí la tentación de dar un zarpazo a Cuba para galvanizar a la opinión pública doméstica en las elecciones de noviembre e impulsar a la adinerada contrarrevolución de Miami 舑que sólo pide sangre舑 a redoblarle su apoyo en una elección que se anuncia muy reñida.

Prólogo de esa eventualidad es la re-ciente confirmación de la isla por el De-partamento de Estado en la lista de naciones que auspician o dan refugio a terroristas y nuevas acusaciones del subsecretario Bolton sobre presuntos programas cubanos de armas biológicas. Todo esto en un clima mediático de 舠acelerar舡 el cambio de régimen en La Habana, según las recomendaciones de la comisión presidida por Colin Powell, que utilizará el emperador para anunciar otro apretón en la garganta de Cuba. Cualquier semejanza con los preparativos contra Irak no es pura coincidencia. En estas circunstancias es que formula Fidel Castro duras críticas al  go-bierno mexicano por su voto en Ginebra en favor de una resolución selectiva y discriminatoria 舑que nada tiene que ver con la defensa de los derechos humanos舑, escrita y patrocinada por Washington para justificar una nueva arremetida anticubana. Es lo que haría cualquier jefe de Estado responsable para llamar la atención sobre un hecho que amenaza ominosamente la vida de su pueblo.

Una postura de México junto con Ar-gentina y Brasil en Ginebra habría impedido la condena de Cuba y desarticulado el plan yanqui. Habría fortalecido la unidad latinoamericana, indispensable en un momento en que el jefe del Comando Sur de Estados Unidos cataloga a Buenos Ai-res, Brasilia y Caracas como regímenes 舠populistas舡 y una amenaza grave a su seguridad nacional. En cambio, actitudes como la asumida por el gobierno mexicano restan fuerzas a nuestra América para presentar posiciones internacionales co-munes que le permitan salir de la postración en que la sumieron siglos de explotación colonial e imperialista. A la vez, disminuyen las posibilidades de que México pueda recabar una acción concertada de América Latina en apoyo a sus reivindicaciones frente a Estados Unidos, cuando el TLC ha reducido considerablemente su capacidad de negociación.

En lo interno, los pasos del gobierno de México respecto de Cuba estimulan a la derecha más reaccionaria y proclive a los poderes imperiales 舑ayer a Napoleón III, hoy a Bush II舑 y propician una embestida contra las demandas sociales.

Amo a México a la par que a Cuba, mi terruño. Admiro a Miguel Hidalgo, José María Morelos, Benito Juárez, Emiliano Zapata, Francisco Villa y Lázaro Cárdenas, tan míos como José Martí. Por eso mismo siento el imperativo moral de expresar lo que pienso de esta amarga coyuntura, que ojalá quede pronto en el olvido.


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