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México D.F. Jueves 22 de abril de 2004

Angel Guerra Cabrera

Abramos los ojos

Las semanas recientes en Irak muestran el auge de una guerra patriótica que une a la mayor parte de la población frente a la ocupación yanqui. Los mitos de la insuperable división entre sunitas y chiítas y del triángulo "de leales a Sa-ddam" con que machaca la maquinaria mediática se estrellan contra la evidencia de una rebelión nacional iraquí de norte a sur contra los invasores. Ciudades importantes han sido sitiadas por las tropas estadunidenses, indicación de que el "enemigo" son todos sus habitantes, a la vez que impiden la circulación en las carreteras que salen de Bagdad. Miles de marines ejecutan una operación nazi de castigo contra los vecinos de Fallujah, apoyados por aviones de combate, helicópteros y artillería, pero no han podido ni podrán reducir a sus combatientes, a menos que borren la ciudad del mapa. En Najaf no se han decidido a irrumpir, pese a las amenazas lanzadas en los días iniciales de la insurrección. Entrar en esa ciudad venerada por los chiítas equivaldría a ganarse irreversiblemente -con graves repercusiones en los estados vecinos- el repudio generalizado de la comunidad mayoritaria de Irak, la misma que junto a sus hermanos sunitas expulsó a las tropas británicas en 1920. Ante estos hechos, da pena ajena la cháchara de los papagayos mediáticos que imputa las acciones guerrilleras a "reductos del régimen anterior", "terroristas extranjeros" o "pequeños grupos de criminales y ladrones".

El presidente egipcio Hosni Mubarak puso el dedo en la llaga al afirmar que "hoy en día existe en el mundo árabe un odio nunca visto hacia los estadunidenses". Mubarak fue muy claro en relacionar el ascenso del "terrorismo" con la ocupación de Irak y de Palestina. Pero su afirmación expresa también un fenómeno nuevo: el grado irresistible de presión popular a que están sometidas las elites políticas sostenidas por Washington en los países árabes y musulmanes, hecho al que no pueden permanecer ajenas por simple instinto de conservación.

Contra lo que postula la teoría racista del "choque de civilizaciones" -uno de los sustentos ideológicos del bushismo- esos países son depositarios de valores éticos, civilizatorios y tradiciones de lucha popular de alto significado humanista. De modo que sus poblaciones comprenden perfectamente los objetivos no confesos de la invasión de Irak. Saben que además de apoderarse del petróleo de la zona del golfo arábigo-pérsico (dos terceras partes de las reservas mundiales), ésta tiene otras serias implicaciones de conquista. Que persigue, con absoluto menosprecio de sus pueblos, la restructuración a la fuerza de todo el mapa político del Medio Oriente y la americanización de sus instituciones y culturas. Y también la liquidación del pueblo palestino, dada la enorme fuerza moral que emana de su tenaz resistencia, que es todo un símbolo para los árabes, los musulmanes y para los rebeldes del mundo entero.

De ahí que el "obsequio" de Palestina hecho a Sharon por Bush II, e implícitamente del derecho a continuar asesinando desvergonzadamente a su pueblo indomable -hacer lo que le dé la gana lo llamó Mubarak-, constituya otra bofetada en pleno rostro de árabes e islámicos. Las consecuencias de este gran Pacto de Munich a escala del Medio Oriente son impredecibles, pero es muy probable que a mediano plazo acarrearán al imperialismo estadunidense una de sus más grandes derrotas militares y políticas. Con sus actuales acciones bélicas -por no hablar de las económicas- Bush está llevando a Estados Unidos a un escenario en que la rebelión de los pueblos reducirá a ese país a una potencia media en el mejor de los casos. Una que por largo tiempo, si no es que para siempre, se verá obligada a renunciar a las aventuras de rapiña que la proyectaron como superpotencia mundial, iniciadas mediante el exterminio de sus pueblos originarios y la anexión de más de la mitad del territorio de México.

Muchos en el mundo se resisten a abrir los ojos a la conducta típicamente fascista de la pandilla que usufructúa ilegítimamente la Casa Blanca y tienden a mirarla como un mal pasajero. En América Latina no acabamos de ver a Irak y Palestina como algo propio donde también se decide hoy nuestro destino. A veces ni nos damos cuenta que en nuestra propia casa se prepara una agresión en gran escala contra Cuba, que es la razón por la que Washington usó todos sus recursos para imponer la resolución "hondureña" en Ginebra.

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