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México D.F. Domingo 29 de febrero de 2004

José Antonio Rojas Nieto / V

El precio del gas natural, a debate

En torno al precio del gas natural, da la impresión de que será mejor vivir persuadidos de que ya se terminaron las épocas de precios bajos. ƑQué quiere decir bajo o, en su caso, qué quiere decir alto? Actualmente gas bajo querría decir gas natural a un precio no mayor a los tres dólares por millón de unidad térmica británica (unidad térmica británica o BTU equivale a 252 calorías, y un metro cúbico de gas natural mexicano tiene cerca de 9 millones de calorías, por lo que el poder calorífico del gas mexicano medido en BTU equivale a cerca de un millón por mil pies cúbicos), correspondiente a un poco más de un peso por metro cúbico a un tipo de cambio de 11 pesos por dólar.

ƑQué querría decir, entonces, precio alto del gas natural? Pues un gas natural que raramente se cotizaría por debajo de ese peso por metro cúbico y que, de ordinario, promediaría cerca de un peso 50 centavos por esa unidad, pero que en algunas ocasiones -en invierno, sin duda- superaría los dos e incluso podría llegar a tres pesos en algunos momentos críticos en la relación oferta-demanda.

Pero, Ƒqué hay detrás de esta variabilidad de precios? Sí, sin duda, una agudización crónica de la debilidad y del desequilibrio estadunidenses que, hay que estar seguros de ello, son crónicos y prácticamente permanentes.

Ahora bien: por esa magia del principio del costo de oportunidad, por lo demás relativamente inevitable en tanto seamos importadores sustantivos de gas natural (importar mil millones de pies cúbicos diarios ya nos otorga esa categoría), esa debilidad estadunidense se nos transfiere mediante precios cambiantes y volátiles. Pero no es sólo este principio de la determinación del precio por el costo alternativo lo que nos lo transfiere. Es, ante todo, nuestra debilidad productiva en el terreno del gas natural la que nos ha conducido a esa fragilidad de precios. Nuestra creciente limitación en el terreno de la capacidad de producción de gas natural es el elemento fundamental que nos ha mantenido y nos mantendrá, al menos durante cinco o seis años, con esa fragilidad frente a las variaciones del precio estadunidense. Y en la medida en que no seamos capaces de modificar y revertir esta situación seguiremos profundamente vinculados a variaciones estacionales, cambios drásticos, alta volatilidad y, lamentablemente, presas de la especulación y el rentismo (Ƒen qué aspecto de nuestra vida económica no lo somos?) En este caso -urge reconocerlo- más nos vale aprender a impulsar esos mecanismos de cobertura de riesgos que, indudablemente, nos pueden ayudar un poco a enfrentar esa debilidad. Pero cuidado: todo intento de filtración de esa debilidad crónica estadunidense a México, es decir, todo intento por cuidar las drásticas y violentas variaciones de precios, se convertirá en un subsidio fiscal. Y esto, qué duda cabe, nos coloca inmediatamente frente a la pregunta sobre la pertinencia de este subsidio y de sus destinatarios, indudablemente frente a otros subsidios y otros destinatarios. Porque, finalmente, Ƒquiénes consumen el gas natural en México? Fundamentalmente la industria y el sector eléctrico. Y un poco el sector residencial.

En el contexto de todas estas reflexiones hay algo incuestionable: nada resulta más importante y urgente que reforzar nuestra capacidad interna de producción de gas natural que, a su vez, exige reforzar nuestras reservas. Pero esto puede llevar varios años y, evidentemente, muchos recursos. ƑDe dónde vamos a sacarlos? ƑDe dónde los va a obtener Pemex para su hoy poco mencionado Programa Estratégico de Gas (PEG) si la sangría sigue y sigue y sigue? La respuesta gubernamental es simple y cínica: inversión extranjera. Por eso hace falta otro proyecto nacional distinto, radicalmente distinto, pues merced a esa política sin estrategia nacional de largo aliento ya somos objeto de las estrategias de largo plazo de muchas compañías extranjeras. No las hemos sumado a nuestra estrategia; ellas nos han sumado a la suya. Y muchos proyectos virtuosos así se tornan viciosos y nocivos, por la matriz en la que han sido concebidos y por la forma en que son impulsados. ƑUna muestra? El gas natural licuado. No es casual que la compañía española Repsol, que compró y controla la vieja Pemex de Argentina (Yacimientos Petroleros Fiscales), sea quien ya se apunta para construir otra regasificadora, además de la central de Shell en Altamira. Pero también están ahí la vergonzosa e históricamente anhelada -documenta Miguel León Portilla- concesión de las islas Coronado (Chevron-Texaco), la de Ensenada (Shell en alianza con Sempra) y la de Tijuana-Rosarito (el gran proyecto energético de Marathon y sus socios).

Bueno, pues una vez más tenemos cerca a Repsol (española, como las que ya están en electricidad y en los bancos) para Lázaro Cárdenas, Michoacán, la tierra del general Cárdenas. šAh!, y en esas compañías ya trabajan algunos cómplices para la concesión, mexicanos, altos funcionarios gubernamentales de antes o de hoy, que ya tienen o esperan jugosos puestos. Como dijera ayer Gustavo Iruegas: qué falta de sensibilidad política. Qué falta de oficio. Qué vergüenza.

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