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México D.F. Viernes 30 de enero de 2004

Gilberto López y Rivas

EZLN y la sociedad civil en los 20/10*

El zapatismo no ha seguido una estrategia de instrumentación pragmática en su relación con organizaciones sociales. Por el contrario, principalmente en el dialogo de San Andrés, los zapatistas entregan la interlocución con el gobierno federal a la sociedad civil y particularmente a los representantes de los pueblos indios. El proceso de diálogo fue una universidad de cómo hacer política a partir de la participación colectiva y sin que mediara el individualismo competitivo o el interés corporativo.

El EZLN ha sido el referente moral, la conciencia crítica del país durante todos estos años. Mientras las organizaciones partidistas de todo signo han perdido legitimidad y credibilidad, el zapatismo conserva una reserva moral incuestionable por su congruencia con principios claros y no negociables. Al no ser los zapatistas reproductores del sistema, sus diagnósticos sobre la situación política nacional e internacional no contienen argumentos tendenciosos que busquen quedar bien con un electorado. Sus opiniones representan el interés nacional y popular ya que no pasan por la distorsión partidista de la realidad en función de sus intereses o, peor aún, de los de sus facciones internas.

El zapatismo ha sido también un reservorio de ideas libertarias que significa un oasis en el desierto provocado por el derrumbe de la Unión Soviética y el cuestionamiento al socialismo como opción inmediata de transformaciones sociales. La perspectiva de construir poder desde abajo ha sido un aliento para la resistencia mundial, en momentos en que se debilitaron los referentes ideológicos y políticos que habían mantenido vivas las utopías, dando una dirección al movimiento, muchas veces atomizado y fragmentado, de la sociedad civil. Esta conducción ha sido asumida con naturalidad y sin ningún afán de vanguardismo que tanto daño ha hecho a los partidos políticos de izquierda. El "me cago en las vanguardias" de Marcos fue una expresión que reflejó la necesidad de mantener un espíritu critico frente a los muchas veces autodesignados conductores de un proceso.

El EZLN rompió también con las distorsiones militaristas que en las décadas de los sesenta y setenta imperaron en nuestras organizaciones y que tanto daño hicieron al desarrollo revolucionario. Siendo una organización armada y clandestina tuvo la madurez suficiente para no hacer de ello un fetiche. En este movimiento, las armas juegan un papel meramente instrumental de la política. Por ello pudo acatar el mandato de paz que la sociedad civil expresó el 12 de enero de 1994.

El papel jugado por el zapatismo en el movimiento indígena autonomista ha sido trascendental, al asumir ellos mismos el camino de la autonomía mediante un proceso de construcción del sujeto autonómico, cuyos últimos resultados se pueden observar en las Juntas de Buen Gobierno. El zapatismo impone la problemática indígena en el debate nacional y obliga al Estado a negociar los acuerdos de San Andrés, los cuales, independientemente de que no han sido acatados por el gobierno y la clase política, constituyen una plataforma programática de desarrollo sustentable para los pueblos indios. La autonomía constituye una estrategia para resistir los embates de las políticas neoliberales, defender los patrimonios y recursos regionales y nacionales, y sobrevivir con un proyecto civilizatorio distinto al que ofrece el capitalismo mundial.

A pesar de los fracasos y dificultades del EZLN en su afán por crear mecanismos de unidad política en el ámbito nacional, es necesario que persista en sus esfuerzos para unificar al movimiento nacional popular, particularmente ahora que el entreguismo foxista a los intereses de Estados Unidos y el deterioro visible de las expectativas del país para el futuro inmediato obligan a pensar en estrategias de lucha que puedan constituir una opción a las políticas económicas, sociales y culturales del gobierno actual.

La sociedad civil no ha estado a la altura de las exigencias de estos años, demostrando con ello que no es posible idealizar este concepto como se hizo con los de proletariado o pueblo. Si bien es cierto que sus movilizaciones han sido espectaculares y definitorias en ciertos momentos, no ha podido lograr una centralidad en las luchas de resistencia ni ha persistido en su propósito hasta el fin de los movimientos, abandonando a su suerte a grupos que contaban con su participación. Pese al autismo actual de la izquierda partidaria (la cual parece no entender que su internismo y egoísmo político son un crimen en las actuales condiciones del país y del movimiento popular), las acciones de la sociedad civil requieren de articulaciones y alianzas con la sociedad política para poder responder como una fuerza hegemónica nacional capaz de establecer las condiciones de un cambio cualitativo del rumbo de la nación. El EZLN deberá estar en la primera línea de esa transformación.

* Ponencia presentada el 12 de enero de 2004, con motivo de cumplirse 10 años de la movilización de la sociedad civil por la paz

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