Nora Patricia Jara

Deuda del DF: debate político

El enfrentamiento entre los diferentes grupos políticos legislativos se trasladará a la ciudad de México cuando se discuta el techo de endeudamiento -de 2 mil 500 millones de pesos- solicitado por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el cual destinará a obra pública y social. En la capital se planea gastar el año próximo 900 millones de pesos en la construcción de puentes peatonales, vialidades, obras de ampliación, reconstrucción y mantenimiento de avenidas y semáforos, además de casi 9 mil millones de pesos en el mejoramiento de la red de transporte, de los cuales 6 mil 500 millones serán para el Metro. Y aunque el GDF alegue que es la solicitud de deuda más baja desde 1995 y las calificadoras extranjeras lo ubiquen por encima de la escala nacional, el debate será político y se tratará de frenar la puesta en marcha de las llamadas obras faraónicas o monumentales que, no está de más decirlo, reciben tanto la aprobación de poderosos empresarios como de altos clérigos y miles de ciudadanos que se vuelcan a las magnas inaguraciones de distribuidores y segundos pisos.

Con amplia convocatoria y márgenes satisfactorios de su gestión administrativa, que basa en la reducción del gasto corriente, López Obrador lleva a hechos concretos, al más viejo estilo, la fórmula eficaz, que traduce en percepción ciudadana, de que los impuestos que se pagan son para beneficio directo de los contribuyentes y no nada más para alimentar a la alta burocracia. Sin embargo, en este balance de construcción de preparatorias -ahí donde se necesitan-, de edificación de vivienda popular y de ayuda social subsisten, es cierto, basura, caos vehicular y abandono de la imagen urbana en las zonas medias y bajas, así como la reducción de recursos para programas dirigidos a las mujeres, para combatir la violencia familiar y la cultura.

La delincuencia es otro gran pendiente: el secuestro, el homicidio y el robo son los crímenes con mayor índice de ocurrencia. Sin embargo, aquí se gasta el presupuesto en ayuda para los viejitos, política que, según especialistas de diversos países, a la par con otras formas institucionales de apoyo a los grupos vulnerables, reconstituye el tejido comunitario al incorporar a los ancianos a la economía doméstica.

Sus detractores la tachan de populista y electorera al sostener que sólo beneficia a los grandes almacenes. Para otros, dar esta posibilidad de manutención a una población que crece irremediablemente contribuye a que sean reintegrados al seno familiar, o simplemente a sobrevivir. ƑPero por qué después de enumerar estas realidades percibo, al igual que millones de habitantes, que el saldo no es positivo? Tal vez, como dicen los mercadólogos, porque es el resultado que deja en los sentidos la impresión material de un discurso o verdades como las de los expulsados por el desempleo de las ciudades medias, que tienen tres alternativas: quedarse en su lugar de origen, opción que siguen sin remedio niños y ancianos en medio de una profunda pobreza; irse al exterior, aunque sea de inmigrante ilegal, o venir a la capital o a las zonas fronterizas.

En los dos meses recientes se perdieron entre 30 y 35 mil empleos y durante 2003 cerca de 500 mil mexicanos y mexicanas vivieron la experiencia que compartieron con la de "las mejores familias": el despido. En el DF la desocupación hasta septiembre se calculó en 4.1 por ciento, según datos oficiales. Recientemente la ONU clasificó dos tercios de los habitantes de la capital del país en "pobres" y "moderadamente pobres", de acuerdo con un análisis de 30 grandes ciudades del mundo.

La falta de alternativas para lograr una ocupación digna se relaciona con el aumento de actos ilícitos de diversos tipos, y si bien no necesariamente con organizaciones o mafias criminales que trafican con drogas, armas y otras actividades rentables, como el control del ambulantaje, su motivación es el lucro; en la ciudad el comercio informal aglutinó hasta el año pasado 22 mil personas. Si volvemos a la basura, pues estamos de cabeza si sumamos las construcciones que alteran la circulación, hoyos por todas partes, los grafitis que invaden los muros de todas las colonias de clase media y baja, porque en las Lomas o el Pedregal no están las bardas rayadas. Ante lo que falta, el tiempo apremia y es hora de que el gobierno, como dice, consolide programas; de ello depende verdaderamente el desafío de 2006.