.
Primera y Contraportada
Editorial
Opinión
El Correo Ilustrado
Política
Economía
Mundo
Estados
Capital
Sociedad y Justicia
Cultura
Espectáculos
Deportes
CineGuía
Lunes en la Ciencia
Suplementos
Perfiles
Fotografía
Cartones
La Jornada en tu PALM
La Jornada sin Fronteras
La Jornada de Oriente
La Jornada Morelos
Librería
Correo electrónico
Búsquedas

E C O N O M I A
..

México D.F. Lunes 22 de diciembre de 2003

Leon Bendesky

Tiranos

La captura de Saddam Hussein en un agujero de Tikrit hace pensar en los tiranos. Primero lo evidente. Su fragilidad en la caída fue tan grande como la fuerza que tuvo en la plenitud de su poder. Luego, algo menos evidente. ƑCómo es que subsistió tanto tiempo si pudo ser al final tan frágil; qué hacía posibles sus excesos, la barbarie y el terror que impuso; qué lo sostenía y a quién le servía, además de a sí mismo? Esta es la eterna historia del poder y los tiranos, aunque los hay de linajes distintos y desde siempre.

La tiranía de Saddam se ubicó en la vertiente particular de la época de la mundialización capitalista de entreguerras en la primera mitad del siglo XX; ocurrió en una zona del planeta diseñada sobre un mapa a la conveniencia de los imperios, el que entraba ya en su fase terminal, y aquel que recién desplegaba su fuerza que llegaría a ser, según sus propios teóricos, unipolar y global. Saddam es sólo uno de los protagonistas del elenco, ni siquiera una figura principal del reparto. Los tiranos suelen ser las más de las veces personajes de quinta categoría. La lista es demasiado larga, la trama es complicada y la geografía está bien representada.

El contraste no podía ser más cruel: entre los grandes salones de sus palacios orientales de la legendaria Bagdad y otras ciudades, las llaves de oro de sus baños, sus abundantes guardaespaldas y el sucio agujero, estrecho, provisto de casi nada en que fue capturado como un solitario y asustado animal al que había primero que despiojar. Su poder fastuoso disponía antes con holgura de la renta petrolera, la que siempre compartió con disciplina con las siete hermanas y sus diversas ramas familiares; fue útil por mucho tiempo. Ese poder ponía en sus manos la vida de quien él quisiera disponer y permitió los abusos y desplantes de sus hijos idiotas. Ahora era una caricatura de sí mismo. "Señoras y señores, lo agarramos", proclamó Paul Bremer ante una sala llena de periodistas.

Canetti ya lo había advertido al asociar la fascinación que ejerce el poder, cuando se expresa de manera más pura, con la cantidad creciente de víctimas que acumula. El despotismo hecho placer, la degradación de los otros convertida en espectáculo. Todo se derrumbó literalmente como un castillo de naipes. Quedó así expuesto el sinsentido de una tiranía feroz de la que nadie puede decirse sorprendido y menos aún en Washington. De todo esto lo que casi no hay son explicaciones políticas y son las que se necesitan, no los esclarecimientos morales, que para ésos nos bastamos los ciudadanos de a pie, sin interpretadores oficiales en los gobiernos y su prensa fiel y de las cúpulas de todo tipo que acompañan y hacen coro.

La guerra de Irak, la caída del régimen, la captura del déspota son hechos inevitablemente esclarecedores, de un lado y del otro de la historia. Esto no es paradójico. Se pone de relieve la cuestión esencial de carácter del mal, de sus distintas versiones.

Bernhard-Henri Levy hace bien en recordar las palabras de Baudelaire cuando decía que la gran astucia del diablo era hacer creer que no existe. Pero Levy yerra cuando sostiene que para los tiranos y corruptos de la especie de Saddam -y a la que pueden añadirse otras especies y mutaciones con una gama amplia en filiaciones políticas y religiosas-, para ellos, dice, Occidente se vuelve un chivo expiatorio muy cómodo. Esa es una postura tajante al estilo de los que fueron nuevos filósofos de París; sin embargo, en esa relación ambas partes son chivos expiatorios, una de la otra, como en simbiosis, y pueden serlo de manera muy conveniente, tanto como sea necesario.

Son los quiebres de esa necesidad que entraña el poder, misma que recuerda la dialéctica del amo y el esclavo, los que conviene apreciar como quien indaga en una célula sobre la esencia de la vida.

En este caso los quiebres de la historia son la fuente de información y de conocimiento de la realidad política de la que ya nadie está fuera. Las distinciones tajantes, en blanco y negro, no ahondan en esos quiebres, vengan de donde vengan.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año
La Jornada
en tu palm
La Jornada
Coordinación de Sistemas
Av. Cuauhtémoc 1236
Col. Santa Cruz Atoyac
delegación Benito Juárez
México D.F. C.P. 03310
Teléfonos (55) 91 83 03 00 y 91 83 04 00
Email
La Jornada
Coordinación de Publicidad
Av. Cuauhtémoc 1236 Col. Santa Cruz Atoyac
México D.F. C.P. 03310

Informes y Ventas:
Teléfonos (55) 91 83 03 00 y 91 83 04 00
Extensiones 4329 y 4110
Email