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México D.F. Lunes 22 de diciembre de 2003

Jorge Santibáñez Romellón

La falta de visión estadunidense

La reciente captura de Saddam Hussein pone en el centro del debate el papel que Estados Unidos asume con respecto al resto del mundo. Dentro de ese "resto del mundo", a unos cuantos metros, se encuentra México. Por ello dicha detención, apresuradamente calificada de un "éxito", sin duda tendrá impactos en nuestro país, no por la detención misma, sino por su significado.

Saddam Hussein, a juzgar por la serie de pruebas que han sido presentadas, era un tirano que merecía ser derrocado, capturado y castigado. Sin embargo, su captura no se inscribe en un proceso de cumplimiento de la legalidad y, aun desde la perspectiva moral, su detención es por lo menos cuestionable.

Las imágenes que han sido difundidas muestran un Saddam Hussein demacrado y derrotado; sin embargo, no es ése el mensaje que se busca transmitir: se trata de demostrar machaconamente que los enemigos de Estados Unidos serán derrotados y humillados. Perfectamente hubieran podido transmitir la imagen de cuando es transportado a un centro de detención, como se hace en México cuando se aprehende a un empresario. Las imágenes de un soldado practicándole una inspección, por demás inútil, proyectan a un Saddam Hussein que se somete dócilmente a "la superioridad" estadunidense personalizada en quien le realiza esa inspección. Se trata de demostrar así, que pase lo que pase, es cuestión de tiempo: Estados Unidos y sus aliados ganarán y los demás tendrán que someterse no importa cuánto poder se tenga; a la larga ganará Estados Unidos, es decir "el bien", y los demás, los que no estén con ellos, es decir "el mal", serán derrotados y humillados. Si así fue con quien tuvo un enorme poder, así será con cualquier otro. No tiene caso oponerse.

Francamente espero que no sea el caso, pero la detención de Hussein puede propiciar que Estados Unidos incremente o trate de incrementar su poder hegemónico sobre el resto del mundo. Todas sus decisiones serán unilaterales, porque al fin y al cabo se podrá asumir como el guardián del mundo, el más poderosos, sin contrapeso alguno. Todo lo que haga, en aras de su seguridad, será legítimo, no importa cómo lo haga. Todo aquello que considere que lo puede dañar podrá ser perseguido y aniquilado sin ninguna reserva. Se acabaron las negociaciones y los acuerdos: cuando se es tan desproporcionadamente el más fuerte, no hay por qué negociar, simplemente se dictan instrucciones y el que no las acate será, de manera automática, considerado enemigo.

Este posicionamiento, desde mi punto de vista, es un error; muestra una falta de visión de largo plazo del gobierno de Estados Unidos y representa un grave riesgo para México.

Se trata de un error porque al humillar a Hussein se humilla a un sector numeroso e importante de Irak y de otros países que, nos guste o no, son seguidores de Hussein. El trasfondo religioso juega un papel que rebasa por mucho a Hussein, y el odio y rencor hacia Estados Unidos que esas imágenes provocaron generarán otros actos de rencor y odio en sentido contrario. El número de terroristas anti Estados Unidos que ha sido generado en los últimos meses es incalculable. En este sentido el manejo publicitario de la detención carece de visión y divide al mundo en buenos (los amigos de Estados Unidos) y malos (los otros). Un mundo así puede convenir a nuestros vecinos a corto plazo, pero es muy peligroso, aun para ellos mismos, a largo plazo. Tarde que temprano se recordará al gobierno de Bush que lo que era originalmente la justificación para la guerra y posterior invasión de Irak, a saber la existencia de armas de destrucción masiva, resultó ser un invento.

Toda vez que México no está, por decisión propia, entre la selecta lista de los que apoyaron la decisión de declarar la guerra a Irak o de invadirlo, pasaremos entonces a la de quienes se deben subordinar. Si a ello aumentamos que somos vecinos y que compartimos una frontera, no nos extrañe que Estados Unidos empiece a establecer frenéticamente programas que en su opinión serán la salvaguarda de su soberanía. Poco importa si esos programas son eficientes, ésa no es la discusión; el riesgo es que tengamos como vecinos a una contraparte que sólo piensa en ellos, desde una lógica unilateral, incapaz de mostrar una receptividad elemental hacia nosotros y con el temor de que la captura de Hussein incremente el odio de algunos hacia ellos, y propicie una sobreprotección, particularmente en la frontera.

Las imágenes de la detención de Hussein seguramente dejarán satisfecho al gran público en Estados Unidos, pero, aunque no queramos, habrá costos y alguien deberá pagarlos.

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