Arturo Balderas Rodríguez

Acuerdo migratorio: la puerta que se abrió

El secretario de Seguridad Interna de Estados Unidos, Tom Ridge, declaró hace algunos días que los inmigrantes indocumentados no constituyen una amenaza para Estados Unidos y que es necesario darles algún tipo de estatus legal.

Su declaración tomó por sorpresa no sólo al auditorio que lo escuchaba en la Universidad de Miami, sino a más de un alto funcionario en Washington. Aunque se cuidó de mencionar que en último término la decisión es del Congreso, no deja de ser sintomático que el responsable de la seguridad interna considere que los indocumentados no son potenciales terroristas. Algo debe saber la persona supuestamente mejor informada en el país sobre estos temas para dar una declaración de esa magnitud.

Seguramente entre los más sorprendidos estuvo el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, a quien la declaración debe haberle caído como balde de agua fría. Hay que recordar que hace algunas semanas, con el pretexto de la seguridad interna, solicitó se revocara la ley que otorgaba el permiso para conducir a los indocumentados.

El porqué de su declaración en estos momentos es una cuestión que se sabrá próximamente. Mientras tanto, no se debe perder de vista que las campañas para elegir al presidente ya se han iniciado, aunque no formalmente. Cabe pensar que desde ahora se busca el apoyo de la población que tiene nexos con los 8 o 10 millones de indocumentados que viven en Estados Unidos.

Por lo pronto hay desconcierto entre quienes han apostado a la seguridad interna como excusa para evitar que los indocumentados reciban cualquier tipo de beneficio.

El pretexto del terrorismo ha sido el arma que han usado en sus campañas en contra de la población migrante que carece de documentos. Si las expresiones del señor Ridge tienen un significado que va más allá de la coyuntura electoral, es probable que no esté muy lejana la posibilidad de un acuerdo migratorio. Quizás no sea tan ambicioso como el que pretendió el gobierno hace tres años, pero sí más realista.

Si el gobierno estadunidense se toma en serio lo dicho por su secretario de Seguridad, seguramente tomará nota de la estrategia que el padre del actual presidente diseñó para la aprobación del TLC. Sólo así será posible amarrar todas las alianzas necesarias para avanzar en un proceso que, paso a paso y sin estridencias, regularice la situación de millones de indocumentados cuya situación es cada vez más precaria.

Otro tanto hará el gobierno de México con la experiencia que le dejó la firma del tratado. El trabajo que realizó mediante sus representaciones entre grupos comunitarios y empresariales fue muy importante a la hora de convencer a quienes por diversas razones se oponían en apoyarlo.

Si en aquella ocasión se dejó fuera el tema migratorio, y con ello se desprotegió a los trabajadores mexicanos, esta vez hay razones de sobra para insistir en la necesidad de un acuerdo migratorio que responda al problema de los que carecen de documento para realizar los trabajos que Estados Unidos demanda.

La puerta la abrió quien encabeza la secretaría en la que se procesan los asuntos migratorios. Aprovechar esa puerta con inteligencia y mesura, haciendo a un lado la estridencia y la oportunidad para la foto, es algo que México no debería desperdiciar.