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México D.F. Viernes 21 de noviembre de 2003

Gilberto López y Rivas*

Los 20/10 del EZLN

El Ejército Zapatista de Liberación Nacional inició los festejos de los 20 años de su fundación y los 10 de iniciar una rebelión de los indígenas mayas de Chiapas. Independientemente de la posición política que se adopte con respecto a este movimiento, nadie puede negar la importancia de su aparición en 1994 y el papel jugado durante esta década en la controvertida transición democrática mexicana.

Sin embargo, desde distintas perspectivas político-ideológicas, el zapatismo ha sido blanco de ataques y críticas dirigidas a minar su influencia regional, nacional e internacional o, incluso, abiertamente buscar su desaparición. En los primeros momentos se condenó la vía armada con la que irrumpió súbitamente. Los "pacifistas sociales", que nunca se preocupan por la violencia sistémica del Estado y las clases dominantes, pusieron el grito en el cielo por el uso de las armas de los zapatistas para exigir el cumplimiento de la Constitución con base en su artículo 39.

En una segunda ronda, se buscó deslegitimar su particularidad indígena con argumentos racistas acerca del carácter manipulable innato de los indios, calificados de "simples cobayas" de los mestizos y, en consecuencia, incapaces de dirigir por sí mismos un movimiento insurreccional, así como de asumir proyectos nacionales de las dimensiones del neozapatismo, dada la supuesta esencia comunal de sus lealtades primordiales. El gobierno señaló el pretendido origen externo, aun extranjero del movimiento, y recurrió a la asesoría de antropólogos oficialistas y de sus inefables servicios de inteligencia que nutrieron de ideas-fuerza e información a múltiples artículos e incluso libros, uno de los cuales mereció el dudoso honor de ser reseñado por Mario Vargas Llosa, el profeta intelectual de la derecha.

Los ataques furibundos al subcomandante Marcos expresan el intento de personificación de todo un movimiento rebelde de raíces profundas, demostrando nuevamente la inagotable veta racista de los argumentos de sus denostadores. Al descalificar a Marcos (calificado de "bufón de Tercer Mundo" por Vargas Llosa), se pretende minimizar o ignorar un proceso social que involucra a numerosas comunidades indígenas, dentro del cual el papel del jefe militar y vocero obedece a estrategias y designios colectivos.

Con el paso de los años, las críticas se tornaron más sofisticadas y dirigidas a minar los esfuerzos de construcción de las autonomías indígenas que los mayas y otros pueblos indios desarrollaban en sus territorios. Los ilustres jurisconsultos inmediatamente advirtieron sobre la amenaza de "balcanización" del país y de ruptura de la idílica "unidad nacional" que ellas representaban, indicando de paso que también violentarían los derechos individuales consagrados en la Constitución.

Desde la academia y la intelectualidad con pasados marxistas ya olvidados se recurrió a las perspectivas de inspiración europea de calificar a las autonomías demandadas por los pueblos indios como expresiones de "fundamentalismo étnico", tergiversando o ignorando que los propios acuerdos de San Andrés y las organizaciones indígenas han distinguido con claridad que los usos y las costumbres que fundamentan los procesos autonómicos deben tener un efecto liberador y no entrar en contradicción con derechos individuales fundamentales, y particularmente aquellos que protegen la dignidad de las mujeres. "Un mundo donde quepan muchos mundos" no parece ser la consigna de autogobiernos intolerantes, autoritarios, sexistas y corporativos, que más bien caracterizan los enclaves del caciquismo de origen priísta, cuyo caso ejemplar podría ser Chamula.

Se ignoró una extensa literatura que desde la perspectiva autonomista critica al etnicismo y a toda forma de fundamentalismo o limpieza étnica, y que insiste en la imprescindible naturaleza incluyente de la libre determinación indígena. Desde hace años que se viene señalando en el debate de las autonomías que los procesos que ellas abren no son panaceas que garanticen necesariamente una solución de los problemas de los indios y una puerta segura hacia su liberación. Se ha insistido en que lo importante es la construcción de un sujeto autonómico con una perspectiva integral del conjunto de los derechos individuales y colectivos que las autonomías implican como mecanismos de solución de conflictos y como factores iniciales de una democratización de las estructuras nacionales, entre ellas, sin duda, la transformación democrática de las propias entidades étnicas en el camino de la construcción autonómica. Nadie de los autonomistas ha concebido los municipios y las regiones autónomas como reservaciones de la marginalidad, y mucho menos como cotos del narcotráfico o espacios ideados por nostálgicos socialistas. Esto resulta antitético a la idea misma de las autonomías, y eso lo saben bien quienes lanzan sus dardos envenenados contra el zapatismo, los pueblos indios y sus procesos autonómicos.

* Red internacional En Defensa de la Humanidad, defensahumanidad.org

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