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México D.F. Lunes 20 de octubre de 2003

Digna Ochoa: persiste el clamor de justicia a dos años de su muerte

Las voces de la "iglesia sencilla", fuera del recinto

BLANCHE PETRICH

Las voces que aún demandan justicia y verdad en torno a la muerte de Digna Ochoa -entre ellas la del antiguo obispo de San Cristóbal Samuel Ruiz, la de Rosario Ibarra y la de decenas de integrantes de comunidades de base católicas, la llamada "iglesia sencilla"- fueron orilladas ayer a hablar en la banqueta, fuera del recinto de la parroquia de la Resurrección, en la popular colonia Ajusco, donde se honró su memoria con una misa por el segundo aniversario luctuoso.

Son los que consideran que la conclusión de la procuraduría capitalina sobre el "suicidio simulado" es "una tragedia que mata por segunda vez a Digna". Son los que exigen que el expediente del caso no se cierre hasta que haya "un esclarecimiento pleno y satisfactorio" de este crimen. Son los que apoyan el recurso de inconformidad en contra de la decisión oficial de no ejercer acción penal en el caso. Son los que ahora han conformado la Red Diecinueve de Octubre, frente que desde agosto de 2002 lucha en contra de la impunidad que amenaza con enterrar este asunto que algunos llaman ya "suicidio de Estado". Y no son pocos.

Fue el grupo de base de esta parroquia, ubicada en avenida Aztecas, el que pidió que fuera sede de la misa en la que se recordó la memoria de la defensora de derechos humanos; desde allí Samuel Ruiz proclamaría la biografía de Digna Ochoa, cinco páginas que contienen, resumida, la visión de todos los "defendidos" que conocieron la solidaridad de la abogada veracruzana; un documento que constituye un contrapeso a la versión oficial, con la imagen de la mujer "esquizoide y autodestructiva" que proyectó la resolución de la procuraduría.

Pero la parroquia es administrada por jesuitas y desde el alto mando de la Compañía de Jesús se dio la orden: "Misa sí; conferencia de prensa no". El argumento, trascendió, es que la congregación de Ignacio de Loyola no quería dar la impresión que respaldaba la posición de este colectivo.

Pero la calle es tan buena tribuna como el púlpito, y a la calle fueron a dar Ruiz, Ibarra de Piedra, Pilar Noriega, el general Francisco Gallardo y todos los demás activistas para levantar la voz contra la impunidad que, dijo el obispo, "no es un acto de voluntad personal de un funcionario, pero habla de la debilidad de una transición".

"La fiscal Guerra decepcionó", afirma Rosario Ibarra

Este grupo, así como el obispo de Saltillo Raúl Vera, varios sacerdotes y activistas de comunidades eclesiales de base anunciaron que la próxima semana esperan ser recibidos en audiencia por el jefe de Gobierno del Distrito Federal Andrés, Manuel López Obrador. Le pedirán que se permita a la familia Ochoa y Plácido presentar las pruebas periciales y forenses que tiene para controvertir la conclusión del suicidio frente al Ministerio Público, oportunidad que hasta ahora les ha sido negada tanto por la fiscalía especial como por el propio procurador capitalino Bernardo Bátiz.

"López Obrador prometió que el caso se mantendría abierto. Lo dijo y lo tiene que cumplir", apuntó Rosario Ibarra. Argumentó el margen de confianza que le tiene al jefe de Gobierno, al recordar que cuando las madres de los desaparecidos quisieron presentar un recurso de inconstitucionalidad en contra de la resolución legal de dar por prescrito el delito de desaparición forzada, López Obrador apoyó y abrigó ese recurso legal que hoy se dirime en la Suprema Corte de Justicia. "Tuvo voluntad política en ese momento. Espero que siga con esa misma voluntad, esa misma firmeza", agregó Ibarra de Piedra.

En cuanto a la fiscal Margarita Guerra, propuesta por un grupo de asesores de López Obrador del que Ibarra formó parte, junto con el periodista Miguel Angel Granados Chapa y Madga Gómez, la dirigente de Eureka reiteró que no fue sugerencia suya, pero que por su actuación "nos decepcionó".

El obispo Ruiz también remarcó la línea para deslindar al gobernante de la capital de lo que ha sido, hasta ahora, la actuación de la procuración de justicia del Distrito Federal en este caso. "No es un acto de voluntad personal de un funcionario. Habla de la debilidad de una transición, de la contaminación del aparato de justicia. No depende de Andrés Manuel (López Obrador) ni del presidente, sino de toda una estructura que está contaminada, que debe depurarse", expresó.

Una estructura represiva que, retomó el hilo el general Gallardo, "sigue intacta a pesar de las promesas del foxismo".

Rubricó Ruiz las palabras de este militar que sufrió años de cárcel por desafiar precisamente esa estructura:

-El sabe de lo que habla.

A su vez, Rosario Ibarra se manifestó "molesta" con la conclusión del suicidio. "No se qué motivaciones tuvo la fiscalía para actuar de esa manera. Pero, como miles de mexicanos, yo creo que a Digna Ochoa la asesinaron y que el crimen no se ha aclarado."

Y sobre esa incredulidad colectiva abundó Gloria Rico, coordinadora de la caravana que la próxima semana emprende un periplo por los puntos conflictivos de la geografía oaxaqueña: "En el sentir del pueblo, el dictamen de la fiscalía da cuenta de una mentira, no de una verdad".

Una misa digna de Digna

Había sido una típica misa de eso que llaman "la iglesia sencilla", la más lejana posible a las jerarquías y a los decorados del Vaticano. Una misa, valga la redundancia, digna de Digna, oficiada por sacerdotes que caminan al lado de pueblo, y concurrida por religiosas que, como hormigas, mueven el corazón de las comunidades eclesiales de base en las calles y colonias más pobres de las ciudades, como alguna vez lo hizo también Digna Ochoa. Una celebración que hizo sentir a los amigos de la abogada muerta un poco menos solitarios en su clamor de justicia.

Fue uno de esos actos religiosos que concluyen con una hilera de activistas que proclaman sus causas, denuncian sus problemas y promueven sus luchas. En esa ocasión fueron los de Loxicha, los de Unión Hidalgo y muchos otros parajes de Oaxaca con graves situaciones de violencia los que desfilaron por el púlpito, lo mismo que la organización Drogadictos Anónimos, que pidió a los feligreses apoyo para su taller de panadería.

Una misa con un toque de ritual indígena, a la hora del ofertorio, y rematada con una bendición del obispo Ruiz García "a los que han dado la vida por la causa grande de América Latina". Y en la que, además de los misales, circulaban documentos de "análisis de la realidad", entre ellos el texto que la comunidad de esta parroquia pronto estudiará en su colectivo: "Cuestionamientos de nuestra fe en tiempos de modernidad y posmodernidad".

Se había orado por la memoria de las abogadas Digna Ochoa y Griselda Tirado -curiosamente ambas de origen totonaca, una de Veracruz, otra de la sierra del Totonicapán en su vertiente poblana, ambas asesinadas en el lapso de un año y medio en la llamada transición foxista- y se había honrado la memoria de ambas, por el valor que mostraron en vida para defender a los campesinos presos y torturados. Se había pedido al Dios de los cristianos "fortaleza para seguir al lado de los oprimidos y los desamparados".

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