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México D.F. Miércoles 15 de octubre de 2003

José Steinsleger/III y última

Insurgencia en Bolivia

Literal: a 4 mil 200 metros sobre el nivel del mar los bolivianos han tomado el cielo por asalto en defensa del gas, el petróleo, el agua y otros recursos del subsuelo. A me-nos de un mes de la fracasada reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Cancún, los pobladores de El Alto protagonizan un nuevo capítulo de las luchas mundiales contra el neoliberalismo.

Atención con Bolivia. La sangre popular vertida en El Alto, la ciudad más encumbrada de América y la más pobre del país andino, así como la derramada en días pasados en las localidades de Warisata y Sorata, se esparce por caminos bloqueados con troncos y piedras hasta la hoya de La Paz, y amaga con salpicar las calles de la capital que acordonan los poderes centrales de la Plaza Murillo, épico espacio de las luchas políticas bolivianas.

La rebelión tiene argumentos. A espaldas de la sociedad, el presidente Sánchez de Lozada firmó con empresas extranjeras de energía contratos que, en 20 años, le representarán una ganancia de 27 mil millones de dólares, quedándole a Bolivia un ingreso de 40 a 70 millones de dólares anuales.

ƑCómo explicar la "modernidad", el "fu-turo" y el "mirar hacia delante" de un go-bierno "democrático" que concedió a las compañías extranjeras una ganancia de 24 a uno en un país donde un tercio de la población pasa hambre y otro tercio come un poco más que los hambrientos? Si a esta infamia se añade que la exportación de gas con destino a California se hará a través de puertos que fueron tomados a Bolivia en la Guerra del Pacífico (1879-1883), dejándola sin salida al mar, podrá entenderse mejor la indignación de los bolivianos.

Modelo de muerte

En 1985, cuando arrancó el modelo neoliberal, muchos bolivianos se tragaron el cuento de la "globalización" y el "progreso" capitalista. Dieciocho años más tarde los números son para temblar: de las 8 millones de personas que habitan la nación que el libertador Simón Bolívar consideraba como "hija predilecta", 5 millones 600 mil viven en la pobreza extrema y relativa.

Cada hora que pasa, 20 bolivianos se hunden en la pobreza, siete de ellos en la indigencia y en la marginalidad. Sometido a la pauperización y el desmantelamiento sistemático del Fondo Monetario Internacional (FMI) y la tecnocracia criolla, el Estado esquelético al que ahora convoca a defender la "Carta Democrática" de la Organización de Estados Americanos (OEA) tiene 350 mil desempleados sin ingresos, otro millón en la desocupación y empleos de mala calidad. En las ciudades, la cuarta parte de la población boliviana sobrevive con menos de 80 centavos de dólar al día, y en el área rural con menos de 60 centavos.

Los tecnócratas y politólogos de cubículo aseguran que la "culpa" de esta situación explosiva la tienen los bolivianos. Los argentinos tuvieron la "culpa" del saqueo financiero de 2001; los venezolanos tienen la "culpa" por vivir con el Jesús en la boca; los ecuatorianos por contar con demasiados indígenas que no entienden las ventajas de la dolarización. Como en todos y cada uno de nuestros países, "la culpa" la tienen los pueblos que ya nada quieren saber de la democracia falaz y dicen "basta".

Los bolivianos han dicho "basta" a un esquema de inversión extranjera que fue eufemismo puro. Mientras en otros países las ganancias del capital extranjero triplicaban su inversión, en Bolivia obtenía nueve dólares por cada uno de los invertidos. En el quinquenio 1997-2002 el gobierno permitió que las trasnacionales beneficiadas con la privatización de las paraestatales (telecomunicaciones, electricidad, hidrocarburos, ae-ronáutica civil, etcétera) tuviesen ganancias por mil 752 millones de dólares, según el Ministerio de Hacienda y el Servicio de Im-puestos sobre las remesas en utilidades de-claradas por estas empresas.

Magnífico negocio. Fuera de no haber contribuido a la creación de empleo ni haber cambiado la débil y vulnerable planta productiva del país, el aporte de las privatizadas al Estado no alcanzó, en el quinquenio referido, uno por ciento de la tasa de crecimiento económico. Inclusive la Fundación Milenio, ligada al equipo del presidente, admite que las inversiones y compras favorecieron a las casas matrices de los inversionistas extranjeros, a sus filiales y otras compañías que operan fuera del país.

Datos oficiales señalan que en el periodo apuntado, en impuestos y dividendos, el aporte de las privatizadas al Estado boliviano fue casi similar al de 1991-1995, periodo en que estas empresas estaban en manos del Estado.

En el campo, donde vive 40 por ciento de la población, la incorporación y apertura al llamado "mercado global" produjo un fenómeno involutivo que ahora es pasto de las fieras de la econometría: del minifundio al "surcofundio". En promedio, 16 mil nuevos minifundios anuales surgieron en el altiplano y los valles bolivianos. Es decir, en este país, que en 1952 hizo una revolución y una reforma agraria, la vertiginosa y acelerada fragmentación de la tierra ha dificultado totalmente los procesos productivos, tornándolos inviables en corto tiempo.

El fin de Goni

Los indígenas, obreros, mineros, estudiantes, amas de casa, clases medias empobrecidas, trabajadores estatales y campesinos que piden la cabeza del presidente de Bolivia representan el "pasado" o han sido presa del "populismo", como nos advierten algunos despistados nada inocentes de la "izquierda moderna". ƑY qué tiene de malo?

Medio siglo antes de la revolución "populista" de 1952, cuando indígenas y campesinos bolivianos vivían en la semiesclavitud, la diferencia de productividad agrícola era de 20 veces en comparación con las de las naciones avanzadas, y en 2003, cuando la "democracia" boliviana propone a los trabajadores del campo convertirse en "empresarios", esta diferencia asciende a 500 veces...

Por eso, la delegación boliviana en Cancún cerró filas con la de El Salvador, que estaba encabezada por un señor apellidado "Lacayo" (sic), y planteó la eliminación total de los aranceles de importación, además de demandar la eliminación de los subsidios para los productos agrícolas. O sea, máxima ganancia para los gringos y cero ayuda al campesino.

El vértice cada vez más agudo de la infame pirámide esclavista de Bolivia está integrado por 5 mil familias que reciben un ingreso 44 veces superior al percibido por las sucesivas franjas de la base piramidal. Se trata de un núcleo oligárquico de poder que tiene casi mil 700 millones de dólares depositados como ahorros en la banca comercial, mientras 600 mil familias, según la Superintendencia de Bancos, sobreviven con menos de 50 dólares al mes.

A esas familias pertenece Goni. El homicida que, según George W. Bush, busca un "futuro más próspero y justo para los bolivianos". Bush ha girado órdenes para que el ministerio de colonias llamado OEA, y la Sociedad Interamericana de Prensa, condenen y confundan a la ya de por sí confundida opinión pública mundial de la naturaleza auténtica de la crisis boliviana.

Por su lado, en un giro de soberbia y antisolidaridad insostenible, los países del Mercosur se alinearon con el gobernante boliviano y clamaron por el "respeto de la institucionalidad democrática". Naturalmente, el Mercosur calla que países como Brasil ha-cen negocios energéticos por valor de mil 200 millones de dólares anuales, dejándole a Bolivia no más de 90 millones, mientras Chile, operador del ALCA y de Washington en la subregión, espera suculentas ganancias con la exportación del gas boliviano.

En el Palacio Quemado, inhóspito edificio al que un escritor supersticioso le adjudicó poderes malignos ("cobra venganza de quien quiere poseerlo", dijo), y que la gente precisamente bautizó así a causa de la rebelión popular que en 1875 echó fuego a sus muros, Gonzalo Sánchez de Lozada aguarda las órdenes de algunos sectores del ejército que aún lo sostienen y de los hiperactivos agentes de la CIA en La Paz.

Fuera de allí descansa el cuerpecito de una niña de ocho años, asesinada por el ejército en Warisata. El gobierno dijo que Marinela Rojas era "guerrillera". La comunidad aimara en la que vivió hasta el 20 de septiembre pasado la enterró con la whipala (bandera del Tahuantinsuyu) y banderas de Bolivia con crespones negros. Marinela regresó junto a la Pachamama, la Madre Tierra. Y la comunidad que a orillas del Titicaca la vio nacer, 5 mil años atrás, volvió a la lucha. Cercó cerros, bloqueó con piedras y troncos los caminos, y multiplicó el eco de millones de voces al calor de una sólida y única consigna: "dirigente que traicione será colgado".

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