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México D.F. Sábado 11 de octubre de 2003

Robin Cook*

Los políticos han fallado en Medio Oriente

Se suponía que la guerra en Irak sería un preludio para la paz en Medio Oriente. El acuerdo era que si ayudábamos a George W. Bush a derrocar a Saddam Hussein nos dejaría lanzar el mapa de ruta y entonces él le daría todo su apoyo. Siempre pareció una transacción inadmisible. Los neoconservadores de Washington que promovieron un cambio de régimen en Bagdad son los mismos que consideran materia de fe el derecho de Israel a ocupar su territorio bíblico. Después del Partido Republicano, que resultó vencedor en las elecciones en Estados Unidos, el más favorecido por la acción en Irak ha sido el partido Likud.

Con sus amigos encabezando la ocupación en Irak, Ariel Sharon iba a sentirse más fortalecido que presionado. En lugar de cumplir el compromiso estipulado en el mapa de ruta, de retirar los asentamientos en territorios palestinos, ha construido y extendido una suerte de Muro de Berlín que altera el terreno y anexa más zonas árabes al Estado de Israel. Sharon calculó que Bush lo dejaría salirse con la suya, y esto ha quedado ampliamente comprobado. Anunció que "expulsaría" a Yasser Arafat, presidente electo de la Autoridad Nacional Palestina, y lo protege vetando en la ONU una resolución de condena a sus amenazas. Bombardea territorio sirio por primera vez en 20 años, y Bush acepta esto como el derecho israelí a la autodefensa.

Los atacantes suicidas no vienen de Siria, por lo cual es muy difícil justificar como autodefensa la operación contra ese país vecino. La acción no se llevó a cabo con lógica militar encaminada a resolver un problema de seguridad, sino que fue un imperativo político. Sharon tenía que convencer a su pueblo de que había tomado medidas duras de respuesta a los asesinatos terroristas en Haifa. El pueblo israelí está traumatizado porque vive bajo la sombra constante del terrorismo, y en una nación tan pequeña hay pocas comunidades que no conozcan a alguien que haya sufrido el dolor y la amargura provocadas por un familiar asesinado. ƑPero existe algún israelí que en verdad crea que bombardear un campamento semiabandonado en Siria detendrá el próximo ataque suicida que se perpetrará en Cisjordania?

Es una táctica clásica de Sharon tratar de calmar el desasosiego interno provocando una escalada en la confrontación externa. La pregunta alarmante es: Ƒcómo va a superar esta reciente escalada después del próximo ataque suicida? La realidad que Sharon no se atreve a decir a su pueblo es que sus propias políticas han vuelto más inseguro a Israel. La reciente suicida provino de Jenin, localidad que ya ha recibido una profunda dosis del tratamiento de Sharon con invasión militar, casas arrasadas y asesinatos selectivos para eliminar la amenaza terrorista. La consecuencia absolutamente predecible de todo esto es que habrá más, no menos, reclutas para las filas terroristas.

Es una reacción emocional comprensible interrumpir las negociaciones de paz ante nuevos atentados terroristas; sin embargo, es algo que no tiene lógica. Hamas y los otros grupos terroristas no quieren que ten-ga éxito el proceso de paz, y suspender las negociaciones es recompensarlos por haber saboteado dicho proceso. Debemos regresar a la sabia estrategia de Yitzhak Rabin de proseguir el proceso de paz como si no existieran los terroristas y perseguir a éstos como si no hubiera proceso de paz. En cambio, Sharon ha dado a los atacantes un poder de veto sobre el proceso que ejercerán cada vez que, a su juicio, exista el riesgo de que se dé algún progreso.

El presidente Bush prometió después de la cumbre de Aqaba que "impulsaría con todo" el mapa de ruta, pero sus asesores de imagen desean desesperadamente que su impulso más bien se aleje de semejante zona de desastre al aproximarse la elección presidencial. En momentos en que su popularidad está seriamente dañada por la debacle en Irak, no va a abrir un segundo frente, en casa, oponiéndose al lobby del Likud.

Sin embargo, Estados Unidos tiene el po-der, aunque no tenga la disposición, de presionar para que el mapa de ruta sea adoptado. La semana pasada un reporte del Congreso reveló las dramáticas dimensiones que tiene el apoyo estadunidense para la economía y el ejército israelíes. Israel ha recibido más ayuda estadunidense desde la Segunda Guerra Mundial que cualquier otro país, por grande o pobre que sea. Pese a esta colosal dependencia financiera, el primer ministro israelí parece tener más influencia política en Capitol Hill que el presidente estadunidense en Jerusalén.

El pueblo de Israel necesita desesperadamente un futuro libre de terrorismo. Pero éste no va a ser derrotado con helicópteros artillados, que lo único que hacen es unir al pueblo palestino en contra de los ocupantes. Sólo será derrotado si los terroristas son aislados de su propia gente mediante una solución política. La verdadera tragedia de Me-dio Oriente es que todos sabemos cuál es la solución: dos estados separados con autodeterminación para el pueblo palestino y ga-rantías de seguridad y fronteras reconocibles para el pueblo israelí.

El problema no es adónde vamos, sino cómo nos dirigimos ahí. El mapa de ruta ha fracasado espectacularmente en el intento de aportar una respuesta. Ciertamente, el impasse actual tiene su origen en la naturaleza misma del mapa de ruta, que espera que los líderes de ambas partes adopten paralelamente pasos cada vez más significativos para el otro. Si bien este objetivo es deseable, los pasos para llegar a él son dolorosos y requieren que ambos líderes acepten hacer concesiones impopulares. El mapa de ruta plantea una larga lista de requerimientos, cada uno de los cuales puede volverse un obstáculo si no se cumple.

Esto deja al cuarteto para Medio Oriente en una posición poco envidiable. Tres de los más importantes actores internacionales -Estados Unidos, la Unión Europea y Ru-sia-, con la mitad del producto mundial y tres cuartas partes del poderío militar del globo, no pueden lograr progresos en el ma-pa de ruta que todos acordaron, ni siquiera con la cooperación de la ONU. Esto no sólo es una terrible noticia para Medio Oriente, sino que dañará seriamente la autoridad de la comunidad internacional la próxima vez que intente imponer un acuerdo de paz. El hecho de que el estancamiento se verá reforzado por la parálisis que reinará en Washington durante el año electoral contribuirá a hacer todavía más difícil la situación. Mientras tanto, Estados Unidos y la ONU deberían considerar si sus estrategias son realistas, ha-bida cuenta de la escasa influencia que am-bos ejercen sobre el actual gabinete israelí.

Cualquier comparación con Irlanda del Norte debe manejarse con precaución, debido a que los contextos histórico y cultural son muy distintos, pero sí hay una lección que puede aprenderse del Ulster. El arriesgado giro que adoptó Tony Blair fue dejar de apelar a los políticos, que no deseaban ningún compromiso, y se dirigió al pueblo, que deseaba la paz. El resultado fue un mandato que rebasó cualquier acuerdo, que hubiera sido políticamente imposible.

El Grupo Internacional de Crisis acaba de proponer un acuerdo similar para Medio Oriente: celebrar referendos paralelos tanto en Israel como en los territorios ocupados acerca de una solución que prevea la convivencia de dos estados que gocen por igual de garantías internacionales. Un mandato fuerte de ambos pueblos obligaría a Sharon a enfrentarse a los colonos israelíes y fortalecería al liderazgo palestino para combatir a los terroristas. Existirían, desde luego, elementos de riesgo, como siempre que se re-curre al voto democrático, pero podría ser más fácil convencer a la población que a los políticos de aceptar un plan de paz. Es difícil ver otro camino que pudiera poner fin al actual punto muerto en las negociaciones.

* Cook fue ministro del Exterior de Gran Bretaña y este año renunció a la presidencia de la Cámara de los Comunes en protesta por el apoyo de su gobierno a la guerra contra Irak

 

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

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