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México D.F. Lunes 6 de octubre de 2003

La Junta de Gobierno emite convocatoria para designar a quien quedará al frente

La universidad pública, en trance por el relevo de rector en la UNAM

El futuro de la educación superior podría definirse en el proceso de sucesión, según analistas Señalan presiones de grupos conservadores interesados en desligar el área de bachillerato

KARINA AVILES

La definición futura de la educación superior pública se juega en una elección en la que las fuerzas de un proyecto conservador, acorde con las políticas gubernamentales, pretende arrojar fuera de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) la idea de una institución cuyo concepto principal es lograr la calidad académica sin sacrificar el número de estudiantes y sin cercenar la casa de estudios.

Esta "guerra" por la rectoría -declarada a partir de hoy, al darse a conocer públicamente la convocatoria de la Junta de Gobierno (JG) para la designación del universitario que gobernará a la institución en los próximos cuatro años- ya tiene a los contendientes que conducirán la batalla.

Por un lado, desde lo que se conoce como "la derecha universitaria", el director del Instituto de Matemáticas, José Antonio de la Peña, representa a un grupo importante, el de los científicos, dirigidos por José Sarukhán, ex rector, ex funcionario del gobierno de Vicente Fox y, por el otro, Juan Ramón de la Fuente, quien llegó a la rectoría en el momento más crítico -la huelga de fin de siglo-, cuando los conservadores fracasaron al gobernarla. En estos años De la Fuente se convirtió en un pilar importante de la defensa de la universidad pública y rompió con el proyecto neoliberal enquistado en la casa de estudios desde los años ochenta.

La columna vertebral de la gestión de De la Fuente ha tenido como base los siguientes ejes: a) fortalecimiento del carácter público, autónomo y nacional de la institución; b) impulso de una universidad que atienda con calidad a gran número de estudiantes; c) rechazo a la privatización y fragmentación de la institución, por lo que el bachillerato continuará formando parte de su unidad; d) realización de una reforma universitaria que tiene como uno de sus instrumentos el congreso, mismo que sigue pendiente; d) en favor de un financiamiento que no "puede salir del bolsillo de los estudiantes, sino del cumplimiento cabal de las obligaciones del Estado", y d) una universidad que no puede estar subordinada a las "modas del mercado".

Sin presentar un proyecto académico en estos cuatros años que cierran una etapa en la que el principal reto fue restablecer la vida universitaria tras diez meses de paro, De la Fuente ha emprendido acciones como impulsar una política de crecimiento y desconcentración por la cual se han creado 14 dependencias, establecer "legalmente" la función de la investigación en facultades y escuelas, emprender una reorganización administrativa, avalar el cumplimiento de 23 acuerdos del congreso del 90, crear nuevas licenciaturas e impulsar el fortalecimiento del bachillerato y el posgrado.

Por el otro lado, el proyecto conservador difundido por científicos identificados con el grupo del ex rector Sarukhán concibe una universidad en la que las decisiones sólo pueden ser tomadas por una elite ilustrada que no permite la competencia de las mayorías. De ahí su férreo rechazo a la realización de un congreso democrático y resolutivo. Pero el eje de su concepción es el de una universidad de "excelencia académica" que ve como principal obstáculo la masificación de la institución. Esto, en términos prácticos, se traduce en la separación del bachillerato y de las escuelas periféricas de la UNAM.

En esta concepción existen también fuertes resistencias a realizar cambios que podrían trastocar puntos neurálgicos de las formas de gobierno tan cuestionadas en la institución. Es contundente su oposición a modificar la Ley Orgánica de la universidad, que data de 1945.

El investigador nacional emérito Ricardo Tapia no ha dejado dudas sobre esta visión. En una entrevista con este diario publicada el 16 de abril del 2001, el científico insistía: "el congreso democrático, resolutivo, es la antítesis de la academia". Más tarde, el 23 de julio del año pasado, en el ciclo El debate por la UNAM, Tapia señalaba: "no creo en la democracia en una universidad, sino en la meritocracia". La excelencia académica se lograría más fácilmente si se "desligaran" el bachillerato y las escuelas periféricas.

En el marco del mismo foro, el físico Jorge Flores consideraba que la "prioridad" más unam_rectoria_ltsimportante debería ser la de "dirigir su mayor esfuerzo hacia la producción de personas con el más alto nivel académico, es decir, con doctorado, y recibir a un número muy elevado de personajes que están haciendo posdoctorado".

Los grupos de poder...

Roberto Rodríguez, miembro del Instituto de Investigaciones Sociales, expresa que históricamente la rectoría es como "una síntesis de poderes": el de los gremios profesionales -abogados, médicos, científicos, ingenieros, etcétera-, el de la burocracia universitaria y el del Estado. Dichos poderes -representados en la Junta de Gobierno (JG)- "no se los turnan, sino que se trata de quién está más fuerte".

Guillermo Soberón "es el primer representante de los científicos", gremio que para esos años (en los setenta) estaba en ascenso. Para "el sector conservador es un rector que controló el sindicalismo y fortaleció a la universidad". Su decisión -y no es que fuera la única- pesó para la designación de Octavio Rivero Serrano, del mismo gremio de médicos, indica.

"Jorge Carpizo, del grupo de los abogados, representaba un mejor interlocutor con el Estado, pero con él el sector de los científicos cobra gran peso, pues en esos años (en el periodo de Miguel de la Madrid) el Estado desarrolla una política científica cuya base son los investigadores de la UNAM", expone. Sin embargo, añade, "según el punto de vista de los conservadores, Carpizo había creado un problema -la huelga estudiantil de 1987- y había dado una mala solución: el congreso".

Sarukhán llega con el respaldo de los científicos. Se impulsa entonces la idea de una universidad de investigación, rompe con la visión de la "universidad de masas", hecho que coincide con los enfoques de Carlos Salinas, pues lo que importa es la calidad y la competitividad, señala. Con Barnés hay una profundización de la política anterior, al reintentar el establecimiento del alza de cuotas y la limitación del pase reglamentado, añade.

En la gestión de De la Fuente se observan dos cosas: en su equipo no están representadas estas fuerzas universitarias y por primera vez lleva a personajes que son percibidos como de izquierda a puestos importantes de la burocracia, indica.

Por su parte, el académico de la Facultad de Economía Alejandro Alvarez Béjar considera que el proyecto "elitista" de universidad -que tiene entre sus "promotores" a Sarukhán, científico de renombre- lo conforman personajes que están convencidos de ser un "grupo selecto de ciudadanos inteligentes, cultos y bien nacidos, y por ello dicen: 'para qué abrir la universidad al populacho'".

De acuerdo con algunos observadores, en este juego de poderes no puede descartarse la posibilidad de que salgan otros contendientes, como Gerardo Ferrando Bravo, del grupo de ingenieros cuya cabeza es Javier Jiménez Espriú, miembro de la JG. Hasta ahora todo parece indicar que el grupo de abogados en el que participan Diego Valadés, Jorge Carpizo y Sergio García Ramírez, este último integrante de la JG, apoyará a De la Fuente.

Fortalezas y debilidades del rector

Alvarez Béjar expresa que en lo "que se ha visto más parco" De la Fuente es en apostar a formas de innovación más participativas sin abrir válvulas "reales" para ello. "El afán de estabilidad en su gestión le ha ganado al de cambio; por tener el control han echado en saco roto las aportaciones de la comunidad. Por otro lado, la propuesta del congreso se ha vuelto un proceso farragoso, burocrático y poco eficaz. Ha dado la idea de que se trata de una apuesta de 'por si las dudas.'"

Roberto Rodríguez apunta una serie de pendientes: la reforma política, institucional y académica, la revisión de los órganos de representación, de las relaciones académico-laborales, la articulación "mayor y mejor" de las universidades públicas. Los académicos coinciden en que los méritos principales del rector son la defensa emprendida por la universidad pública y la capacidad de negociación para lograr mayores recursos para la UNAM, así como sentar las bases para reponer el clima institucional perdido en la huelga de 1999-2000.

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