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México D.F. Martes 30 de septiembre de 2003

FORO DE LA CINETECA

Carlos Bonfil

¿Qué hora es allá?

Sobriedad narrativa

Retrato intimista de un vendedor

DE TODOS LOS realizadores asiáticos que hoy forman una generación cercana, en inspiración y sensibilidad estética, a lo que hace medio siglo representara en Francia la llamada Nueva Ola, Tsai Ming-liang es quizá quien mejor corresponde a la categoría de autor. Cada película suya explora temas y obsesiones recurrentes: soledad, contagio, frustración amorosa, voyeurismo, homosexualidad e incomunicación. Su tono es personal, casi intransferible. En una industria fílmica taiwanesa en crisis, la figura del realizador malayo, avecindado en Taipei desde su niñez, resulta una curiosidad absoluta. Se le compara a menudo con el honkongués Wong Kar Wai, más por sus contrastes que por sus afinidades, y se admite que ningún otro realizador asiático posee su ya célebre sobriedad narrativa, próxima al cine de Robert Bresson. En México se han presentado, en el Foro de la Cineteca, algunas de sus realizaciones más importantes, El río (1997), El agujero (1998), y por estas fechas ¿Qué hora es allá? (2001), su cinta más reciente. Por video se conocen Los rebeldes del dios Neón (1992), su primer largometraje, y por televisión por cable, Viva el amor (1994). Sólo quedan por difundir sus trabajos en video, entre ellos Mis nuevos amigos, de 1995, documental sobre el sida.

EN SU FILME Ming-liang elabora el retrato intimista del joven Hsiao Kang (Li Kang-Sheng, su actor fetiche), vendedor ambulante en Taipei de relojes de pulsera, taciturno enamorado de Shyanh-Chyi, joven compradora que se marcha a París y lo deja obsesionado con las zonas de tiempo, los husos horarios que desde ahora separan las dos existencias. Su protagonista masculino se siente atraído, a un tiempo, por la joven turista, por París y por una película francesa, Los cuatrocientos golpes, de Truffaut, que descubre en un video.

LA CINTA SE divide en dos espacios, Taipei y París, ambos escenarios de la educación sentimental de una pareja. Paralelamente se muestra un nuevo contraste, esta vez entre el mundo terrenal y la otra vida, con una viuda, madre del protagonista, obsesionada con la posible rencarnación de su esposo, quien pudiera regresar a compartir los alimentos en el lugar para él siempre reservado. Una recurrencia: en todas las cintas del director el agua es elemento clave: un departamento inundado en Los rebeldes del dios Neón, las aguas contaminadas en El río, una pecera en su cinta más reciente, una tormenta que invade los espacios en El agujero, con derivaciones, no ya de pureza y redención, sino de malestar y enfermedad, como aquella insoportable tensión en el cuello del protagonista de El río, provocada por un mal indefinible y ubicuo, por una opresión y un desasosiego que igualmente dominan en todo Taiwán, espacio insular expuesto a todas las amenazas.

EL UNIVERSO QUE describe Tsai Ming-liang es opresivo. La acción es lenta, las secuencias prolongadas y el ritmo de espera casi insoportable. Los espacios domésticos en cada cinta, con la excepción luminosa de Viva el amor, son macilentos y oscuros, claustrofóbicos, como si cada uno remitiera al limbo personal de cada protagonista, incapaz de comunicarse exitosamente con su pareja o vecino, condenado a la incomunicación, como en una obra de Beckett o en una formulación sartreana, ''el infierno son los demás".

EL ESPACIO DE salvación posible sería la evasión por la imaginación y el juego, por la celebración del amor, inalcanzable y siempre sublimado, por la creencia en la continuidad de la existencia, más allá de toda lógica, y por la fascinación que ejerce el cine sobre la imaginación del protagonista, quien en un delirio romántico decide ajustar todos los relojes públicos de Taipei a la hora de París, en escenas que son casi homenaje a la comedia silente de Harold Lloyd o al frenesí surrealista. Los encuentros amorosos se viven con dificultad, desde el frío contacto con una prostituta hasta la culpa en ligues homosexuales siempre frustrados. El desenlace incestuoso masculino en El río sigue siendo lo más perturbador de Ming-liang, pero hay más en su cine y a niveles variados. Renuente también a la solución optimista, ¿Qué hora es allá? es una de las experiencias más lacónicas y estimulantes del nuevo cine asiático.

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