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México D.F. Jueves 25 de septiembre de 2003

Una tragedia iraquí, el asesinato de Saad Mohamed Sultán por un soldado de EU

Innecesaria, la muerte por fuego amigo de su traductor, reclama diplomático italiano

ROBERT FISK ENVIADO

Bagdad, 24 de septiembre. Pietro Cardone es un caballero elegante y discreto, un diplomático italiano que detesta la polémica, y me rogó que su historia hablara por él. Y así es. La semana pasada tuvo en brazos a su agonizante intérprete iraquí, quien recibió en el corazón el disparo de un soldado estadunidense. Cardone trabaja para las autoridades de ocupación, como lo hacía su traductor. Como lo hace el soldado que mató al traductor. Pero en este punto la ironía trágica debe ceder su lugar a un relato terrible.

Tal vez ahora, dos días después de que dos soldados estadunidenses fueron muertos y 13 resultaron heridos por fuego guerrillero de morteros -esta vez en la prisión de Abu Gharib, al oeste de Bagdad-, el re-lato de Cardone pueda parecer mundano, hasta prosaico. Pero es una tragedia iraquí, tan lacerante como el dolor que debe haber abrumado la noche del sábado a dos familias estadunidenses. Saad Mohamed Sultán tenía 36 años y dos hijos, de tres y cinco años de edad.

La esposa de Cardone, Mirella, que viajaba en el asiento trasero de ese automóvil, junto a su marido, dice que todavía puede escuchar el disparo que mató al intérprete.

"Llegué aquí el 15 de mayo, enviado por el Ministerio del Exterior de mi país a petición del gobierno estadunidense -señala Cardone-. Buscaban a un consejero de cultura. He realizado toda mi carrera en el mundo árabe. Hablo el idioma y conozco la mentalidad."

De hecho, Cardone ha trabajado en Egipto, Arabia Saudita, Líbano, Siria y Marruecos, y fue embajador italiano en Yemen y en los Emiratos Arabes Unidos. Pero nada podría haberlo preparado para lo ocurrido la tarde del viernes pasado. Ese día realizaba un recorrido por sitios arqueológicos del norte de Irak, como parte de un proyecto para asignar policías y guardias a la custodia de las ciudades antiguas de Mesopotamia.

"Ibamos en un Land Cruiser y venía otro auto con nosotros -relata-. Saad y mi chofer iban en el asiento delantero, y mi esposa y yo en el trasero. Fuimos a Samara, visitamos la mezquita y el alminar en espiral, y luego continuamos hacia Mosul, porque queríamos visitar Nínive y Hatra. Había mucho tráfico, camiones y autos, y un montón de convoyes estadunidenses. En el camino rebasamos muchos vehículos. A eso de la 13:45 horas nos acercamos a dos Humvees que iban en la misma dirección que nosotros."

En el asiento que ocupa en el hotel Rashid de Bagdad, a Cardone le tiemblan las manos al acercarse de nuevo en la memoria a ese convoy, y sospecho que todavía se resiste a creer que lo que está a punto de contar sea cierto.

"Nuestro chofer iba a rebasar el primer Humvee. El joven soldado que iba atrás le hizo una seña que parecía decir 'No nos rebase, retroceda'. Tal vez no íbamos muy aprisa y eso lo hizo recelar. Estábamos a unos cinco metros, que era un poco cerca. El soldado hizo un disparo con su ametralladora. Me parece que era una descarga de calibre 22, pero no estoy seguro, no soy experto militar. El tiro penetró en el automóvil, le dio al pobre Saad en el corazón y le salió por la espalda, me rozó el brazo y atravesó el toldo."

Luego los estadunidenses siguieron su ca-mino. No se detuvieron, señala Cardone. "Mirella iba platicando con Saad cuando el disparo entró en el auto. El chofer se volteó y exclamó: 'šDios mío! ƑPor qué?' Nos orillamos en el camino pero los soldados se habían ido. El que mató a Saad era muy joven, de unos 19 o 20 años. Un soldado iraquí se nos acercó y nos dijo que fuéramos al hospital de Tikrit. Yo le iba sosteniendo la cabeza a Saad pero perdía mucha sangre. Iba gimiendo. Pero cuando llegamos al hospital, el doctor que lo examinó sólo dijo: 'No hay nada que hacer'. La bala le había destrozado el corazón."

Pietro Cardone dejó el cadáver de Saad en el hospital y, de inmediato, regresó a Bagdad en el otro coche.

"Esa mañana la hermana y el hermano de Saad fueron a verme -continúa-. Se comportaron de manera muy digna. Creí que manifestarían gran emoción, pero eran la viva imagen de la dignidad. Les expresé mi pesar y les aseguré que los estadunidenses llevarían a cabo una investigación minuciosa y que recibirían una indemnización. Confío en que hagan esa investigación porque toman en serio estas cosas."

Al preguntar su opinión sobre lo ocurrido, Cardone se muestra como el diplomático que es. "Me parece que fue una muerte innecesaria ocasionada por una mala interpretación de una conducta", afirma.

Por supuesto, puede ser que la interpretación de los iraquíes sea diferente. Y que también lo sea la del matrimonio Cardone en días venideros. "Detesto esa expresión", comenta la señora Cardone, "pero me parece que eso es a lo que le llaman fuego amigo."

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

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