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México D.F. Jueves 25 de septiembre de 2003

Orlando Delgado Selley

Empleo y reformas

Abrumados por el avance del registro de los desempleados abiertos, que alcanzaron el nivel máximo de esta administración con 3.96 por ciento de la población ocupada en agosto pasado, los funcionarios encargados del asunto están pasmados. No tienen capacidad para proponer medidas que puedan combatir eficazmente el desempleo. No se trata de ignorancia. Es cierto que hasta hace poco tiempo la explicación radicaba en la desaceleración de la economía estadunidense, en el impacto sobre las exportaciones enviadas desde nuestro país. Pero también es cierto que el inexorable crecimiento de los desempleados abiertos, que ya suman 882 mil 475 personas, ha obligado a reconocer que hemos perdido competitividad en las exportaciones.

Se reconoce que las maquiladoras no sólo han dejado de contribuir a la oferta de nuevos puestos de trabajo, sino que se han convertido en un sector que está expulsando mano de obra. Más aún, los nuevos funcionarios de la Secretaría del Trabajo entienden que el problema del empleo tiene claras determinaciones estructurales que van más allá de la circunstancia actual, lo que su jefe parece ignorar: el único sector que había creado empleo en los últimos 25 años fue el maquilador. Incluso antes de haber firmado el TLC, el magro crecimiento del empleo estaba asociado a la apertura de nuevas maquiladoras no sólo en estados fronterizos, sino en el centro del país.

La apertura externa y la cercanía al mercado estadunidense generaron un estímulo que fue rápidamente reconocido por este tipo de empresas. Es claro que en el conjunto de la economía el impacto de la creación de cientos de empresas maquiladoras es muy diferente al que podría generar una empresa dedicada a producir para el mercado interno. Por eso, pese a que en ciertos años el producto creció a tasas altas, el empleo creció marginalmente. Sin embargo, los otros sectores de la economía no generaron ningún nuevo puesto de trabajo, de modo que ese aporte marginal se convirtió en el único en el sector formal.

El mercado de trabajo está referido, de acuerdo con los conceptos de la estadística oficial vigente, inicialmente a la población de 12 años y más, que es de 76 millones 860 mil personas, de una población total de 102 millones 710 mil. La población de 12 años y más se divide en la económicamente activa (PEA) y la no económicamente activa, que suman, respectivamente, 41 millones 510 mil personas y 35 millones 350 mil. La PEA, a su vez, se divide en ocupada y desocupada: 40 millones 630 mil y 880 mil, respectivamente.

Desagregar la población ocupada ofrece la información más interesante, ya que da cuenta del impresionante peso de la economía informal. Por su posición en el trabajo la distribución es como sigue: los empleadores representan 4 por ciento; los trabajadores por su cuenta, 25 por ciento; los asalariados, 57 por ciento; los trabajadores destajistas, 6 por ciento; y los trabajadores sin pago, 8 por ciento. Otra desagregación muestra que 43 por ciento de la población ocupada trabajaba en establecimientos de una a 5 personas y que 49 por ciento carecía de prestaciones. La dimensión de este último dato es brutal: 19 millones 950 mil personas carecen de prestaciones. Una conclusión similar puede obtenerse si se suman los trabajadores asegurados en el IMSS, 12 millones 300 mil en junio pasado y los derechohabientes del ISSSTE, 1 millón 830 mil: solamente 14 millones 130 mil ocupados cuentan con seguridad social.

De los 23 millones de asalariados, 9 por ciento percibe hasta un salario mínimo; 29 por ciento percibe entre uno y dos salarios mínimos; 27 por ciento recibe entre dos y tres salarios mínimos; más de tres salarios mínimos y menos de 5 lo gana el 20 por ciento. Las remuneraciones de este 85 por ciento no son altas, pero comparadas con las de otros países resultan desventajosas. Pese a ello, las autoridades deliran. Creen que la reforma eléctrica ayudará a que el sector formal crezca y que la reforma laboral pactada con los sindicatos priístas, que pretende flexibilizar las condiciones contractuales y reducir el peso de las prestaciones, dinamizará el empleo, lo que no ha ocurrido en ningún lugar del mundo. Estos delirios los llevan a la búsqueda de "políticas inactivas" para los desempleados. Como dijo el viejo sabio: šestábamos mejor cuando estábamos peor!

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