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México D.F. Miércoles 24 de septiembre de 2003

Alejandro Nadal

Espejismos en las arenas de Dubai

En el horizonte del desierto, los participantes en la reunión anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) han sido deslumbrados por varios espejismos. Pero como los navegantes de las llanuras áridas saben, los espejismos son engañosos y provocan desvaríos en quien los observa.

Los pronósticos del FMI para la economía mundial están marcados por el espejismo de la recuperación de la economía estadunidense, que creció 3.1 por ciento en el segundo trimestre del año, lo cual no está mal dadas las circunstancias, pero sus signos vitales siguen siendo contradictorios y alarmantes. En especial, el crecimiento se debe más al consumo que a la inversión, a pesar de que la tasa de interés se mantiene en el nivel más bajo en 50 años.

Lo más grave es que la recuperación estadunidense no se nota en el nivel de empleo. La productividad creció 6.8 por ciento en el segundo trimestre. Sin embargo, este aumento (vinculado a los sectores que producen o utilizan intensivamente tecnologías basadas en la información) coincide con la pérdida de 170 mil empleos en el periodo abril-junio. Es decir, el sector privado está produciendo más con menos trabajadores: el número de horas trabajadas se redujo en 2.3 por ciento en el mismo periodo y la tasa de desempleo abierto se mantiene en 6.2 por ciento, nivel demasiado alto para cimentar el optimismo. Las cifras no mienten: 2.8 millones de personas han perdido su empleo durante lo que va de la "recuperación". Algunas de las distorsiones que explican este fenómeno están detrás del aumento de la desigualdad en Estados Unidos desde hace 10 años. Por eso hay 35 millones de pobres en Estados Unidos.

La situación se complica por el resurgimiento de los "déficit gemelos" en Estados Unidos: la cuenta corriente y el fiscal. El déficit en la cuenta corriente (exportaciones menos importaciones de bienes y servicios) rebasa 5 por ciento del producto interno bruto (PIB) estadunidense y sólo en julio alcanzó los 40 mil millones de dólares (mmdd). Para financiar este déficit, Estados Unidos absorbe una cantidad astronómica del ahorro mundial. Si surgen dudas sobre la capacidad para sostener el déficit, podríamos estar en presencia de una crisis del dólar que, por su amplitud y consecuencias, haría palidecer a todas las crisis financieras de la historia.

Desde su arribo a la Casa Blanca, Bush no sólo dilapidó el superávit fiscal que había heredado, sino que llevó el déficit a su nivel más alto desde 1983. Su programa de reducción de impuestos (en beneficio de empresas y los estratos más ricos) podría llevar el déficit a 6 por ciento del PIB el año entrante. Sólo en 2004 se calcula que el costo fiscal de los recortes de impuestos supera los 275 mmdd. La factura de la invasión de Irak este año (otros 120 mmdd) simplemente va a consolidar el déficit y lo extenderá hasta donde se terminan los espejismos y comienza la dura realidad. Con esas cifras, el destino de la economía estadunidense parece hermanarse cada vez más con la suerte de la aventura militar en Irak.

Por esa razón, como el petróleo iraquí no ha podido financiar la "reconstrucción", se ha decidido atraer inversión extranjera mediante un programa de privatizaciones masivas dado a conocer en Dubai por el "ministro de economía y finanzas" del consejo de gobierno iraquí impuesto por Washington. El esquema abre todos los sectores (salvo petróleo, que seguiría controlado por los "administradores" estadunidenses) a la inversión extranjera. Aunque las empresas del sector público se encuentran en malas condiciones, algunas ramas, como bancos y telecomunicaciones, ofrecen rentabilidad más segura. En todos los casos se permite ahora 100 por ciento de propiedad extranjera y el tope máximo de impuestos será de 15 por ciento. Se trata no de una redistribución de la riqueza para el pueblo de Irak, sino de un choque económico como el infligido a los rusos hace 10 años: en consecuencia, las mafias y los especuladores se adueñarán de la economía iraquí.

El programa económico para Irak tiene la marca de la ilegitimidad escrita por todos lados. Se trata de un dictado del poder imperial y será motivo del rechazo popular y una buena bandera para intensificar la guerra contra el ocupante. No se necesita ser matemático para descifrar esa ecuación.

Quizás el espejismo más dañino en Dubai es el de los beneficios de la globalización neoliberal. Como mantra religiosa se repite sin cesar: "es indispensable lograr una mejor distribución de sus ventajas". Desmentida por las cifras, esta creencia es un carro de guerra ideológica. Aunque se logre la "recuperación" y la globalización vuelva a tomar impulso, los beneficios seguirán siendo para una minoría y los resultados para el planeta no serán positivos. En Dubai el tema no era cómo dar nuevo impulso a la globalización neoliberal, sino cómo cambiar de derrotero y rehacer un planeta habitable para todos.

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