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México D.F. Miércoles 24 de septiembre de 2003

Raquel Gutiérrez Aguilar

Bolivia: convulsión social permanente

El pasado 20 de septiembre, el ministro de Defensa de Bolivia, Carlos Sánchez Berzaín, decidió encabezar un "convoy militar de rescate" a los turistas y comerciantes bloqueados en Sorata, pequeña y bella ciudad enclavada en la falda norte de la cordillera andina. Tan sólo unos días antes, Sánchez y el presidente del país, Gonzalo Sánchez de Lozada, habían proferido sendas declaraciones calificando de inexistente el bloqueo de caminos emprendido por comuneros de varias provincias del departamento de La Paz, cercanas al lago Titicaca.

Paradójicamente, la desinformación emitida por funcionarios de un gobierno que no sabe qué hacer con el remolino de movilizaciones sociales que lo envuelve alentó a gran cantidad de incautos citadinos a irse de paseo. Esta es la gente que se quedó atrapada entre montañas de piedras realmente existentes que alfombran hace días los caminos del altiplano boliviano.

Sánchez Berzaín, pequeño Rambo que cree ciegamente en la fuerza militar, decidió encabezar la acción de "rescate de turistas" que se ha convertido en uno de los más sangrientos enfrentamientos entre comunarios aymaras, que bloquean caminos y reclaman un país donde sean tomados en cuenta, y fuerzas militares de elite del Estado boliviano.

Así, lo que ahora vemos es cómo una vez más en Bolivia se confrontan las dos naciones que disputan un territorio para organizarlo y vivirlo de dos maneras radicalmente diferentes.

Por un lado, está el gobierno que tomó posesión hace apenas poco más de un año. Sánchez de Lozada, cerebro y mayor promotor de las transformaciones neoliberales en Bolivia, encabeza este bloque en el que participan absolutamente todos los partidos tradicionales: la supuesta fracción social-demócrata, corrupta hasta la médula; la derecha más oportunista, y el conglomerado de intereses empresariales que conserva el nombre de Movimiento Nacionalista Revolucionario, aunque ahora sería mejor pensarla como MNR-Sociedad Anónima. Esto es, el conjunto de partidos en el que se han entretejido y dirimido siempre los intereses de las elites hoy conforma un único gobierno acosado por una recurrente y cada vez más inmanejable movilización social. Del otro lado está el turbulento y caótico remolino de fuerzas sociales que expresa su descontento de múltiples maneras y con radicalidad creciente. En diversos lugares, pero principalmente en el centro, en Cochabamba, se viene construyendo una Coordinadora por la Defensa y Recuperación del Gas Natural, que hoy pertenece a empresas petroleras trasnacionales. Esta coordinadora, de alguna forma heredera -o ampliación fractal- de la Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida que en 2000 sacó de los valles interandinos nada menos que a la trasnacional Bechtel -hoy una de las principales empresas reconstructoras de Irak-, emprendió su primera movilización el pasado viernes con rotundo éxito.

Asimismo está el movimiento social de El Alto, enorme ciudad dormitorio colindante con La Paz, de población básicamente aymara, donde los trabajadores vienen levantando la voz cada vez con más fuerza. El Alto tuvo, en días pasados, su propio y contundente bloqueo que incluso cerró el aeropuerto internacional. El motivo de esta lucha muestra el grado de deterioro estatal: en febrero de 2003 multitudes indignadas por la fijación de un impuesto al salario quemaron cuanto edificio público encontraron a su paso. Entre ellos, la alcaldía y sus archivos. El gobierno ahora quiere volver a registrar a la población, levantar un nuevo catastro para reponer el que alimentó el fuego de las barricadas de febrero. Los habitantes no lo ha permitido: por supuesto que no les interesa ser reconocidos, legalizados ni autorizados por un gobierno al que viven como enemigo.

Los otros conflictos son más antiguos y las organizaciones sociales que les dan forma son más fuertes: los productores de la hoja de coca, por un lado, permanentemente hostigados por la política anti-droga estadunidense, organizado en torno a la figura de Evo Morales, dirigente cocalero y diputado nacional, cuyo caudal de votos en las últimas elecciones sólo se diferenció en uno por ciento de quien hoy ocupa la silla presidencial. Y finalmente los comuneros aymaras del altiplano en sorda e intermitente batalla contra el Estado boliviano desde hace más de dos décadas.

Felipe Quispe, el dirigente que varias veces ha explicado que lucha, entre otras cosas, porque "ya no quiere que las jóvenes mujeres aymaras sean las sirvientas de los q'aras" -blancos ricos-, expresa a las fuerzas que hoy ponen a los muertos. En Bolivia se habla de la necesidad de "formar un ejército de indios", de hacer "una república de indios" ya no sometida a la "república de blancos". La gente está envalentonada, sabe de su fuerza y no está dispuesta a aceptar menos de lo que le corresponde. Por eso en Bolivia la convulsión es permanente.

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